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El lenguaje como promotor de acción y generador de compromisos

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El lenguaje como promotor de acción y generador de compromisos

En el mundo de los negocios, la conversación es probablemente la herramienta más efectiva para descubrir y comprender nuestro entorno, buscar explicación a los fenómenos que nos rodean y establecer vínculos y relaciones.

 

 

Es en consecuencia el uso del lenguaje y sus enunciados lo que nos permite movilizar a nuestras audiencias a establecer compromisos, haciendo que nuestras conversaciones, pensadas sobre la base de un objetivo concreto, pasen de ser un simple ejercicio descriptivo de la cotidianidad a ser en sí mismas una poderosa herramienta de comunicación estratégica.

 

 

La diferencia entre comunicar y comunicar estratégicamente, reside en la alineación del acto con un objetivo que condiciona en consecuencia la narrativa, establece reglas de aproximación, genera la capacidad de movilizar a nuestra audiencia en la dirección deseada y establece a través del acto del habla un compromiso deseado.

Sin embargo, no se logra el objetivo porque nuestra audiencia haga lo que nosotros queramos, se logra cuando es ella misma quien desea hacer lo que nosotros queremos que haga.

 

En sí misma, la comunicación estratégica es persuasiva, debe tener la capacidad de “pintar” un futuro posible, donde esa audiencia quiera verse inserta y, en consecuencia, quiera movilizarse en la dirección que le planteamos, traduciendo así lo que puede ser una simple manifestación inicial de intención en una acción concreta de cambio.

 

 

En las conversaciones cotidianas, incluso en aquellas conversaciones y diálogos de negocios a los que el mundo empresarial y corporativo está tan acostumbrado, no siempre la comunicación resulta estratégica, ni aquélla que es verbalizada por sus voceros, ni aquélla que comunica a través de todos los canales y medios a su disposición.

 

 

En cambio, el mundo de la política reconoce que esta herramienta es un factor crítico de éxito en el marco de una campaña electoral o de la comunicación gubernamental, y por ende, mucho tiempo se dedicará a “estrategizar” el lenguaje y su uso.

 

 

Cuando hablamos, no sólo describimos e informamos, sino que consciente o inconscientemente generamos acciones o reacciones en los demás, construimos percepciones e interpretaciones que generan barreras o allanan caminos al acuerdo y el entendimiento.

 

 

Este enfoque, que tiene su origen en los trabajos del filósofo John Austin, introdujo un cambio importante en la interpretación prevaleciente, hasta el momento, sobre el papel del lenguaje, y ha causado gran impacto en la gerencia, la política y la comunicación. La propuesta de Austin (luego perfeccionada por Searle), es que cuando nos expresamos, utilizamos ciertos verbos llamados “ilocutivos” con los cuales generamos compromisos de acción.

 

 

De allí, lo importante que resulta en toda organización la dedicación de tiempo para revisar su lenguaje y con él, asegurar la construcción de narrativas y discursos apropiados que junto a la planificación de sus “actos del habla”, logren generar los compromisos necesarios con sus audiencias en favor de la viabilidad de sus objetivos y planes de negocio.

 

POR THONY DA SILVA ROMERO

 

Fuente: El dinero.com.do

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