¡Danos comida…!

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¡Danos comida…!

 

 

La más colosal de las hambrunas decapitó la Navidad venezolana, pocas familias le apuestan a tener mesas repletas como se disfrutaban hace algunos años. Solo los grandes jerarcas gubernamentales tendrán la esplendidez que concede el estar en el poder; los que carecen de lo mínimo solo anhelan tener algo que llevar a la boca en unas fechas en las que los venezolanos tendremos la paz de los sepulcros, que no es por la muerte instantánea de millones de compatriotas, sino por el vil asesinato del aparato productivo nacional, crimen perpetrado por una revolución que robó las ilusiones y sembró el terror en nuestro mundo. Casi de golpe y porrazo fue robándonos cada espacio hasta dejarnos huérfanos. Desnudos quedamos en manos de la vorágine de abusos, una casta se apropió del erario nacional para hacerla el botín que disfrutan los privilegiados. Son los despiadados que utilizan las necesidades del pueblo para almorzarse al país sobre sus espaldas.

 

 

 

Ya el sueño de muchos se simplifica en poder comer. No existe la ilusión de comprarse ropa o equipar la casa con nuevos enseres, aquí la situación es tan difícil que lograr una ración de alimentos en Navidad será como tocar el cielo con las manos, aquellos excesos con refrigeradores llenos de hallacas quedaron para el recuerdo. Los perniles lograron incrementar su precio de manera increíble, los licores tradicionales tienen el signo de lo prohibido para el escueto presupuesto nacional. Solo se brindará con brebajes artesanales que harán de esos días momentos para recordar de cómo el whisky es un desaparecido en acción. Los vinos son ahora un recuerdo lejano de cuando en Venezuela se disfrutaba de su aroma perfumado por la marca de origen. Los esperados regalos han pasado al álbum del recuerdo. Aquí más que un presente el pueblo lo que desea es poder comer, miles aspiran el milagro de poder tener un bocado para poder alimentar a sus hijos. En la oración nocturna millones de venezolanos solo suplicarán por comida. Muchos niños se imaginarán a San Nicolás sacando de su inmensa bolsa un buen mercado que haga menos dura la carga por unos días. Soñarán con el milagro de poder comer como Dios manda. Quizás exigiéndole algún trozo de carne o pollo que sustituya a frijoles y cambures, los verdaderos auxilios estomacales de una nación hambrienta. Ahora el imaginario personaje navideño no durará semanas leyendo las cartas en las que los niños solicitan regalos. Casi todas pedirán lo mismos: poder comer. En este reino de injusticias solo unos privilegiados tendrán sus faraónicas Navidades. Llenas de los excesos y el desequilibrio gastronómico del usurpador. Son los reyes del reino, los defraudadores del país que harán un gran festín, mientras la mayoría no tiene un pedazo de pan que le sepa a gloria…

 

 

Alexander Cambero

@alecambero

alexandercambero@hotmail.com

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