¿Hasta cuándo aguantaremos?
julio 17, 2013 7:03 am

Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? El latinazo se refiere a la Roma imperial, pero tiene plena vigencia entre nosotros. La paciencia se agota y los problemas se agravan. Nada funciona bien. Todo camina para peor. Es cierto que cada tiempo crea sus monstruos, pero también ofrece los instrumentos adecuados para neutralizarlos y hacerlos desaparecer. En el alto mundo de la política oficial y opositora no se percibe a plenitud la realidad de un pueblo dominado por la incertidumbre. No hay paz espiritual en la gente. Tampoco existe en la calle por la falta de seguridad de las personas y de los bienes. Ya son motivo de burlas crueles las declaraciones sobre los resultados de eso que llaman Operativo Patria Segura y las relativas a los índices delictivos. Lo cierto es que en este ambiente de hipocresía, arrogancia, cinismo, corrupción e incompetencia nadie puede sentirse satisfecho.

 

El miedo crece al mismo ritmo que la indignación. Estamos en un país en el que aunque no hay una guerra declarada, no existe la serenidad necesaria para vivir normalmente. Confieso que jamás había visto días más tristes, ni al pueblo tan atemorizado por las amenazas potenciales y reales del régimen y la ausencia de liderazgos opositores recios que interpreten cabalmente sus anhelos y necesidades inmediatas. Siento mucho desprecio por estos tiempos y personalmente creo ser un extraterrestre dentro de una política general que no comparto. El problema es que no quiero ser terrenal y contribuir a fortalecer más de lo mismo.

 

Ejemplo, seguir confundiendo democracia con elecciones o hacer toda la apuesta para el cambio de régimen al largo proceso que va desde abril pasado hasta diciembre con las municipales, de allí a las parlamentarias, luego a un eventual revocatorio y, por ese camino, llegar a las presidenciales de 2019 para derrotar a Maduro y elegir, entonces sí, a un Capriles todavía joven para restaurar la democracia perdida. Si los mismos siguen haciendo lo mismo, los resultados jamás serán diferentes. Lo han dicho sabios y la vida lo ratifica. Las elecciones son un instrumento de la democracia, pero no el único y ni siquiera el más importante.

 

Las universidades dan ejemplo de dignidad, autonomía y disposición para la lucha. Apoyarlas es una obligación inmediata. Debemos aprovechar la oportunidad de ver el “por ahora” desesperado, delirando como un náufrago afectado por la intensidad del sol en la frente. Pero debemos vencer la comodidad y el oportunismo de muchos. Vacilan recelosos, esperando los unos de los otros y confiando en que otros resuelvan. Quienes deseen conservar lo mucho o poco que tienen, la vida, la libertad, el derecho de trabajar en paz y levantar con dignidad una familia, deben despertar y reaccionar. Civiles y militares. Hay caminos. El peor es la resignación frente a más de lo mismo.

 

Por Oswaldo Alvarez Paz