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¿Agoniza Copei?

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¿Agoniza Copei?

“A la larga todos estaremos muertos”.

J. M. Keynes

 

Mucha gente me pregunta si el partido socialcristiano Copei ¿desapareció de la geografía política nacional? La sola interrogante se acompaña, según el caso, de incredulidad, sorpresa, tristeza o amargura. Suelo responderle a los militantes y amigos de la organización, interpelándolos si se sienten separados de su dirección, pero especialmente, si se asumen extraños al partido.

 

 

 

Recordaba a Pepe Rodríguez Iturbe decir en reunión del Comité Nacional del partido, cuando éramos primera fuerza nacional o muy cerca de serlo, que “un partido era una comunidad de espíritus que actuaba con espíritu de comunidad”. En un partido que se reclama guiado por la doctrina social de la iglesia la afirmación del maracucho no era retórica ni mucho menos. Suponía un ejercicio existencial ceñido a principios estrictos de solidaridad y caridad. Se trata de ver la actuación de la organización desde y en el prisma del servicio al prójimo, desinteresado y generoso. Para un cristiano la política es y debe ser una oportunidad de amar.

 

 

 

 

Copei creció mientras se mantuvo en un hermetismo ético y si bien, concurrió a la complejidad de los conflictos y su abordaje plural, apuntando su acción a la construcción de una democracia consensual, con aciertos y errores, lo hizo empeñado en un bien superior, la libertad y la justicia social.

 

 

 

El país todo se metió en una onda pragmática, calculadora y aventurera desde la anti política y los giros de las oligarquías que surgen, me temo, inevitablemente, en las sociedades democráticas para comprometer seriamente a las susodichas. Los medios de comunicación y los partidos cayeron en el juego y así derivamos en el pandemónium que trajo la irracionalidad y con Goya repito que, “El sueño de la razón engendra monstruos”. Nótese que no es, el fenómeno, típico de nuestro país o del continente. Europa vio como la Democracia Cristiana italiana gobernó durante cincuenta años y de pronto, desgastada, desprestigiada, frivolizada se desmoronó y desapareció dejando así el espacio para que aparecieran a ocuparlo, poderes salvajes como los llama Luigi Ferrajoli refiriéndose a Silvio Berlusconi y su movimiento político.

 

 

 

Venezuela se permitió a Hugo Chávez Frías, harta de muchos hartazgos y pagó el enorme costo de oportunidad que consistió en abandonar la constitucionalidad para meterse en el dictamen de Ceressole y padecer este extravío autoritario de ignorantes y corrompidos que nos arruinó y quizá nos lisió como sociedad. No solo somos pobres como no creíamos que podíamos llegar a ser sino que vamos cada día para peor porque demolemos a diario nuestra institucionalidad. En el camino, destruimos nuestra organización social y nuestra sociedad civil la cargamos ingenuos, fatuos de un lastre de desprestigio. Los partidos políticos fueron blanco del monstruo irracional que erigió el populismo para justificarlo todo y en particular el monopolio del corazón. “Solo el chavismo salva del lago que arde con fuego.”

 

 

 

Aunque luzca cataléptico, Copei no ha muerto, pero, vive un instante gravoso, pesado, titubeante. Por cierto, Venezuela también se mueve en las movedizas arenas de la resignación como resultado de la fatiga y sus debilidades ciudadanas, pero, no creo ineluctable el determinismo de Spengler que miró la historia como una sucesión de ciclos y prefiero la ilusión de Toynbee y que seremos capaces, Copei incluido, de superar el tour de forcé de esta hora. Dios con nosotros

 

 

Nelson Chitty La Roche

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