¿A qué juega el CNE?
abril 24, 2013 7:00 am

Entiendo que la institucionalidad pasa por la imparcialidad, la ponderación y la interpretación desinteresada de las normas. Estos son elementos clave, más cuando se cumplen funciones de «arbitraje».

 

Pero nuestro CNE ha dado claras demostraciones de entender poco estos factores a lo largo de los años. Más aún, combina su tendenciosa gestión con un nuevo elemento que lo hace mucho más dañino: la infalibilidad.

 

A juzgar por las declaraciones de sus rectores, nuestro sistema electoral es infalible, inviolable, perfecto. La verdad es que se mienten a sí mismos. Tratan de construir un mito que inhiba a los ciudadanos de cuestionar la institución.

 

Esta iniciativa es sumamente peligrosa, pues se acerca mucho al fascismo. La ciudadanía tiene el derecho a pedir que se le rindan cuentas, que se le expliquen las decisiones y que las instituciones revisen y corrijan sus acciones, cuando sea necesario.

 

Nuestro sistema electoral no es perfecto. Se ha avanzado mucho, cierto. Se han conseguido soluciones tecnológicas que le dan fluidez y blindan algunos procesos, pero la transparencia no es sólo un aspecto procedimental. Mucho tienen que ver las políticas, las decisiones u omisiones de otros aspectos que rodean el sustantivo momento del sufragio.

 

Yo no tengo dudas de que cuando votamos, el voto queda registrado según el accionar del votante. Tampoco tengo dudas de que –una vez totalizado– el voto es transmitido fidedignamente al CNE. Pero sí me atrevo a cuestionar todo el contexto en que estos elementos se suceden y que pueden violentar la voluntad del sufragante.

 

Este CNE ha sido permisivo con el Gobierno permitiendo la dilapidación desproporcionada de recursos del Estado en campañas electorales; la extorsión de empleados públicos; el uso tendencioso de los medios de comunicación del Estado y de los medios privados mediante las cadenas; la enorme catarata propagandística que emana de los entes públicos.

 

Tampoco ha hecho nada en contra de acciones ya institucionalizadas en los partidos políticos, como son las operaciones «galope», «avalancha» o «arrastre». O por decirlo de otra manera, la compra o coerción de los votantes.

 

La depuración del REP es otra tarea pendiente y nunca concluida. Un registro colmado de muertos y donde se rumora hay un buen número de ciudadanos ficticios, que al momento del voto son sustituidos por extranjeros o clones.

 

La misma imparcialidad de sus rectores actuales y pasados es cuestionable, y mancha la credibilidad de este CNE. Este sistema electoral fue concebido y se apoya en la gestión de Jorge Rodríguez, quien se presentó como un psiquiatra independiente, pero luego terminó como alto dirigente del PSUV. Los rectores actuales, por su parte, son ya reconocidos abiertamente como «fichas» de las organizaciones políticas de mayor arraigo en el país.

 

Finalmente, el CNE ha tenido conductas que levantan suspicacias y no puede responsabilizar de ellas a terceros: los cambios en las circunscripciones de las últimas elecciones legislativas produjeron el hecho insólito de darle la minoría en la Asamblea Nacional a la fuerza que más votos consiguió. El CNE ha desechado los estándares más exigentes de observación internacional y adoptado esta fantasía tropical del «acompañamiento internacional», en desmedro de su credibilidad.

 

Y finalmente, está la diligencia selectiva. El CNE es bastante diligente y oportuno a veces, y otras veces no tanto. En la reciente crisis política, pudo haber actuado de oficio, pero prefirió esperar por los formalismos del caso. Su directorio anunció al país tras una reunión de horas, que se dio días después del inicio de la crisis, que ampliaría la auditoría, pero luego comentó que eso no alteraría nada. Algo parecido sucedió con las claves de las máquinas en manos de activistas del PSUV.

 

Se supone que el CNE debe ser garante de la voluntad popular, pero no represa de la misma. A veces, sinceramente, no entiendo a qué juegan allí, ni qué esperamos los venezolanos para exigir una renovación de esa institución.

 

@rubensyanes

 

 

Fuente: EU

Por Rubens Yanes