Tengo tiempo impactándome cada vez que esos «Gurúes» de la opinión insultan y descalifican a los que ¡Oh torpeza!, tenemos la osadía de cuestionar a aquellos que de manera casi siempre cogollesca se erigieron en líderes de millones de venezolanos… Esos que arrimados al buen árbol que es sin duda Henrique Capriles han asumido una actitud pontificia, docta, casi divina…

Esos que se juran escribas en un mundo que imaginan de siervos que no tenemos permiso para pensar. Esos que semanalmente nos zampan un leñazo a través de alguna columna de prensa y se enervan porque no controlan Twitter y les resulta imposible allí vetarnos.

Desde la visión filosófica la subjetividad me da el derecho a pensar y desde ese derecho y mi capacidad, cuestionar lo que considero un error. Por ejemplo, la constante generación de hechos y actitudes que llevan a millones al desencanto y la desesperanza. La prepotencia que algunos creen su derecho, y que tanto critican en el castrochavismo y en todo pensamiento totalitario.

Porque -y hablo de mí porque como decía Unamuno, soy quien tengo más a mano- si manifiesto mi temor a la tan súbita y dudosa decisión de este gobierno de ordenarle a sus comisarios políticos en roles de jueces y fiscales que «habiliten» -por ahora- a David Uzcátegui, de inmediato salen a tragársela a una, como si pensar fuese un pecado digno de la lapidación…

Pues sí, tengo mucho miedo a que aquí en Baruta un feriante, después que se salgan con la suya los castrochavistas, nos ponga «rodilla en tierra» y convierta el municipio en un «círculo bolivariano» donde al «Gigante» y su «pigmeo grandote» tengamos que adorar.

Miedo a que nulidades engreídas jueguen no solo con Baruta sino con Venezuela toda. Miedo a que sea demasiado tarde para enterarse que es nuestro tiempo y no el de Dios. Mucho miedo al desencanto, porque a diferencia de la rabia, no es una emoción sino una conclusión.

ebruzual@gmail.com / @eleonorabruzual

Por Eleonora Bruzual