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Esperanzado o resignado

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Esperanzado o resignado

La continua amenaza sobre la posible recuperación de la democracia en nuestro país va generando una alienación social no comparable con ninguna crisis vivida en tiempos modernos.

 

 

 

Salvo países que han sufrido destrucción por guerras muy cruentas y prolongadas, ningún conglomerado civilizado en los siglos XX y XXI ha visto desaparecer las Instituciones que justifican el concepto de nación.

 

 

 

Venezuela ha dejado de ser una nación para transformarse en un pobre país donde triunfan las características negativas del ser humano. Hoy, nuestro territorio alberga con mayor facilidad al traficante de drogas que al pequeño empresario. El primero utiliza la sangre y la desgracia de sus paisanos, el otro pone su sudor y lágrimas para que se genere más bienestar en la sociedad.

 

 

 

Impusieron ídolos extranjeros, como el Che Guevara, Fidel, o locales, como Zamora y Cipriano Castro. Adorar a deidades que hasta hoy manteníamos en los quehaceres de la nigromancia por pretender sustituir nuestra tradicional religión católica. Odiar a los hijos de Moisés por llamar a los recién aparecidos árabes, sirios y libios hermanos, cuando nada tenemos en común.

 

 

 

Qué hacer ante esta trágica paradoja de autodestrucción para impedir la total aniquilación de lo que nos queda de nación es la tarea más crítica que enfrenta la dirigencia de nuestra sociedad; también están llamados a esta lucha nuestros sacerdotes, rabinos, pastores, representantes espirituales de los valores occidentales. No se pueden excluir de esta lucha los profesionales, cada uno en su disciplina debe exigir respeto por los principios y valores.

 

 

 

Dónde dejar a los hijos de Carabobo, Miranda, Bolívar, Páez, Sucre, Monagas y Urdaneta, esos que llevan uniforme y el peso de nuestras armas, a ellos la carga debe parecerles agobiante, pues tener el recordatorio de los símbolos en el vestir debe despertar al menos una lejana memoria de lo que alguna vez significó defender la patria.

 

 

 

Mantener el espíritu y la voluntad para reconquistar nuestra libertad y justicia va más allá de los deseos esperanzados y no da cabida a la resignación que se conforma con el convencimiento de que nada puede empeorar por estar ya en el sótano de la descomposición.

 

 

 

Cierto es que muy pocos logran suicidarse saltando desde el sótano, pero Venezuela parece estar empeñada en ser la excepción de la regla y, para desgracia de los gerifaltes, se va ganando el reconocimiento mundial.

 

 

 

Llamar a la reconciliación requiere más perdón que venganza, nos obliga a desprendernos de lo personal y cuidar lo social, un entendimiento que abra las puertas de la salida a los que no entienden que llegó la hora de pasar la página. La nueva etapa tiene que comenzar antes de comprobar que la tiranía está dispuesta a seguir sacrificando a su pueblo matándolo de hambre, abandono y violencia.

 

 

 

¿Es esta la hora cero de la democracia y sus defensores? o ¿es la hora de los vendepatria, que terminarán su gestión entregando el país al narcomundo y a los Castro cubanos?

 

 

 

Conciliar y perdonar, pero solo con la misión de recuperar; no caer en la hipnosis de los diálogos para brindar unas chupetas de recompensa como gobernaciones y alcaldías cuando lo que nos jugamos es la patria y la nación.

 

 

Leopoldo López Gil

 

 

Por Confirmado: Francys García

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