La noche del 20 de mayo de 1955, el exilio político venezolano realizó en Ciudad de México un homenaje al gran conductor democrático Alberto Carnevali, que había muerto dos años antes en la Penitenciaría General de San Juan de los Morros. El orador estelar fue su compañero de Acción Democrática, Andrés Eloy Blanco. Al salir del acto, el poeta tiene un accidente automovilístico, a consecuencia del cual fallece al día siguiente, 21 de mayo.

La lucha por la libertad y la democracia los unió en la vida, la cercanía de la muerte los unió de nuevo.

Alberto Carnevali fue, como Leonardo Ruiz Pineda, figura esclarecida y fundamental de la resistencia contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En su discurso de aquella noche mexicana, Andrés Eloy dijo que Alberto “era fe y disciplina, era un gran estratega de la política venezolana… en su risa, en su valor, cabía el héroe” y sentenciaba que “en el molde de ese héroe vaciamos la carne de los pueblos”. Se nos fue a los 37 años de edad, cuando el futuro lo esperaba con su reconocimiento, lo que hizo decir a Rómulo Betancourt: “No me cabe la menor duda de que de no haber el destino, o lo que fuere, tronchado en agraz la trayectoria política de Alberto Carnevali, él hubiera llegado a ocupar, con el indiscutible derecho de sus cualidades excepcionales, y con el aval del pueblo, la Presidencia de la República”. Ese presagio venía de quien lo conoció bien y tenía mirada afilada para ver lejos.

Andrés Eloy, a la par de gran poeta, era un orador insigne. Su palabra luminosa pasó por la tribuna pública del mitin y por la tribuna parlamentaria. El pueblo oía con atención casi religiosa cómo hilvanaba sus argumentos y metáforas hasta estallar en prolongadas ovaciones. Su último discurso, el último que floreció en su boca, fue el que pronunció rindiéndole tributo a la memoria de Alberto Carnevali. Juntos en la vida y en la muerte.
Allá en México, ante el cuerpo inerme de Andrés Eloy, el poeta español León Felipe dijo recitando:

 
“Aquí no ha muerto nadie.
Un muerto no habla ni canta…y este poeta sigue hablando y cantando
Y si este poeta habla y canta… ¡no está muerto!”.

 
Carlos Canache Mata