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El ridículo es una forma de fraude

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El ridículo es una forma de fraude

Es evidente que la oposición se dispone a tomar de nuevo el camino de justificar una derrota electoral mediante la denuncia de fraude, el rumbo que tantas desventuras le causó en 2004 y 2005. Así son: Dios les «ha dado una segunda oportunidad» (eso dicen, los muy blasfemos) y planean utilizarla para estrellarse de nuevo con la misma piedra.

 

Era previsible. Desde el día en que habló Roberta ya se sabía por donde iban los tiros de la derecha nacional (comillas al gusto). Pero quedó más claro todavía cuando un diario, emblema del oposicionismo histérico, dijo en un siniestro editorial «conocer el destino» de Tibisay Lucena, una señora que tiene cáncer. Otra piedra repetida, pues.

 

¿Qué suerte les espera a los opositores por este camino? La misma de otras veces, puede usted apostar. Hay que recordar que ni siquiera las task force del IESA ni los profesores de estadística de la Simón Bolívar ni las ONG más sabelotodo pudieron decir cómo fue que una parranda de ineptos, brutos e ignorantes (definición habitual del chavismo en la boca de sus rivales) pudo tumbarle sus votos a una elite de meritócratas, cultos y de alto coeficiente intelectual. ¿Se acuerdan de Enrique Mendoza presentando los pormenores de la trampa con una pizarra electrónica y tal… ? El que no se acuerde, puede imaginarse a Cantinflas tratando de explicar la cuadratura del círculo.

 

Y ni hablar de Henry Ramos Allup y su rabieta al amanecer del 16 de agosto de 2004, berreando «¡fraude, fraude!» y prometiendo mostrar las pruebas en cuestión de horas. Todavía las estamos esperando.

 

El tema del fraude se ha llevado en los cachos a un atajo de expertos y doctores de la liga escuálida. Por ejemplo, el genio neoliberal Ricardo Haussman quedó convertido en un loquito de carretera que se afana en encontrar un cisne negro, mientras varios flamantes miembros de la Alianza de Articulistas Antichavistas (la venerable Triple A) todavía fabulan para sus crédulos lectores con el hacker ruso y su base de operaciones en Pinar del Río.

 

En este acontecido 2013, quien se dirige a 150 kilómetros por hora contra la piedra de siempre es el máximo dirigente mesero, Ramón Guillermo Aveledo. Siguiendo la línea Roberta, ha sembrado de minas el mismo terreno en el que ganaron un referendo en 2007, consiguieron una alta representación parlamentaria en 2010 y varias gobernaciones en 2008 y 2012. La «denuncia» es del mismo estilacho rebuscado y subestimador de la inteligencia que las de 2004 y 2005. Tanto es así que un atribulado Vicente Díaz tuvo que salir a medio cuadrar el círculo, asumiendo -sin querer, se le no- taba- el papel de Mario Moreno. El ridículo también es una forma de fraude, si uno se las da de serio.

 

clodoher@yahoo.com

 

 

Fuente: EU

Por Clodovaldo Hernández

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