“Nadie en este mundo posee la verdad absoluta. Es solamente un atributo de Dios. Todo lo que conocemos es una verdad relativa. Por lo tanto, sólo podemos perseguir la verdad tal como la vemos. En tal búsqueda de la verdad, nadie puede perderse”. Mahatma Gandhi, Reflexiones sobre la verdad
Uno de los rasgos más consecuentes en la dinámica de vida de las sociedades sujetas a sistemas de gobierno autoritarios es el condicionamiento de la verdad. No solo de aquella que resalta a los sentidos y se basa en los hechos, sino que también apunta a la interpretación de estos.
Para mejor explicarme, acudiré a una de esas situaciones que en nuestro país está planteada y nos alcanza a todos. Me refiero al resultado electoral del pasado 28 de julio. Todos sabemos que ganó Edmundo y, además, con una ventaja aplastante. También sabemos que ese resultado fue desconocido y en su lugar, hay un elenco de falacias en curso para pretender lograr imponer una secuencia contraria. Verdades ambas, empero, flotantes también, sin asentarse quiero decir, sin significar lo que de ellas se infiere.
Esas verdades están siendo contradichas con otras actuaciones desde el poder, para desestimarlas, vaciarlas y en su lugar, erigir una fabricación que llenaría el espacio de las verdades negadas pero no borradas y cada venezolano lo sabe e incluyo, a las antes fuerzas armadas nacionales que dejaron de serlo, succionadas por la corrupción y la degeneración del sistema del estado constitucional democrático de derecho y de justicia que siguió, paulatinamente al arribo al poder de una clase política que detrás de su discurso populista, escondían un talante antidemocrático, golpista y genuinamente fascista.
El testigo, por excelencia, de lo que describo, es precisamente la FANB que, sin embargo, nada dicen, sabiendo que el Plan República confió las actas y demás elementos probatorios a su custodia, pero se plegó a la maniobra sórdida de sus mandos y del Estado PSUV que, por cierto, constituye delito y burlan al hacerlo, la soberanía nacional, a la que juraron acatar y defender.
Quiero entonces decir que, el país vive la hora de todas las mentiras y debe cargar a cuestas el peso de las verdades que obvia. La realidad, pues, en otras palabras, se constituye de verdades ignoradas y de mentiras que simulan creer. El mundo de la deshonestidad y la inopia moral se fragua con esos elementos.
La sostenibilidad de esa situación puede asegurarse, mientras el miedo y la apostasía de los pobres de espíritu duren, pero llevan muy dentro de sí, como un karma, la conciencia de la falsedad en que moran, yacen en un castillo de arena, del que no pueden salirse, so pena de que se les pueda derrumbar encima.
Entretanto, sigue el coterráneo como el Sísifo la senda del desengaño. La encuesta de Meganálisis, correspondiente al mes de octubre, es patéticamente reveladora de ello: 40% de los encuestados contempla abandonar el país; 90% piensa que ganó Edmundo y 54% de los que se expresan y muchos callan por cautela sostiene que quien debería juramentarse el próximo 10 de enero de 2025 es Edmundo, lo cual deja al candidato derrotado, pero “victorioso,” con un apoyo que ronda el 10% apenas.
La economía se resiente todavía más. El aumento de la inflación, con su secuela de empobrecimiento y especialmente de los débiles, se cumple inexorable cada día; basta mirar cómo se ha disparado el tipo de cambio que ya saltó la talanquera de los 50 bolívares por dólar y el rancho sigue ardiendo.
Veremos cómo se adelanta una política exterior favorable con un entorno desconfiado y displicente, como lo acaba de evidenciar la reunión en Moscú de los BRICS. Llega Trump al norte, el impredecible podríamos llamarle, y el horizonte se ensombrece. Ya los chinos perdieron la fe y todavía no llegamos, ni cerca, a extraer 1 millón de barriles de petróleo por día.
Pareciera que la realidad, como la luz, le hace daño a la oscuridad; no obstante, a todo evento, cabe anotar que no la tiene fácil el régimen; pesa, gravita, agobia mucho la verdad, aun en medio de todas las posverdades del trágico momento que existimos, por cierto, en agonía, además, como nación. ¡Dios nos asista!
Nelson Chitty La Roche
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