El caso de dos familiares cercanos a la primera dama, hoy detenidos en Estados Unidos por presunto tráfico de drogas, nos pone ante varias dimensiones de ese flagelo, que sigue siendo una de las actividades económicas ilegales más lucrativas.
Se trata de un negocio de grandes proporciones, donde se tejen redes no solo de comercialización sino de complicidad entre diversos factores de distinta índole. Poder político, económico, militar, etc. Ningún sector se salva de ser penetrado por el narcotráfico. Ni siquiera la Iglesia, tanto en Venezuela como en el mundo. No son pocos los casos de religiosos enjuiciados por delitos asociados al tráfico de estupefacientes, como tampoco los de militares, políticos, empresarios y hasta deportistas.
El narcotráfico no distingue clase social, sexo, orientación política, edad o preferencias sexuales. Como el agua, se cuela en los espacios más insospechados. Es un enemigo sinuoso. De rostros ocultos. No sabemos si algún vecino, un artista famoso o el funcionario policial encargado de cuidar la cuadra donde vivimos se dedican al tan lucrativo como perverso negocio de vender drogas para que otros se destruyan. Familias honorables caen en la desgracia al instante en que alguno de sus miembros es capturado con un alijo, Mujeres embarazadas, ancianos, personas con discapacidad, han caído con las manos en la masa.
Las cárceles de Venezuela y del mundo están llenas de presos por sus vínculos con el tráfico de narcóticos. Cada uno de ellos es una historia que mal comienza y mal termina. Y no podemos cerrar los ojos ante ese flagelo. Muchos asesinatos se cometen bajo los efectos de las drogas.
No somos jueces para absolver o condenar a nadie. Si esos individuos efectivamente están involucrados en el tráfico de drogas, en la escala que sea, pues que respondan por sus actos. Las responsabilidades son absolutamente individuales, es verdad, pero es obvio que el caso tiene sus implicaciones políticas y mucho más en medio de una campaña electoral, por lo cual el tema no puede ser ignorado, sobre todo por quienes tienen algo que decir al respecto, sus familiares más cercanos. Por supuesto, no es fácil abordar un asunto como ese, pero dejar de hacerlo es la peor opción.
El parentesco por sí solo no es sinónimo de complicidad. Todo aquel que haga fiesta hoy, pretendiendo que los familiares de un presunto traficante de drogas son sus compinches en el delito, no está exento de que mañana le pueda tocar la misma desgracia de vivir en carne propia una circunstancia tan grave y dolorosa como esa.
Apenas han transcurrido algunos días desde que esa información corrió como pólvora. Sin duda ha sido de un inocultable impacto. Más allá de lo que pueda pasar con el caso y con las personas detenidas, queda la reflexión de fondo con respecto a la penetración del narcotráfico en nuestro país. ¿El Estado lo está enfrentando con todos los hierros? ¿Basta deportar a un narco o capturar varios cargamentos para poder decir que le estamos dando con todos los hierros? ¿Por qué seguimos siendo un país de tránsito de la droga? No tengo respuestas. Son otros los que deben responder.
Lo cierto es que el tráfico de drogas tiene muchos aliados. Los países productores, los países consumidores tampoco han hecho el trabajo de enfrentar el problema de raíz. Hay mucho dinero de por medio, muchos intereses que se imponen y por eso son numerosos y muy poderosos los chapos Guzmán que le mojan la mano al más pintado para poder hacer de las suyas.
Atentado en Francia
Lo ocurrido en Francia pone en evidencia una vez más el carácter criminal e inescrupuloso del llamado Estado Islámico, frente al cual no cabe otra opción que acabarlo por la vía militar. Acompañamos al pueblo francés y a todos los ciudadanos que en territorios árabes han sido víctimas de estos canallas.
Vladimir Villegas