El círculo de la muerte
enero 20, 2018 6:35 pm

 

 

Un círculo vicioso no es un burdel redondo, pero se le parece bastante. O quizás deberíamos hablar de un burdel esférico. Sucede que los vicios nunca se dan en un mismo plano. Son esencialmente tridimensionales. Se manifiestan desde la derecha y desde la izquierda; descienden desde alturas divinas, pues hay mucho vicio con ropajes ideológicos que te jalan hacia lo que solemos llamar el infierno.

 

 

 

La cuarta dimensión es la del tiempo. En ese transcurrir los círculos viciosos manifiestan su esencia, nutrirse a sí mismos y hacerse más poderosos en cada rotación. Un ejemplo notable ocurre en Venezuela. ¿Cómo se comprende que un gobierno famoso en el mundo entero por corrupto e incompetente permanezca en el poder? Es cuestión de explorar desde la corteza de la esfera hacia el centro de su meollo para entender que en la propia pregunta está la respuesta:

 

 

—Precisamente, por corrupto e incompetente.

 

 

 

Este adverbio me recuerda un cuento de los años setenta sobre un portugués que repartía pan y periódico a domicilio y se enamoró de una joven cuando la vio saliendo una mañana para la universidad. Esa misma noche se presentó a pedirle la mano al padre de la niña, quien le explicó al portugués que su hija era demasiado refinada para un repartidor de pan.

 

 

 

—En fin, Joao, mi hija es muy peculiar —dijo el orgulloso padre para rematar.

 

 

 

Al oír esto al portugués se le iluminó el rostro y exclamo alborozado:

 

 

 

—Precisamente, pe culiar es que la quiero.

 

 

Los chistes tienen sus enseñanzas y esta es muy válida. Lo que el fatuo padre cree que hace a su hija inalcanzable es lo que a Joao más le atrae; a más engreídas pretensiones más ardor, y así se va cerrando el círculo al mismo tiempo que pierde sentido.

 

 

Veamos algunas ecuaciones que ilustran cómo se aplica la misma fórmula a Venezuela:

 

 

 

¿Cómo permanece en el poder un gobierno que destruyó la producción nacional?

 

 

 

Precisamente, convirtiéndose en la única fuente de alimento y controlándola a su antojo.

 

 

 

¿Cómo permanece en el poder un gobierno que obligó a más de dos millones de sus ciudadanos a emigrar?

 

 

 

Precisamente, hostigando a la población más emprendedora y resuelta a no soportar una dictadura hasta hacerla claudicar y marcharse.

 

 

 

¿Cómo permanece en el poder un gobierno que es esencialmente corrupto y corruptor?

 

 

 

Precisamente, corrompiendo las relaciones establecidas y creando unas propias que favorecen exclusivamente a sus partidarios, quienes se ven obligados a aceptarlas y participar en la rapiña.

 

 

 

Para otras preguntas la respuesta es más obvia y no hace falta precisarla.

 

 

 

¿Cómo permanece en el poder un gobierno que ha castrado a la Asamblea Nacional, el más democrático y representativo de los poderes, hasta convertirla en un espectro?

 

 

 

¿Cómo permanece en el poder un gobierno que acabó con la independencia de los poderes?

 

 

 

A medida que este círculo da más y más giros los defectos se van convirtiendo en cualidades y los vicios en virtudes, hasta poder decir: “No hay bien que por mal no valga”, y otra condición más grave: “Los medios justifican el fin”. Sobre estas dos graves inversiones hablaremos en un próximo ensayo.

 

 

 

Teodoro Petkoff criticó una vez a los ministros de Carlos Andrés II diciendo que les faltaba burdel; los de ahora son los chulos que regentan el prostíbulo.

 

 

 

Para combatir este blindado burdel redondo lo primero es caracterizarlo, definir su personalidad y destino. Hace unos años fue calificado como una “media dictadura”. Hoy sabemos que es una “dictadura y media”, pues la mitad que le faltaba es la mitad que le sobra.

 

 

 

La dictadura de Gómez y la de Marcos Pérez Jiménez las dirigía un militar que se apoyaba en unos civiles competentes para manejar los ministerios. La dictadura actual está dirigida por unos civiles que se apoyan en militares para manejar las instituciones civiles. De manera que esa supuesta cabeza civil, lejos de ser un atenuante, es una apariencia que genera y alcahuetea unas enormes dosis de incompetencia. Ya conocemos los efectos de poner a producir y distribuir a quienes dominan y aplastan.

 

 

 

Pero aún no hemos llegado al centro de la caracterización.

 

 

 

Aristóteles escribió que uno de los elementos más importantes de la tragedia es el “carácter”: la habilidad de mostrar que el personaje ha tomado una elección, que ha elegido un destino. ¿Qué destino nos ha impuesto y se ha impuesto este gobierno? ¿Qué busca este organismo que se alimenta de su estela de destrucción? No quiero hacer una lista de fracasos que ya espanta por lo obvia. Permítanme llegar pronto al único destino elegido en que han sido exitosos: permanecer en el poder.

 

 

 

Este poder cuyo único objetivo es seguir siendo poder, nos dibuja una figura que se cierra sobre sí misma. Hay un componente de fatalidad en ser cada vez más poderoso y más inútil. Esto nos asoma a una maldición que nos incluye: el problema fundamental de este gobierno no es cómo sobrevivir, sino cómo enfrentar la imposibilidad de morir. Cuando el único objetivo de la vida es mantenerse vivo, es señal de que estamos muy cerca de la muerte. Nuestro caso es aún más grave, pues estamos ante un gobierno que ya no puede morir dignamente. El destino que enfrenta, y la esencia de su carácter, es no poder generar vida ni preservar la que aún existe. La verdadera dimensión de su tragedia la describe el Apocalipsis: “Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero hasta la muerte huirá de ellos”.

 

 

El dramaturgo Antonio Gala eligió las palabras que quiere en su epitafio:

 

 

Muero vivo.

 

 

 

Este gobierno también ha elegido las suyas:

 

 

 

Vivo muerto.

 

 

 

 

Federico Vegas

Prodavinci