Todo me induce a predecir que con relación a la decisión de participar o abstenerse en el revocatorio, el “G-4” optará por una política igual o parecida a la adoptada en las elecciones regionales del 21 de noviembre pasado, donde la línea del sector opositor fue la “abstención” pero sin oponerse a que otros partidos y aun dirigentes de sus organizaciones lo hiciesen.
La causa de tan inusual paradoja en una época en que “jugar limpio” es inexcusable para las organizaciones democráticas que aspiran al voto popular, es que participar en el revocatorio significa aceptar que Maduro es el presidente constitucional de la República y no un usurpador y entonces, todo el supuesto jurídico en que se sustenta el llamado “Interinato”, se caería como un castillo de naipes.
En efecto, no se revoca a quien no existe y menos si es un usurpador, porque en ningún sentido es objeto de las disposiciones que la Constitución contempla para elegir o destituir como el Primer Magistrado del país.
Y no importa a este respecto que la intención de voto favorable a la revocatoria del dictador llegue al 90 por ciento o que Maduro ofrezca todas las garantías para respetar los resultados (CNE independiente incluída), porque el “G-4”, -y en especial los factores políticos que lo sustentan: “Voluntad Popular” (Leopoldo López) y el Interinato (Guaidó)- debe aferrarse a que no puede ser rechazado por el voto popular, ni mucho menos garantizar su respeto quien, no siendo presidente sino usurpador solo le queda mantenerse por la fuerza y solo por la fuerza.
Y evidentementemente que no hay dudas que este siempre han sido los objetivos del sistema electoral de Chávez y Maduro y que esta vez no tendría porque ser lo contrario, pero las razones para participar de la oposición en su conjunto habría que buscarlas en la intención de los electores para participar y de que lado estarían sus preferencias, para así continuar al menos -si es que pierde con o sin fraude-con una agitación de masas, con el crecimiento de la organización y el empoderamiento políticos que, finalmente, den al traste con una pandilla que no saldrá de Miraflores sino por la fuerza.
En otras palabras que, los intereses del país no pueden residir en la conveniencia de un grupo -en este caso del Interinato-sino de los millones de nacionales que dentro o fuera de las fronteras, tienen como aspiración fundamental arrebatarle el territorio a Maduro y sus pandilleros.
Tal se vio y se tradujo en la sorpresa de la victoria opositora para la gobernación de Barinas, donde la abstención del “G-4” no evitó que organizaciones, grupos e individualidades participaran en un porcentaje que pasó del 30 por ciento y que de no estar signada por la anarquía que generó la ausencia de un comando único y una política única, pudo alzarse, al menos, con la mitad de las gobernaciones.
¡La victoria opositora en la gobernación de Barinas!. No cualquier victoria, sino una cuya importancia histórica y política se equiparó, simbólicamente, a la mitad del resto de las entendidades regionales, pues significó la expulsión del chavismo genésico de su terruño natal y su sustitución por un gobernador democrático que después de 22 años de dictadura marxista está vivo para volver a instalarse en el poder.
¿Y cuántas sorpresas de calibre parecido no podrían verse en unas elecciones para el revocatorio, ahora que la arena electoral está más caliente y el ejemplo de la batalla de Barinas más vivo?
Seguro que muchas, pero el “G-4” y particularmente Leopoldo López y Juan Guaidó no quieren ver perturbada la quietud del Interinato, que realmente funciona con activos que la comunidad internacional se niega con toda legalidad a entregar a Maduro y sus fascisnerosos y que los partidos y líderes democráticos que los han recibido para capitalizar para el futuro, manejan más bien para el funcionamiento de sus burocracias, pero sin que se agencie una vía para derrocar la dictadura, restaurar la democracia y devolver al pueblo los recursos confiados al Interinato.
Desde luego que en esta coyuntura ruedan toda suerte de rumores, consejas y denuncias sobre el manejo de los activos de parte de los “administradores” y algunas de las más graves vienen del líder de un partido que es puntal en el cuarteto del “G-4”, Julio Borges, el presidente de “Primero Justicia”, acusaciones sobre el despilfarro de cientos de millones de dólares, con pedidos de que se dé “cuentas” al pueblo de Venezuela de esos fondos, de “sus fondos”, pero aun no hemos oido una palabra sobre un tema tan transcendente para asegurar la solvencia de unos líderes opositores.
Pero tan, o más grave que el problema de los activos, es que el “G-4” y en particular el presidente del Interinato, Juan Guaidó, no ofrecen al país una política antidictadura concreta, viable, objetiva y confiable, que se aleje de unos llamados aéreos a presuntas movilizaciones nacionales, a una unidad que mientras no se disuelva el “G-4” en toda la oposición y, sobre todo, se le de cuenta de los activos, se va a lograr, por lo cual, lejos de sostenerse que el Interinato es clave para derrocar la dictadura, está resultando más bien eficaz para consolidarlo.
O por lo menos, para dividir a la oposición tradicional, que ya manifiesta poca capacidad para llevar adelante cualquier convocatoria y trasmite la impresión de que Maduro y su pandilla tienen al país de su cuenta.
¿Qué nos espera entonces en la agenda de la política opositora para los próximos meses? Pues nada distinto a lo que presenciamos en los meses previos a la campaña para las elecciones del 21 de noviembre: el “G-4” y particularmente “Voluntad Popular”, el Interinato, Leopoldo López y Guaidó llamando a la abstención y el resto de partidos, sobre todo los llamados “Alacranes”, pero también partidos y líderes independientes, llamando a la participación.
Entre estos últimos, aparecerán figuras nuevas, como pueden ser los chavistas radicales viudas de la familia Chávez de Barinas, pero también se ve muy activo al prófugo y expresidente de PDVSA, Rafael Ramírez, el cual asegura que es la última oportunidad para salir de Maduro pues más del 90 por ciento del electorado ha decidido demoler al dictador y está es la oportunidad.
César Pérez Vivas, Américo de Gracia y Daniel Ceballos también comparten esta tesis, y, por supuesto, Eduardo Fernández, Henry Falcón y Richard Mardo estarán en las filas de los “revocatistas” contra viento y marea.
Pero también muchos dirigentes y grupos de los partidos del “G-4” estarán entre los que harán cola el día de las elecciones sin que sus partidos se den cuenta y Guaidó declare que aunque la organización que representa declara nulo el evento, no le quita a los venezolanos el derecho de hacer lo que quieran con su voluntad política.
Y así se salva de la pifia de “reconocer” a Maduro restándole constitucionalidad al Interinato, en tanto anima a todos los dispuestos a contribuir con otro empuje al hundimiento del exlíder autobusero.
Mientras se prepara para otras elecciones donde si puede participar sin quitarle legalidad a su gobierno: las presidenciales del 24.
Manuel Malaver