¿Capriles se oye a sí mismo?

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¿Capriles se oye a sí mismo?

Impresiona la audacia con la cual Henrique Capriles Radonski reta a Nicolás Maduro y promete hacerlo añicos en un debate electoral. ¿Será que este pana no ha hecho nunca el sano ejercicio de ver los videos de sus propias actuaciones públicas; oír con detenimiento sus particulares discursos; leer las transcripciones de sus palabras suyas de él en ruedas de prensa y mítines? Francamente, si lo hiciera -siempre y cuando abordase esa introspección con espíritu crítico y sin autoindulgencia-, moderaría un poco (o tal vez mucho) sus pretensiones de gran orador y polemista.

 

Uno entiende que Capriles es joven. Y en la juventud se comete a menudo ese error de creerse muy bueno en actividades en las que uno más bien les provoca embarazosos ataques de pena ajena a los amigos sinceros. Pero, ¡vamos!, tampoco es un adolescente buscando su propio yo. Es un señor de 40 años, con 15 de carrera política, que ya debería saber más o menos lo que se le da bien y lo que no se le da en absoluto. Verbigracia, hilar un discurso.

 

Analicemos las características del candidato opositor para una eventual lucha de palabras. Comencemos con el problema básico, el contenido: Capriles no parece tener mucha idea de qué decir ni tampoco de cómo decirlo. Y así no se puede llegar a ser un Demóstenes, ni siquiera en la poco exigente liga de la MUD.

 

No es culpa exclusiva de él, justo es acotarlo. De hecho, cualquiera que estuviera en esa difícil posición confrontaría problemas parecidos. Los temas en los que Capriles -o cualquier otro- podría ser sincero y tener posiciones firmes son precisamente aquellos respecto a los cuales es mejor hacerse el loco: la desregulación laboral, la desnacionalización de la industria petrolera, la privatización de servicios públicos, el despido masivo de empleados estatales y un etcétera con forma de paquete.

 

Veamos ahora lo emocional. Puede que Capriles desate pasiones entre los opositores, tal como lo contó el escritor de telenovelas Leonardo Padrón, durante la campaña anterior. Pero de lo que estamos hablando es de conquistar a los no opositores, ¿o no es de eso? Y para esa labor, específicamente, su discurso surte un efecto cada vez más adverso. Sus palabras el día que aceptó la candidatura, son un ejemplo claro de alguien que pretende convencer a un sector del país cuyos sentimientos está sumamente lejos de entender. Su frase «Chávez está muerto y nadie se los puede devolver» no es precisamente un gesto para acercarse al chavismo en el trance actual. Más bien recuerda lo que «el Chino» Valera Mora dijo una vez de Rafael Caldera: «donde va el corazón tiene un rollo de alambre de púas». ¿Será que este hombre nunca hace el ejercicio de oírse a sí mismo?

 

clodoher@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Clodovaldo Hernández

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