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2017: La deriva militarista y cuartelaría

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2017: La deriva militarista y cuartelaría

El discurso de Nicolás Maduro el 28 de diciembre -con motivo de la salutación de fin de año y la inauguración del “Batallón de Honor 24”- transmitido en cadena nacional desde el Campo de Carabobo, pasó desapercibido. El hombre habla tanto gamelote, es tan fastidioso y desangelado, que resultaba un acto de masoquismo inaudito escucharlo en medio de las fiestas navideñas, opacadas por la inflación y la escases, pero fiestas al fin y al cabo.

 

 

 

En su alocución quedaron trazados los lineamientos de política interior para el inmediato futuro. Pocas veces se había visto de forma tan clara la presencia del G2 cubano en la vida venezolana y del modelo de dominación fidelista, impuesto en Cuba durante sesenta años. El objetivo puede resumirse en pocas palabras: se persigue convertir el país en una sociedad militarizada y cuartelaria, integrada por gente que se espía y delata mutuamente. Diosdado Cabello, con el cinismo que lo caracteriza, diría de “patriotas cooperantes”. En esta sociedad orweliana cada hombre, o mujer, es una pieza al servicio de la preservación de la dictadura.

 

 

 

Maduro habló de crear un “mecanismo de inteligencia estratégica popular”, que evite la reproducción de eventos como los ocurridos en Ciudad Bolívar, La Fría y Guadualito en diciembre pasado. De ese “mecanismo” deben formar parte todas las organizaciones populares creadas por el régimen: las UBCh, los Consejos Comunales, los Consejos de la Patria y las milicias. Se trata de la “guerra de todo el pueblo” -es decir, de las organizaciones muy gubernamentales patrocinadas por el chavismo- en contra de los paramilitares financiados supuestamente por la oposición y la ultraderecha. De acuerdo con el obtuso criterio de Maduro, los disturbios que se desataron fueron auspiciados por la derecha opositora, por los narcotraficantes y por las mafias interesadas en capitalizar el gran negocio con los billetes de cien bolívares. Por supuesto que la ira popular nada tuvo que ver con el desabastecimiento, la inflación y la escasez provocadas por su desastrosa política económica. En la mente del mandatario no cabe la posibilidad de que él sea el responsable del caos económico, a pesar de tener 18 años gobernando. Siempre son otros, especialmente los opositores, quienes desde hace dos décadas no gobiernan, los causantes del descalabro.

 

 

 

El mecanismo de inteligencia estratégica popular propuesto por Maduro constituye un eslabón de las Regiones de Defensa Integral (REDI), de las Zonas Operativas de Defensa Integral ((ZODI), de las Áreas de Defensa Integral (ADI) y, finalmente, del Sistema Popular de Protección para la Paz (SP3). Todo este complejo mecanismo de espionaje y control de la vida ciudadana, materializa la alianza militar-cívico, eje del modelo. Militares y civiles, en ese orden, se unen con el fin de lograr la permanencia sin sobresaltos de la autocracia montada por el chavismo-madurismo.

 

 

 

Maduro le dijo adiós a la democracia, incluso a las instituciones creadas por su padre putativo. Del Estado central, en el Campo de Carabobo solo se encontraban, por el sector civil, el vicepresidente Aristóbulo Istúriz y el contralor general, Manuel Galindo B., presidente del Consejo Moral Republicano. Los demás eran oficiales de diversos grados. El encuentro no sirvió para reafirmar la autoridad del poder civil ante la institución castrense, sino para evidenciar cómo el gobierno, en especial el jefe del Estado, se ha postrado ante la bota castrense. Representó una muestra adicional del desprecio a la cultura republicana y del nivel de claudicación ante los uniformados.

 

 

2017 será un año difícil. La deriva militarista y cuartelaría del régimen quedaron claramente esbozadas en el Campo de Carabobo. La oposición no debe forjarse ilusiones. Maduro optó por crear un modelo militar-cívico donde las elecciones, la vigencia de la democracia y la República, no están contemplados. Me gustaría pensar, siguiendo al padre Luis Ugalde, en la existencia de un Wolfgang Larrazábal que despierte del marasmo y asuma, junto a los civiles, la reconquista de la democracia desde la institución castrense. Sin embargo, semejante posibilidad luce demasiado remota.

 

 

 

Prefiero pensar en construir un movimiento social y electoral que incluya a todos los sectores democráticos del país, cuyo despliegue y fuerza obligue a los militares a optar entre respaldar un régimen que empobrece y reprime las libertades, o apoyar una iniciativa que reconstruya a la nación en todos los órdenes. Colocados ante esta disyuntiva, podrían sumarse muchos oficiales y soldados a la causa democrática.

 

 

 

@trinomarquezc

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