¿Guerra civil?
febrero 10, 2017 4:55 am

Defenderé la casa de mi padre, contra los lobos, contra la sequía, contra la usura, contra la justicia. Defenderé la casa de mi padre. Perderé los ganados, los huertos, los pinares; perderé los intereses, las rentas, los dividendos, pero defenderé la casa de mi padre; Me quitarán las armas y con las manos defenderé la casa de mi padre; me cortarán las manos y con los brazos defenderé la casa de mi padre. Me dejarán sin brazos, sin hombros y sin pecho y con el alma defenderé la casa de mi padre. Me moriré, se perderá mi alma, se perderá mi prole, pero la casa de mi padre seguirá en pie.

Gabriel Aresti

 

 

 

Los teóricos de las ciencias políticas han venido advirtiendo la significación que muestran los procesos sociales y cómo la elevación de las tensiones puede eventualmente asistir al peligroso llamado de la confrontación. Uno de los más reputados editó, en 2015, lo que fue un seminario dictado en la Universidad de Princeton, hace unos años, sobre la guerra civil. En efecto, Giorgio Agamben presentó un texto intitulado Stasis. Civil War as a Political Paradigm. Edimburgo: Edinburgh University Press, y lo alcanzó apenas, en la reseña que del susodicho aparece en una revista de orientación académica Open Insight, publicada por el Centro de Investigación Social Avanzada, número 13, en el semestre enero-junio 2017, en Querétaro, México.

 

 

 

El trabajo del italiano se inscribe en una serie de escritos sobre temas conectados a la dinámica política societaria, sus implicancias institucionales, el seguimiento al fenómeno que pone a prueba los adquiridos constitucionales y legales, el difícil y comprometido ejercicio de los derechos humanos en el contexto del discurso oficial sobre seguridad y la emergente razón de Estado y, más precisamente, a los llamados estados de excepción, de un lado, así como a las consideraciones sobre economía y gobierno comprendidas en otra obra reciente, El reino y la gloria. Agamben es un estudioso del hombre y del fenómeno que su personalidad suscita.

 

 

 

La glosa de la obra de Agamben, a la que nos referimos, corresponde a Tonatiuh Gallardo Núñez y versa sobre la arriba citada Stasis. Civil War as a Political Paradigm precisando una suerte de análisis diacrónico de la guerra civil de los griegos y la compleja naturaleza de un forcejeo que, sin embargo, debe concluir en una reconciliación. Es una guerra de familia en la que, llamados a participar por el interés en juego, signado a revertir los signos de la implicancia, terminada la confrontación.

 

 

 

Paralelamente; una guerra exterior nos llevaría al antagonismo fatal. Predominar supone destruir, anular, lisiar al adversario y así, desde Clausewitz, asumimos la ontología del conflicto como el mismo Schmitt lo miró, enfrentamiento amigo-enemigo y no como una disputa de adversarios en una relación entre rivales, tal vez agonal.

 

 

 

El asunto se extiende al Estado y su ontología, desde el examen del Leviatán y el ícono que el mismo Hobbes contrató para completar su labor y en un alarde de erudición Agamben extrae conclusiones prometedoras sobra la dinámica que se cumple entre la política y la teología.

 

 

 

Me permito esta brevísima nota sin otra pretensión que destacar una conclusión, una más, de esas que los griegos y la Antigüedad exhibieron y en la que aún, confieso, mucho hemos de aprender. Lo hago porque el trato que una parte del país recibe de los que gobiernan es la de enemigos. Dialogar para imponer, acallar, someter conduce a la confrontación porque no se nos asume como compatriotas, como connacionales, como semejantes. Si el diálogo no es dialógico no hay política, no hay comunicación, no hay paz.

 

 

 

El diputado Cabello se regodea en su discurso pendenciero. Pero no es eso lo que me indigna, sino su desprecio por aquellos que disienten y su mórbida y compulsiva tendencia a exponerlos al escarnio público. Me detengo aquí porque confieso temer que la profundidad del cisma que aparta a los venezolanos comprometa realmente cualquier posibilidad de regeneración del tejido nacional o, al menos, lo demore por varias generaciones.

 

 

 

Vivimos, y desde hace años, una suerte de guerra civil con intensidades diferentes en ocasiones, pero alimentado el conflicto por una clase política fracasada en su ejercicio del poder, aunque adicta a su concupiscencia. Incapaz de admitir el tamaño del desastre y el enorme daño que le hicieron al país. Y lo peor es que se asume para siempre en el papel de detentadora. Hay violencia, pero siempre desde el chavismo y su aparato de seguridad política y militar.

 

 

 

La gente se pregunta cómo saldremos de este atolladero y suelo responder que, recordando a Hannah Arendt, cuando el pueblo en concierto decida reaccionar aunque no nos queda mucho tiempo para hacerlo de manera útil.

 

 

 

nchittylaroche@hotmail.com