Y llegó el 9N y no fue precisamente una «Marcha autoconvocada» la que ocupó prensa y redes sociales. Fue la voz fastidiosa pero empoderada de Maduro que desde el viernes 8 comenzó a inducir a esos golilleros que pululan a que no dejaran nada en los anaqueles, que iPad, teléfonos inteligentes, televisores Plasma, licuadoras, tostiarepas y muchos más corotos de enchufar esperaban por ellos. Y como a la hora de agarrar «Mangos bajitos» y Laptops ídem las órdenes del impuesto por «el gigante» no se discuten, se abalanzaron muchos en sus camionetotas, en sus buenos carros, en sus motos privadas y oficiales y le cayeron a Daka como zamuro a podrido.

Quizá esta peste roja que despierta demonios e incita al crimen de alguna manera recordó que ese mismo día, 75 años antes, en Alemania y en Austria unos tipos muy parecidos a ellos decretaron la Kristallnacht o Novemberpogrome. Hitler ordenó también saquear los negocios de los judíos, romper sus cristales, vaciar sus anaqueles y de paso darles una zumba de palos… Maduro conmemoró así un aterrador evento que con seguridad le gustaría emular.

Maduro despertó los demonios en un país cuyo tejido social ha destruido la peste roja… Como pólvora se riega el saqueo, y un tipejo como Ernesto Villegas que desea ser Alcalde Metropolitano para que Jacqueline Faría eche una descansadita, dice muy serio él: ¡Aquí no hubo saqueos, aquí hubo compras sin pagar!

Desde hace una semana no se habla ni de inflación ni de escasez, se habla de especulación y por eso ninguna tienda, industria, o propiedad privada es «caca» porque los habilidosos invasores cubanos que viven sacándole filo a una bola de billar encontraron otro chivo expiatorio, o muchos… La Revolución es la mar de buena, malos son los parásitos antirrevolucionarios que especulan y empañan el sueño del Gigante rojo, de su prole que sigue viviendo en La Casona y del atajo de zafios que dejan robar, porque hacerlo es su modus vivendi y operandi.

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Por Eleonora Bruzual