El bachaco y la hormiguita
marzo 21, 2015 3:37 am

Hormiguita: el contrabandista de pequeñas cantidades de mercancía comprada en Venezuela y llevada a cualquier punto de los 19 estados fronterizos (terrestres, marítimos, lacustres y fluviales) que han sido clasificados así en nuestro país. Bachaco: contrabandista en masa que lleva mercancía ilícita por cualquier cantidad a través de medios más sofisticados y mejor logística (incluidos los sobornos) a todos los puntos conocidos y públicos por los que se atraviesa la geografía nacional hacia otro país. O sea, el delito de contrabando se ha convertido en un fenómeno social y un mecanismo para enriquecerse rápidamente para algunos o para sobrevivir en medio de la menesterosidad para muchos.

 

 

No cabe duda que la ley que controla los precios y los califica de «justos» se ha convertido en un factor criminógeno: no solo no logra reducirlos o mantenerlos estables, sino que ha estimulado el contrabando a niveles masivos e industrializados, con pérdida material de recursos en cifras incalculables. Ni hablar de la reventa dentro de las fronteras nacionales: el buhonerismo y el «resuelve» son fenómenos urbanos de la llamada economía informal, ahora criminalizados sin éxito alguno. El régimen cambiario ha tendido un peso decisivo en este drama.

 

 

Adicional a ello, nuevos oficios se han registrado de forma abrumadora: guardapuestos, guardacupos, alquileres de sillas y sombrillas, etc., todo ello relacionado con las colas a granel para conseguir algún producto en los supermercados del Estado y en tiendas. Ya no asombran los parqueros y «daleros» (el que dice dale, dale, dale, en los estacionamientos) en la búsqueda de puestos para estacionar un carro: gente de escasa educación, sin oportunidades de trabajo formal, productivo y creador.

 

 

La afectación profunda de los derechos humanos de propiedad y de libre comercio está en la raíz del problema: escasez de productos debido a la falta de producción nacional, desempleo por el cierre de empresas, inflación galopante y sin freno, pérdida del valor de la moneda nacional y un sinfín de trastornos económicos, nada más que por imponer un modelo ideológico que no guarda relación racional con la economía social de mercado. La historia, la corrupción y las hambrunas debieron enseñarnos a no repetir los errores soviéticos, chinos, cubanos y de otros países que ya pasaron por esto en el siglo XX y tuvieron que volver al sendero del mercado.

 

 

A todo lo anterior se suma el desmadre de la delincuencia violenta: bandas que matan sin motivo y al azar a cualquiera, linchamientos por motivos banales, venganzas con 20 y más disparos mortales, ajuste de cuentas de cosas que nadie sabe qué lo originó. En fin, demasiados homicidios para un pueblo que era pacífico, alegre y frívolo. Ni que decir de los secuestros, atracos hurtos, estafas y demás delitos que quedan impunes. Una tragedia.

 

 

De esta manera, el control legal y la represión penal de la economía de mercado han producido un efecto al revés, paradojal y absurdo. Más de 80 leyes penales con más de 900 delitos son datos demasiado abrumadores. La discrecionalidad y la impunidad han ocasionado una gran corrupción. Hace falta entender esto y crear un mejor ambiente a los derechos humanos, todos ellos universales, interdependientes, indivisibles y progresivos, como reza la Constitución. Esa es la fórmula contra el bachaqueo y el hormigueo. ¡Funciona muy bien en otros lugares!

 

 

fernando.fernandez@bakermckenzie.com