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La enfermedad

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La enfermedad

“En principio, no nos debería afectar el hecho de que alguien tenga ínfulas de grandeza, sea desmesuradamente vanidoso o sufra de engreimiento o endiosamiento. Con tal de vernos a nosotros mismos en su justa dimensión podríamos poner en perspectiva el narcisismo del otro. El problema es que la imagen de grandiosidad trastoca falazmente la realidad y produce serios problemas de adaptación. Es lo que está sucediendo en Venezuela que, ahogada en su sueño revolucionario de grandeza, no ha entendido el sentido de la crisis económica, institucional y social del mundo actual. En momentos urgidos de una total recomposición de las relaciones entre el Estado y la sociedad, las fuerzas estatistas regresivas de la revolución se regodean en sí mismas como virus que celebra la enfermedad.” Axel Capriles, 01-08-2013, Diario El Universal, Caracas.

El diario vivir

¿De qué manera podremos irnos acomodando a que el tema diario de nuestra conversación sea solo el resultado de nuestra peregrinación por automercados, venta de repuestos para el carro detenido en el estacionamiento por falta de una pequeña pieza que solo se podría encontrar en Japón o en Corea, y búsqueda de un medicamento específico para un dolor determinado que ya no existe en la farmacia ?

 

Cambiamos de tercio para ubicarnos en la falta de leche, papel higiénico, cualquier tipo de manteca o mantequilla, mientras en el Sicad venden dólares baratos a los afortunados y nos vamos a Miami a ver de qué manera nos arreglamos para engullir nuestras maletas de todo aquello que nos hace falta en la patria segura y lleva a Maduro y a su corte celestial a pintarnos un país que podría llegar a competir con Noruega, la nación más feliz del mundo por cumplir con todas las leyes de conservación, respeto, sin tener razones para estarse inventando historias rocambolescas de magnicidios y golpes de Estado.

 

El magnicidio

A propósito del magnicidio, ese raro personaje que es el ministro de justicia Rodríguez Torres, se ha inventado un crimen al gusto del chavismo, o sea que un comando colombiano fuertemente armado aparecería en escena para darle cinco balazos al supremo jefe, luego seguiría al Fuerte Tiuna a desarmar a nuestras gloriosas Fuerzas Armadas, rodeadas de cubanos y al final entraría triunfante con la derecha toda, no sé si a La Casona para desalojar a la familia Chávez, que no ha dejado que la primera comandanta se apersone en sus dependencias o a Miraflores, misterioso lugar de donde han salido historias tenebrosas de brujos y santeros. Menos mal que el equipo de investigación, especie de CIA tropical macondiana descubrió la loca aventura de Álvaro Uribe y su combo que ya habían gastado la friolera de dos millones y medio de dólares en darle el “táte quieto” al Presidente.

 

Los idus de julio

Diosdado Cabello que venía anunciando con anterioridad los detalles del golpe, nos lo avisó a tiempo, indicando que la fecha para tal crimen se había pautado nada menos que para el 24 de julio pero los autores del crimen se quedaron con los crespos hechos, respiramos tranquilos y nos dedicamos con pasión a leer los partes policiales con el montón de muertos, más de 400 que dejó la patria segura en el mes de julio y un número todavía indeterminado de personas fallecidas en autopistas y carreteras a las cuales no se les da el mantenimiento merecido porque los encargados de atender las vías se las pasan en raros congresos socialistas o rezando en La Montaña para ver si el milagro de la resurrección de la carne ocurre con el fallecido, después de comprobar in situ que Maduro no es Chávez, no es hijo de Chávez y casi que no es venezolano sino de la república de Uribe Vélez, el mismito que quería asesinarlo según el inefable Rodríguez Torres que Dios lo tenga en ese oficio de inventar sofismas de distracción, tipo Agatha Christie y tema para esta columna que veces se exime de contar lo sabido, por miedo a la censura.

 

Las lágrimas

A lo largo de nuestra existencia, nacemos llorando y ese llanto a veces es signo de que algo no funciona bien, una especie de llamado de atención para que se nos socorra y a veces para aliviarnos de las pesadumbres que nos acongojan, y es el caso de llorar por tanta muerte injusta como la ocurrida a casi un centenar de gallegos en la tragedia del tren descarrilado por descuido de un conductor esquizofrénico.

 

Vale anotar que nuestros muertos duelen y las cifras de cadáveres que son ingresados a las morgues estremecen al más insensible. La violencia llena de dolor a miles de hogares que desconocen la manera de seguir viviendo ante asesinatos que se llevan a tres o cuatro miembros de una misma familia, habitantes en su gran mayoría de los barrios marginados y pueblos del interior en donde ya no existe la paz.

 

Si podemos esperar que el sol salga para todos, mañana es la primera oportunidad de salir a la calle, para el reinicio de una campaña destinada a enfrentarnos abiertamente contra este absurdo régimen.

 

Por Mariahé Pabón

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