logo azul

Dependencia Económica de Cuba. Entre el Mito y las Medias Verdades.

Categorías

Opiniones

Dependencia Económica de Cuba. Entre el Mito y las Medias Verdades.

Pase lo que pase en los próximos meses y años, es seguro que el anuncio del pasado 17 diciembre por los presidentes Obama y Castro marca el comienzo de una nueva época en la historia de las relaciones diplomáticas y económicas entre Cuba y Estados Unidos. Desafortunadamente, hace varias décadas ya que manipula esta larga y compleja historia el gobierno castrista para sus propios fines propagandistas y, como resultado, florecen dentro de la población cubana varios mitos referentes a una supuesta dependencia económica de Cuba en la época pre-castrista. Si los cubanos vamos a formar parte de esta nueva época que nos toca la puerta, estos mitos hay que desmentir y sustituir por una historia verdadera.

 

 

Desde que era niño oigo repetir como un rezo aquello de que la economía cubana estaba hasta el año 1959 en manos de los Estados Unidos, que Cuba era una colonia, sin establecer con claridad si era en manos del gobierno norteamericano, de los capitalistas norteamericanos o de ambos a la vez.  Para ser justos, el gobierno de aquel país sólo tenía en arriendo el semidesértico pedazo de tierra ubicado en la bahía de Guantánamo como recuerdo ignominioso de la Enmienda Platt.

 

 

Tengo delante el libro “Los Propietarios de Cuba”, enjundiosa obra de Guillermo Jiménez Soler publicada por la Editorial de Ciencias Sociales en su tercera edición correspondiente al año 2008. Gracias a un amigo gentil y confiado, puedo consultarlo después de haber perdido en un préstamo aciago un ejemplar de esta valiosa obra.

 

 

Se trata de la relación detallada de los 550 hombres de negocios más poderosos de la isla en el año 1958, sus biografías, propiedades y el origen de las mismas. La lista, aunque extensa, no incluye a los miles de pequeños y medianos empresarios propietarios de bodegas, carnicerías, fondas, tiendas de ropa, zapaterías, farmacias, fábricas, talleres, sastrerías, restaurantes, cines, cafeterías, bares y clubes nocturnos, quincallas, puestos de frutas, posadas, carretillas, guaraperas, almacenes y chinchales que pululaban a lo largo y ancho de nuestra geografía.

 

Es significativo que de estos 550 empresarios sólo 28 fueran norteamericanos, algunos de ellos con apellidos tan poco anglosajones como Braga Rionda, Díaz, Estrada Palma, García-Montes, Lazo Guiral y Núñez Portuondo.

 

 

En total, de 120 centrales azucareros en funcionamiento, sólo 15 se encontraban en manos de norteamericanos. Los norteamericanos propietarios de fincas ganaderas eran 5. Es cierto que algunas de estas fincas eran enormes, casi del tamaño de cualquier pequeña isla del Caribe, pero sustituir aquellos latifundios con otro aún mayor en manos del Estado no fue una solución al problema, sino la conversión de tierras hasta ese momento productivas en eriales cubiertos de marabú (Dichrostachys cinérea), planta espinosa invasora considerada una plaga.

 

 

De las 26 empresas norteamericanas expropiadas por la ley de 6 de agosto de 1960, 21 eran empresas relacionadas con la producción y comercialización de azúcar. Las otras 5 fueron: la Compañía Cubana de Electricidad, la Compañía Cubana de Teléfonos, la Esso Standard Oil S.A., la Texas Co. West Indies Ltd. y la Sinclair Cuba Oil S.A.

 

 

El 17 de septiembre de 1960 fueron nacionalizados los bancos norteamericanos, con lo cual desaparecía toda esperanza de obtener créditos para el financiamiento de proyecto alguno. El máximo líder les tiró la puerta en la cara a los empresarios norteamericanos, pasó el cerrojo y botó la llave. A pesar de esto, a partir de la desaparición del subsidio soviético cada año se escuchan los quejidos revolucionarios en la Asamblea General de la ONU.

 

Las minas, centrales azucareros, fincas ganaderas, fábricas, refinerías, almacenes y demás empresas capitalistas norteamericanas, cubanas o de nacionales de cualquier otro país que operaban en Cuba eran eficientes y generaban riquezas, empleo, servicios y bienes exportables o dirigidos al consumo interno del país. Una vez convertidas en propiedad estatal, las empresas antes rentables se convirtieron en catedrales de la ineficiencia y la corrupción gubernamental. La planificación de la producción consiguió que millones de unidades de productos inservibles abarrotaran los almacenes, mientras los insumos necesarios para la economía y los artículos de consumo debían ser importados.

