El desenlace
julio 27, 2017 10:27 am

El conserje de mi edificio se prepara para realizar sus compras nerviosas, y son nerviosas no tanto por lo apresuradas sino por la angustia que le produce el poco dinero que tiene para comprar los alimentos de una semana para su familia. Me comenta que afortunadamente su compadre le prestó 100mil Bs para completar. Está preocupado porque siente que aquí se puede armar un «vainero» en cualquier momento y lo encuentre sin comida para sus muchachos.

 

 

Cada día que transcurre nos acerca al fatídico momento de las ilegales elecciones y con ellas la fecha del inicio de algo peor a lo que ya es bastante malo. La falsa constituyente parece ser el punto de inflexión entre la actual forma de Estado y uno nuevo, mas controlador. Es también el refugio de quienes perdieron toda conexión con el pueblo que dicen representar y con el que aspiran liberarse de cualquier elección medianamente decente y transparente. ¿Pero en verdad esa pantomima de elección, cuyo resultado numérico y de nombres electos no tengo dudas de que ya se tienen registros, los salvará? Sinceramente no lo creo, o al menos no por mucho tiempo.

 

 

Mucho se ha diagnosticado sobre las razones de la crisis. Su origen, aunque fundamentalmente político, desde hace rato está instalado en el ámbito social, y eso no cambiará porque se den vestimenta de Estado totalitario. Porque los problemas de desabastecimiento, inflación y desempleo no se resuelven con más represión sino con diferentes políticas, y ese cambio de políticas necesita de liderazgo, de mucho liderazgo, de confianza y credibilidad, y eso es lo que está más escaso en quienes detentan el poder. Simplificar el mando al uso abusivo de la fuerza de las armas tiene sus límites, más aún cuando no se cuenta con una figura emblemática que despierte algún misticismo mágico religioso entre los más pobres y necesitados de abrazarse a un acto de fe. Así que la probable realización de unas elecciones pírricas, tan solo agudizarán el conflicto, y con ello la crisis de gobernabilidad. La pregunta es hasta cuándo y con qué probable desenlace. La crisis tiene rostro de violencia y parece como inevitable eso que en nuestras mentes anida y no nos gusta dar por inminente, más muertes de compatriotas. Difícil presagiar hasta cuándo se prolongue el infierno, estando ya en él, pero en estas condiciones sólo es imaginable mantenerse en el poder con el uso de las armas, y la hegemonía sustentada nada más en la fuerza es poco probable mantenerla por un tiempo prolongado.

 

 

Los que han usado el poder creyendo que nunca lo dejarían se acostumbraron a todo tipo de abusos, y llegado el momento de rendir cuentas a la sociedad apelan a su estirpe totalitaria para evitar encontrarse con la justicia. Son los voceros del todo o nada, y con su discurso radical empujan al resto a una confrontación insensata. Parece increíble que un hombre con tan pocas ideas, y esas pocas tan poco útiles, como Diosdado Cabello, sea el adalid del lenguaje dominante en el lado de quienes se apropiaron del poder. Tampoco deja de resultar insólito que una minoría, que con dificultad llega al 15% de apoyo, pueda imponerle su dominio al resto de la sociedad en pleno siglo XXI.

 

 

Corre ya la hora 0, se anuncia el paro de 48 horas y los dirigentes opositores llaman a que los ciudadanos nos preparemos mental y físicamente para las próximas horas. Nicolás Maduro, por su parte, hizo un paréntesis a su poco creíble retórica de la paz y el diálogo, para anunciar cárcel para Carlos Ocaríz y Freddy Guevara, líderes de PJ y VP, respectivamente. El SEBIN sale a cazar a jóvenes militantes opositores. Un panorama macabro que no parece poder detener nadie. Bien lo expresó Freddy Guevara citando a Mandela en días pasados, al responderle a una Mary Pili Hernández más preocupada por las trancas que por los más de 100 muertos de estos cuatro meses de protestas: «el poder marca la pauta de cómo se desarrolla la lucha», decía. Son los que tienen el poder fáctico, y de ellos especialmente Maduro, quienes tienen la posibilidad de parar esta insensatez, esta catástrofe de desolación y muerte. Si Maduro se deslinda del radicalismo ramplón y tosco, tan similar al militarismo gorilesco sureño, y se aviene a la sensatez, detiene esa picardía mayúscula que es su constituyente, y abre las posibilidades a una salida en paz, de seguro cambiaría el rumbo de la historia, el final ya no dependería de la fuerza y se iniciaría una etapa de entendimiento.

 

 

¿Estamos a tiempo de evitar la tragedia histórica que significaría unas fuerzas armadas masacrando a un pueblo indefenso tan solo por permanecer en el poder? Sí, depende más de Maduro y su grupo que del resto de los venezolanos. Si Maduro toma consciencia que el desenlace, más temprano que tarde, nos llevará a unas elecciones transparentes y el eventual cambio de gobierno, quizás pueda comprender que de lo que se trata es de hacer que el capítulo final de esta historia resulte más apegada a la bondad y nobleza y no a la crueldad y miseria que cohabita en cada ser humano. @cesarmorillo7
César Morillo H.

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