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La ficción educativa

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La ficción educativa

 

 

“Ir a la escuela era además la manera de garantizarse al menos una comida al día”

 

 

De las tantas aristas que tiene la crisis generalizada que nos asola en Venezuela, tal vez la que mayor preocupación me causa tiene que ver con la educación. Sin venezolanos con una educación básica de calidad será realmente cuesta arriba emprender la tarea de reconstruir este país, cuando eso –finalmente– tenga lugar.

 

 

Aunque creo que un programa de cazar talentos podría dar resultado para atraer a algunos venezolanos bien formados, para que retornen al país, una vez que ocurra una transformación profunda en Venezuela, eso será una cifra mínima. Lo que en realidad ha sucedido en crisis similares es que la gran mayoría de quienes emigraron, a la vuelta de 3-4 años logran insertarse de lleno en las nuevas realidades profesionales de los países que bien o mal les acogieron.

 

 

Les invito a hacer este ejercicio. Sumemos el total de años educativos que se acumulan entre los 5 millones de venezolanos que hoy no están en el país, que sencillamente salieron huyendo por la irresoluta crisis política o tratando de sobrevivir a la devastación económica. Una mayoría de emigrantes venezolanos salieron del país con un título universitario bajo el brazo, eso representa una inversión total de unos 17 años de estudios por cada persona que salió del país.

 

 

La pérdida del capital humano es tremenda. Posiblemente en este momento no podemos percibir la magnitud de lo que ello significa, dado que seguimos cayendo en el pozo sin fondo de esta crisis ya endémica. Cuando comience la reconstrucción, en el momento que eso finalmente ocurra, será cuando echemos realmente en falta a ingenieros, educadores, médicos (y un largo etcétera).

 

 

Los años que nos llevará reconstruir el capital humano, que es lo más importante de cualquier sociedad, tendrá baches de envergadura. Este año escolar, que ha concluido en julio último, será uno de ellos.

 

 

Tenemos un sistema educativo que ya venía en picada: por un lado, había perdido su capacidad de ampliarse para responder a una población creciente con edad escolar, y, por el otro, el sistema público había dejado de proporcionarle Educación (sí, con E mayúscula) a los que aún estaban dentro del sistema.

 

 

Si el sistema educativo estaba en una situación precaria, la llegada de la pandemia del coronavirus, y la medida de prevención de contagios que ha sido la cuarentena, agravaron aún más la situación. Las escuelas cerraron, que era lo recomendable ante COVID-19, pero en medio de una improvisación campante. Que los niños y niñas estudien en Venezuela no parece ser una prioridad para quienes detentan el poder.

 

 

Con millones de niños sin acceso a Internet, ya que según el propio gobierno a través de Conatel sostiene que la penetración de la red en el país es del 60 por ciento; a lo que se suma un número importante de escolares que están bajo el cuidado de abuelos o tíos mayores, ya que sus padres emigraron o sencillamente no están; y, en general, una población con franjas importantes de no acceso a la tecnología (sin computadora en el hogar, sin un teléfono inteligente).

 

 

Este cuadro de calamidades no hace otra cosa que reflejar que mal podrán estudiar sin ir físicamente a una escuela. Decir con bombos y platillos, como se hizo en marzo, que el año escolar debía culminar con clases por Internet era una ficción. Una mentira más del gobierno de Nicolás Maduro.

 

 

Para no pocos escolares, en Venezuela, ir a la escuela era además la manera de garantizarse al menos una comida al día. No hubo ningún plan de compensación oficial. Nadie del gobierno quiso afrontar esta arista igualmente dramática.

 

 

El discurso oficial insiste en la tesis de que aquí no ha pasado nada; tal como lo contrastamos en Cotejo.Info, medio de fact-cheking que está bajo mi dirección. El ministro Aristóbulo Istúriz tuvo la desfachatez de decir que el año escolar 2019-2020 había sido “exitoso”. Sí, ese fue el calificativo que usó. El trabajo de investigación periodística nos permitió concluir que eso era mentira.

 

 

El éxito en Educación es sencillamente una ficción. Y, sin duda, eso será un problema que nos acompañará largamente como sociedad.

 

Andrés Cañizalez 

@infocracia

 

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad

 

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