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Elecciones terminales

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Elecciones terminales

La historia está cargada de buenos y malos testimonios acerca de la importancia del voto, como instrumento racional de manifestación de voluntad en las sociedades democráticas. Sin embargo, los episodios que realmente definen puntos de quiebre, han sido aquellos en los que la ambición de poder de ciertos sectores políticos, tratan de manipular esa manifestación de voluntad, con el único propósito de acceder al poder o perpetuarse en él.

 

 

 

Recordemos solo algunos de los casos más emblemáticos, como por ejemplo el de Ucrania en el año 2004, cuando luego de los comicios del 21 de noviembre, las cuales constituían la segunda ronda electoral entre Víktor Yushchenko y Víktor Yanukovich quien para ese momento era el Primer Ministro del país y fue declarado ganador de la contienda.

 

 

 

Ese triunfo no fue reconocido por buena parte de los ucranianos, lo que dio origen a una de las revueltas más emblemáticas de la historia reciente, provocando la repetición de las elecciones y el consecuente triunfo de quien era el candidato opositor, Víktor Yushchenko. Solo a partir de ese momento logró el gobierno de Ucrania obtener el necesario reconocimiento internacional.

 

 

 

Otro caso que los venezolanos sentimos con más vehemencia es el de Marcos Pérez Jiménez, quien, en diciembre de 1957, organizó un plebiscito para consultar al pueblo si aceptaban su permanencia en el poder por un quinquenio más. El resultado, que al parecer lo favorecía, no fue reconocido por los sectores opositores del país; dando cabida a rebeliones militares y manifestaciones de calle que terminaron apartándolo del poder, el 23 de enero de 1958.

 

 

 

Sin duda, el voto es la consagración del derecho a elegir que tienen los ciudadanos en democracia, pero también entraña el compromiso de los gobernantes a respetar la manifestación de voluntad de sus gobernados.

 

 

 

Me permito citar a Fernando Savater en su libro El valor de elegir, en el que nos recuerda: “Nuestras democracias aspiran a transformar y mejorar sus instituciones, no a destruirlas”; ante lo cual, solo resta agregar que el voto en democracia es efectivamente una institución.

 

 

 

Giovanna de Michele I

@Giovdemichele

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