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Gobierno bufo

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Gobierno bufo

No existe ningún problema o tema importante para el país que el gobierno rojo tome con la seriedad debida. Siempre trata de salirse con una pirueta de novillero de feria de pueblo.

 

La crisis económica nacional, la más grave de la que se tenga memoria, es el producto -según su afiebrada visión- de una quimérica “guerra económica”, como si ese complejísimo mecanismo que constituye la Economía, formado por millones de operaciones espontáneas que realizan actores independientes y, a la vez complementarios, pudiese manejarse como un teatro de marionetas. La inflación, la escasez y el desabastecimiento -desatados por la errática política de controles de cambio, precios y el cerco a la propiedad privada- el Gobierno los aborda sin la menor idea de lo que enseñan el sentido común y la experiencia propia e internacional.

 

El Diálogo Nacional -que le interesa tanto a los rojos como a la oposición, porque sin estabilidad política y un clima de tolerancia que permita recuperar la confianza en el país, resulta imposible atraer las inversiones que se necesitan para reanimar el aparato productivo, crecer e incrementar la demanda a partir de la creación de empleos- lo torpedea con continuas amenazas, descalificaciones y agresiones. Quienes salen más perjudicados son ellos, que están allí para gobernar el país. Pero, una concepción mezquina y mediocre de la nación lo ha llevado a pensar lo contrario: que es la oposición la que se fortalece. Mientras tanto, el país naufraga gracias a la ineptitud y sectarismo oficial.

 

El conflicto con los estudiantes se les ha convertido en un problema sin solución. Adoptaron el camino de la represión para someterlos. Cuando parece que la confrontación merma, rebrota con mayor fuerza y con más brutalidad por parte de la Guardia Nacional y de los escuadrones de la muerte. La violencia con la que actuaron contra la Universidad Fermín Toro en Barquisimeto mostró el odio de los resentidos que actúan con impudicia. En este cuadro tan delicado, lo único que se les ocurre decir es que los jóvenes están siendo manipulados por fuerzas oscuras, que se aprovechan de su ingenuidad e ímpetu para conducirlos por el camino de la perdición. Todas babosadas demasiado manidas.

 

Asesinan a EliézerOtaiza y la respuesta inicial consiste en acusar, sin ninguna clase de pruebas, a la oposición. Inventan un extravagante plan ideado en Miami por un grupo de personas sin ninguna clase de conexión con las protestas y movilizaciones que durante tres meses han ocurrido en Venezuela. Develan nombres que el país no conoce, fantasean con alias como el de “El Aviador”, oscura figura parecida a la Sayona. Luego se constata que al desafortunado dirigente del PSUV lo masacró una banda de jóvenes, todos crecidos y formados durante estos últimos quince años, que operaba con total impunidad en los predios de Baruta. El objetivo: no reconocer que el drama de la inseguridad personal es apocalíptico y que cualquier persona, por encumbrada, armada o conocida que sea, puede ser víctima. Prefieren quedarse con la peregrina tesis de que la inseguridad es una imagen desvirtuada de la realidad que los medios de comunicación han proyectado para criticar injustamente al Gobierno.

 

Las gigantescas dificultades y carencias nacionales son enfrentadas con el “gobierno de calle”, suerte de loa al absurdo. Al sinsentido criminal. La gente de la calle lo que está esperando es que el Ejecutivo dirija. Que se ponga de acuerdo con los gobiernos regionales y locales para acometer en conjunto los déficits existentes en todos los planos. El país, especialmente los más pobres, lo que desea es que el Gobierno diga cómo vamos salir del fondo en el que el socialismo de siglo XXI nos hundió y de qué manera recuperaremos el dinamismo que la nación tuvo en el pasado, cuando nos encontrábamos en la vanguardia de América Latina. El “gobierno de calle” es como esas pócimas “mágicas” de las que hablaba el gran Gabo y que solo servían para engatusar a los desprevenidos.

 

El Gobierno se parece cada vez más a los creativos de una agencia de publicidad que vive pensando en cómo inventar consignas que no dicen nada original ni nuevo, pero encandilan porque perdieron el sentido del ridículo.

 

@trinomarquezc

Por Trino Márquez

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