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Hermanos, no esclavos

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Hermanos, no esclavos

Comienza un nuevo año. Los anhelos de paz y fraternidad chocan muchas veces con la realidad que abre espacios a la intolerancia, la exclusión y hasta la muerte. Ejemplos sobran en todas partes del mundo en estos días, del que no escapa nuestra sociedad. Mientras no veamos en el otro a un ser humano igual a nosotros, la paz y la concordia son una falacia. Resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad.

 

Siendo el hombre un ser relacional, destinado a realizarse en un contexto de relaciones interpersonales inspiradas por la justicia y la caridad, es esencial que para su desarrollo se reconozca y respete su dignidad, libertad y autonomía. Por desgracia, el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad. Este fenómeno abominable, que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad.

 

El papa Francisco en su mensaje de la paz de este año que comienza llama a la conciencia de personas, creyentes o no, a las instituciones y a la comunidad internacional a tomar más en serio el problema de las esclavitudes modernas: los trabajadores oprimidos, los emigrantes, las personas obligadas a la prostitución, los niños y adultos víctimas del tráfico de órganos o reclutados como soldados para la mendicidad, actividades ilegales o formas encubiertas de adopción internacional y los secuestrados por grupos terroristas.

 

A pesar de que crece la convicción del rechazo a la esclavitud, son demasiadas las formas abiertas o encubiertas, en las que los que detectan poder económico o político, buscan someter a sociedades enteras a sus caprichos de riqueza o de poder. Es necesario afianzar en la mente y el corazón de toda persona que tenemos la tarea de globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia. Mantener en la pobreza, ofrecer educación de escasa calidad, favorecer la corrupción y la impunidad, domesticar a las mayorías obligándolas a mendigar el pan de cada día o los recursos necesarios para ser libres y autónomos, son formas de esclavitud que tenemos la obligación de erradicar.

 

Convirtamos en tarea cotidiana esta plegaria del papa Francisco: no llores por lo que perdiste, lucha por lo que te queda. No llores por lo que ha muerto, lucha por lo que ha nacido en ti. No llores por quien se ha marchado, lucha por quien está contigo. No llores por quien te odia, lucha por quien te quiere. No llores por tu pasado, lucha por tu presente. No llores por tu sufrimiento, lucha por tu felicidad. Con las cosas que a uno le suceden vamos aprendiendo que nada es imposible de solucionar, solo sigue adelante.

 

Mons. Baltazar Porras

bepocar@gmail.com

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