¿De las civilizaciones del fin del mundo? (parte segunda)
agosto 16, 2019 2:47 am

 

“En aquellas épocas el cielo y la tierra eran tan brillantes como la luz misma y cada uno encerraba dentro de sí los principios del yin y del yang, a cuya unión todo debe su existencia. Durante los 5.400 años que siguieron, en efecto, aparecieron las bestias, los animales y los hombres. De esta forma, quedaron establecidas para siempre las tres fuerzas que rigen los destinos de la naturaleza: el Cielo, la Tierra y el Hombre, que como queda dicho, vio la luz durante la milagrosa época del Ying”. Anónimo chino, Viaje al Oeste”

 

 

Reiniciando nuestra reflexión sobre las civilizaciones del fin del mundo aclararemos que no se trata de profetizar ni muchísimo menos y tampoco teorizar sobre apocaliptología. Quisimos, eso sí, mostrar algunos rasgos de la decadencia de los escenarios sociales mundiales en la perspectiva de las civilizaciones que las integran, advirtiendo sus tensiones como centrífugas y sus orientaciones hacia la confrontación por el control y el dominio de lo económico de un lado y de lo religioso del otro.

 

 

En efecto, el islam constituye un anacronismo que se quisiera inmóvil, para venerar a un Dios cuya palabra recógese en el Corán, eterna y no creada que Mahoma sin saber leer ni escribir recibió de Alá y asistido vertió en lo que configurose como el texto. De allí que, escrito en árabe clásico, no puede ser traducido y si lo es, será tratado como una interpretación.

 

Esas hermosísimas oraciones y relatos que reciben y albergan a Jesús y a María, que habrían sido transmitidas a través del arcángel Gabriel, son atemporales. Esas enseñanzas de una profunda valoración moral exhiben una transversalizada pretensión de universalidad que desde luego en la cuasi unanimidad de los exegetas, compromete al creyente a difundir su fe y no tolera ninguna otra. Su compulsión de predominio divide el mundo entre practicantes e infieles y los asume como antagónicos. Los derechos humanos vienen, si acaso, después de los asuntos religiosos que consagran, en la experiencia conocida, un trato deferente y preferente al hombre y a su familia, ante la mujer claramente disminuida en su capacidad civil, política, institucional.

 

 

Es una cosmovisión sesgada y totalizante sujeta a sus usos y creencias a sus fieles, cuya vida está aún para lo más mínimo pautada y en la que la jerarquía es soberana.

 

 

Hoy en día y como resultado de esa pasión intensa y avasallante se constata que en lo que llaman el Atlas de los conflictos bélicos del mundo, más de la mitad de ellos e in crescendo tienen que ver con el intento de fagocitarlo todo, propio del islam.

 

Divisiones abundan por razones distintas entre ellos pero, en lo general, el sharia los conduce en la cotidianidad y las enemistades pululan. Buena parte de las guerras se cumplen entre ellos mismos y significan un indudable factor belígeno. Los regímenes islámicos son, por lo general, despóticos, nepóticos y autoritarios, lo cual hace casi imposible una democracia constitucional como se pensaría en Occidente.

 

 

Provoca acotar otros comentarios sobre la civilización islámica, pero no es posible en un artículo de prensa; nos conformaremos con los muy someros datos suministrados.

 

 

¿Es América Latina una civilización? Llegó a ser latina esta parte de América para distinguirla de la anglosajona en opinión de Michel Chevalier en 1836. Luego se difundió y posicionó para definir a los países de lenguas de origen latino, español, portugués y francés. Es un continente de más de 20 millones de kilómetros cuadrados con muchas cosas en común y también sus diferencias. ¿Una civilización? Heredera de Europa y del cristianismo con instituciones y mucha influencia de Estados Unidos de Norteamérica pugna por ser mas desde 1492 y no lo concreta. No es un factor “per se” en la definición del destino del mundo y deambula entre sus formidables potencialidades y sus contradicciones. Socialmente y económicamente discreta, políticamente siempre inmadura, vacilante.

 

África es un continente con similitudes y proximidades, pero no es una civilización tampoco; siendo que la diversidad y las barreras étnicas, lingüísticas, religiosas, económicas, sociales lo ponen en duda. Étnicas decíamos, porque se cultivan afanosamente las diferenciaciones y se rivaliza desde siempre. Mucha culpa tuvo el colonizador además. Tiene como la América Latina un enorme potencial, pero todavía no lo concientiza y menos aún convierte en una palanca para su desarrollo homogéneo.

 

 

¿Por qué hoy nos atrevemos a interrogarnos, si las civilizaciones mencionadas, con la venia de los historiadores, europeos, asiáticos en general, chinos en particular, rusos, norteamericanos, alojan en su dinámica el fin del mundo?

 

Nos vienen al espíritu unas preguntas que apuntan hacia los actuales desafíos y retos que ante sí tiene la humanidad y su respuesta como tal. El futuro nos está cayendo encima sin percatarnos de todos sus contenidos, de sus pruebas y capacidades para que, recordando a Toynbee, superemos o perezcamos en el tour de force. Llegó el tiempo de la responsabilidad, como diría Hans Jonas.

 

 

El primero de los duelos es el modelo de producción y consumo que nos arrastra hacia las brasas e inundaciones consecuentes con el cambio climático. La ignorancia de unos y el cinismo, el cálculo, el fariseísmo que denuncia alguna teorización sobre los dioses liberales que llaman “Teotwawki.”¿El capitalismo  conduce a que termine el mundo, al menos el que conocemos? No hemos tomado ni queremos asumir la amplitud de ese contencioso.

 

 

El discurso y las acciones del presidente Trump y cabe por ello más una angustia que una simple preocupación, nos debe llenar de verdadero temor. A pesar de la notable inteligencia del mandatario se perciben ademanes constantes de soberbia e ignorancia de la historia y geopolítica, relacionados con temas raciales y económicos que, como antes dijimos, son cruciales en un hombre que tiene en sus manos el botón nuclear. El forcejeo permanente con todos y cada uno lo muestra hosco, caprichoso, impredecible y lidera la nación más poderosa militarmente del planeta. Lo hago notar porque buena parte de la amenaza actual tiene que ver con ese elemento. El poder de la extinción parece estar más cerca del hombre que de la naturaleza.

 

La semana próxima concluiremos abordando las otras razones que muestran la hecatombe no solo posible sino en las manos de muchos.

 

 

 Nelson Chitty La Roche 

@nchittylaroche