 

 

El personal burocrático sin relación alguna con la producción aumentó en forma exponencial en la búsqueda del pleno empleo, tan importante para los comunistas como imposible en la realidad.

 

El precio pagado por la expropiación de aquellas tierras e industrias ha sido elevado, principalmente por lo pésimo administrador que fue Fidel Castro y lo absurdo del sistema económico escogido.

 

¿Cuál es el mensaje que envía Raúl Castro cuando reclama o implora la inversión directa de los capitalistas norteamericanos y el otorgamiento de créditos, es decir, el levantamiento unilateral del embargo? El pedir limosna con escopeta es una de las características que convierte la gestión del gobierno cubano en una bufonada aunque sea aplaudida en la Asamblea General de las Naciones Unidas por representantes de gobiernos supuestamente serios.

 

Querer normalizar las relaciones económicas con el vecino del norte en la era de la globalización post soviética es reconocer tácitamente que las nacionalizaciones sin justa compensación fueron un error producto de una mezcla de soberbia y lectura apresurada de algunos manuales de marxismo, que la inversión de capital norteamericano en Cuba no significa y nunca lo fue un peligro para la soberanía, que los métodos de dirección de la producción de los empresarios capitalistas son los únicos eficientes aunque puedan parecer crueles para tantos vagos que andan por ahí, que sólo la empresa privada es capaz de generar las riquezas que el Estado necesita para llevar adelante los proyectos sociales, que es imprescindible respetar las leyes del mercado si quiere lograrse el desarrollo sostenible y, por último, que el socialismo con su planificación estatal centralizada no es más que la fuente original de todos los horrores vividos.

 

 

Aunque significativo, el aporte del capital norteamericano a la economía cubana no hacía de Cuba una colonia como han querido hacer ver los comunistas. La inversión de capitales, la importación de tecnología y el intercambio comercial existente entre estos dos países hasta 1958 es el sueño de los gobernantes cubanos desde la desaparición de la Unión Soviética, con la desventaja actual de que la improductividad crónica que afecta a la isla la convertiría en pocos años en deudor de grandes sumas que no habría como pagar salvo con la venta a pedazos del patrimonio nacional.

 

 

Los males de Cuba antes de 1959 eran de índole política y jurídica, lo mismo que en cualquier otra parte del mundo donde aprender el ejercicio de la democracia es una tarea larga y paciente. Lo vulnerado en el país eran los derechos civiles y políticos fundamentales de los ciudadanos que Fidel Castro prometió restituir y no cumplió, tal como ha ocurrido siempre en la historia de este país.

 

 

Fidel Castro manipuló al pueblo cuando hizo creer que después de derrocado Batista los siguientes enemigos eran los capitalistas y el gobierno norteamericano; manipuló a los empresarios nacionales cuando aportaron millones de dólares a la causa revolucionaria creídos de que la democracia sería restablecida y manipuló a los mismos norteamericanos cuando los obligó a ponerse en su contra con medidas irracionales y provocadoras. Aquellos polvos nacionalizadores trajeron estos fangueros de atraso económico y dependencia del exterior.

 

En el 2015 se inicia una nueva etapa. A partir de los cambios anunciados por el Presidente Obama en las relaciones Cuba-Estados Unidos. Hay esperanzas, pero también miedos. Ni el régimen cubano ni los opositores políticos dentro y fuera de Cuba se encuentran verdaderamente preparados para los tiempos que se avecinan. El régimen teme una pérdida de poder, mientras los opositores sienten que los han abandonado a su suerte. Quizás ambas partes tienen algo de razón y esto podría ser lo mejor para Cuba, una dictadura debilitada y una oposición que confíe más en sus propias capacidades que en el Congreso de Washington para que los cubanos vuelvan a ser los propietarios de Cuba.

 

 

hildebrando.chaviano@yahoo.com

Fuentes:

Jiménez Soler, Guillermo; Los Propietarios de Cuba 1958, Ed. Ciencias Sociales, La Habana 2008.

Seis Leyes de la Revolución, Instituto Cubano del Libro, 1973.

Comparte esta noticia:

Contáctanos

Envíe sus comentarios, informaciones, preguntas, dudas y síguenos en nuestras redes sociales

Publicidad

Si desea obtener información acerca de
cómo publicar con nosotros puedes Escríbirnos

Nuestro Boletín de noticias

Suscríbase a nuestro boletín y le enviaremos por correo electrónico las últimas publicaciones.