Lula y México

Posted on: junio 13th, 2014 by lina No Comments

 

He criticado la política exterior brasileña en años recientes, y algunos amigos de aquel país me lo reclaman. No obstante, me considero uno de los supuestos “intelectuales” mexicanos con mayor vínculo de afecto con Brasil, donde he estado en más de 30 ocasiones, publicado 3 de mis libros y reunido una gran cantidad de amigos. Todo ello no quita que me ha exasperado lo que todavía hace un par de años era la arrogancia de los dirigentes o funcionarios del Partido de los Trabajadores. En muy escasas ocasiones estuvieron dispuestos a mitigar sus autoelogios o relativizar sus numerables logros, ni mucho menos a incurrir en cualquier tipo de autocrítica.

 

Entiendo la irritación que a muchos brasileños les provoca lo que podría parecer una campaña de la prensa internacional, o como dijo Lula, “de los medios norteamericanos y británicos en particular”, destacando los defectos, demoras o riesgos inherentes a la organización de dos eventos gigantescos: la Copa y la Olimpiada. Tienen algo de razón en molestarse por la superficialidad de la cobertura de las revistas y diarios de esos países, y también de la televisión, exceptuando la BBC, y en exigirles que sean más serios y sobre todo empeñosos en su labor, y de no reportear únicamente desde el hotel sin salir a la calle. Creo que eso es lo que quiso decir Lula en su discurso en Porto Alegre hace días, cuando arremetió contra la prensa extranjera y, de paso, le dio un raspón al supuesto mexican moment de Enrique Peña Nieto. Lo cual, como era de esperarse, ha provocado todo tipo de reacciones indignadas en México.

 

Si Lula tiene razón en denostar hoy a la prensa extranjera, también la habría tenido hace cinco años, cuando la misma, y en particular las publicaciones norteamericanas y británicas –Financial Times, Economist, The New York Times, The Wall Street Journal– pintaban un paisaje brasileño casi idílico y presentaban un caso mexicano desastroso. En aquella época –2009– Héctor Aguilar Camín y yo nos permitimos señalar en uno de nuestros libros que los números mexicanos eran muy parecidos a los brasileños –a lo largo de los últimos 20 años, bastante mediocres– y que México superaba a Brasil en algunas categorías importantes, como el PIB per cápita, la tasa de inversión sobre el PIB, la menor violencia y un mayor índice de desarrollo humano. También decíamos que Brasil ensanchaba su clase media a un ritmo más acelerado que en México.

 

En el ínterin, la violencia en México subió hasta alcanzar en 2011-2012 el mismo nivel de homicidios dolosos por 100.000 habitantes que Brasil. Si bien crecimos más que el Brasil del llamado “milagro brasileño”, en 2013 ellos crecieron al doble de nosotros. Pero con el paso del tiempo, se parecen mucho los registros del electrocardiograma económico de ambos países: planos, con algunos años buenos. Hoy, Lula acierta en parte; hace tres o cuatro años acertábamos nosotros, en parte. Una cosa, sin embargo, es la fabricación de una narrativa por los medios internacionales, y cómo los gobiernos llegan primero a promoverla, segundo a congratularse de ella, y tercero a creérsela.

 

A aquellos en México que le responden a Lula que su crítica al desempeño económico mexicano es por ardor y el Mundial, me permitiría sugerirles que, al igual que Lula, dirijan parte de su ira contra esos medios, que han reducido la calidad de sus corresponsales, han despachado a enviados especiales en lugar de corresponsales para ahorrarse dinero, agudizando la superficialidad de su cobertura, y se han unido a veces a manipulaciones en bolsa por bancos y empresas de sus países a quienes les puede convenir elevar o disminuir el valor del papel mexicano o brasileño. Espero no tener que leer dentro de algunos años una declaración de algún alto funcionario mexicano criticando a los medios extranjeros por exagerar su pesimismo sobre el panorama mexicano. El momento de juzgar a la prensa, la radio y la televisión internacional en su análisis de lo que sucede en México es ahora, no antes ni después.

 

Jorge Castañeda

México, Venezuela y Cuba

Posted on: junio 11th, 2014 by lina No Comments

En 1979, Cuba y Colombia contendieron por uno de dos escaños latinoamericanos no permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU. De acuerdo con la carta de la ONU, son necesarios dos tercios de los votos para ser electo. No siempre se presentan dos candidatos de cada uno de los grupos regionales; en este caso, como Estados Unidos y otros países no deseaban ver a Cuba en el Consejo, alentaron la candidatura de Colombia para bloquearla, y lo lograron.

 

Al término de 154 votaciones, resultó evidente que Cuba jamás sería electa. Los dos países propusieron a México como tercero -en concordia, en este caso- y nos convertimos en el candidato único del grupo latinoamericano o Grulac. En 2000, Venezuela y República Dominicana buscaban ambos el mismo escaño, pero en este caso, por voluntad propia, le pedimos a Venezuela que se desistiera para permitirle al gobierno de Fox ingresar al Consejo. Solicitamos el mismo favor a República Dominicana. Venezuela accedió; Dominicana se negó; fuimos a la votación de noviembre de 2001, y ganamos en la segunda ronda.

 

Este año el único candidato del Grulac es Venezuela, por lo menos hasta la fecha. De seguir así, Venezuela se sentará en el Consejo a partir del 10 de enero de 2015, y durante dos años lanzará sus diatribas antiimperialistas sobre los temas más diversos: la crisis en Ucrania, la hecatombe en Siria, el proyecto nuclear iraní, más lo que se acumule. En una palabra, una pesadilla para los demás miembros y, en particular, para los que prefieren que el Consejo de Seguridad sea un órgano de toma de decisiones y no de denuncia. A nadie, empezando por el maltrecho sadismo venezolano, le conviene este camino.

 

Hay varias soluciones. La primera es a la que recurrió Estados Unidos en 2006, cuando Venezuela buscó un asiento. Washington “inventó” la candidatura de Guatemala para impedirlo y, al final, entró Bolivia al quite. Parece difícil en esta ocasión, ya que no es evidente que algún país latinoamericano, ante las dificultades económicas diversas y la importancia del subsidio petrolero de Venezuela, acepte contender contra Caracas. Honduras es una posibilidad. Pero aun si algún país pequeño se prestara a la táctica del bloqueo, no es seguro que en esta ocasión EU y otros puedan juntar los 129 votos necesarios para impedir el triunfo de Venezuela. De tal suerte que la estrategia confrontacional carece de probabilidades de éxito.

 

Hay otra: bajar a Venezuela por las buenas. Para ello se deben cumplir tres condiciones. Primero, que alguien con ascendiente con Maduro le explique que lo último que le conviene es comprar pleito tras pleito con Estados Unidos, con Francia y con Inglaterra. Los únicos que poseen tal ascendencia son, obviamente, los cubanos. Cuba procedería de esta manera por dos sencillas razones: sabe que a Venezuela no le conviene el conflicto permanente con Estados Unidos, y que la sobrevivencia de Venezuela es asunto de vida o muerte para ella; y porque tendría por fin una moneda de cambio verdadera, no imaginaria, con EU. Cuba le diría a EU: “yo te ayudo para evitar este desaguisado; pero ahora sí empecemos a hablar en serio de nuestros asuntos”. Cosa que no ha sucedido desde 1959. Washington aceptaría el quid pro quo por una simple razón: porque le conviene y porque es la única forma de bloquear a Venezuela.

 

Falta el último término de la ecuación. ¿Quién ocuparía el escaño latinoamericano? Sólo hay dos posibilidades. Una de ellas es Brasil que ya ha pertenecido al Consejo muchas más veces que otros. El otro candidato evidente… es México. Un gobierno del PRI, con una Cancillería ortodoxa y conservadora, preferiría no meterse. Pero con tantas concesiones para quedar bien con los cubanos y venezolanos, no sería un mal momento para cobrarlas, convenciéndolos que México es una buena alternativa, sobre todo en vista de que no se tratarán temas latinoamericanos durante los próximos dos años. De los 4, Venezuela, Cuba, EU y México, uno tiene que echar a andar la iniciativa. ¿Alguien dirá esta boca es mía?

 

Jorge Castañeda

@jorgegcastaneda