Crudamente realista

Posted on: febrero 1st, 2021 by Laura Espinoza No Comments

La discusión acerca de si participar o abstenerse en el proceso electoral de gobernadores que trata de abrirse camino tropieza con serias dificultades. Por ahora se desarrolla en redes sociales o bien en algunas entrevistas o artículos de opinión en los pocos medios que la oposición todavía tiene para expresarse. Pero esta carencia de medios para realizar la discusión no es la principal dificultad. La principal dificultad es la falta de interés de la población, en general y de la oposición en particular, por el tema.

 

 

Participar en un proceso electoral parece ser la última preocupación que tiene el ciudadano común, agobiado como está por la crisis cotidiana, por la carencia de todo, de servicios públicos, de gasolina, de alimentos a precios asequibles, de empleo. Frente a todo esto, pensar en elecciones no pareciera que tiene ninguna prioridad.

 

 

Los argumentos de esta discusión, a favor o en contra de participar, realmente no han variado mucho, casi todo lo que se podría decir, lo que se podría argumentar, ha sido dicho; no hay nuevos desarrollos que valga la pena repetir.

 

 

Solo debo constatar que, lamentablemente, lo electoral parece que solo es una preocupación de algunos líderes políticos y de algunos partidos. Años de campaña del régimen por restarle importancia al voto −campaña a la que algunos sectores opositores han contribuido− más la abstención en algunos procesos electorales importantes, finalmente han hecho mella en el ánimo de la población con respecto al voto como vía de solución a la crisis del país.

 

 

Las formas en que caen las tiranías son muy variadas pero podríamos resumir en cuatro las vías por las que pienso que puede salir este régimen de oprobio.

 

 

– La primera es que se produzca algún “milagro” o acto de “iluminación” por el cual la élite en el poder decida retirarse y abrir la negociación para que se produzca un proceso de transición.

 

 

– La segunda alternativa es una combinación virtuosa de movilización popular interna −de todas esas protestas que hoy en día se dan por muy variados y justificados motivos− con una presión internacional que ahoguen al régimen y concluya en un quiebre del bloque hegemónico de poder, que los lleve igualmente a renunciar y a aceptar una negociación para salir de la crisis.

 

 

– La tercera posibilidad es obviamente un pronunciamiento militar o golpe de estado que deponga el régimen y abra el espacio para un proceso de transición.

 

 

– Y la cuarta alternativa −la tan esperada por muchos− es una intervención externa, de fuerza obviamente, que obligue al régimen a dejar el poder y se abra un proceso de transición.

 

 

Salvo que —en los dos últimos casos— los que depongan al régimen decidan aprovechar para “prolongar su estadía”, en todos los casos, más temprano o más tarde se concluirá en la organización de un proceso electoral para que el pueblo decida quien lo debe gobernar.

 

 

Por supuesto, sería un proceso electoral que reuniría todas las condiciones de los más exigentes puristas; como mínimo: No habría presos políticos; cesaría la intervención de los partidos y estos regresarían a sus directivas originales; los líderes serían rehabilitados y podrían regresar del exilio para participar en el proceso electoral que se realice; sería depurado el Registro Electoral; se llevaría a cabo el registro de los venezolanos en el exterior mayores de 18 años y por supuesto se les permitiría y facilitaría que puedan votar en las elecciones presidenciales; abría observación nacional e internacional de organismos especializados y multilaterales como la OEA, la UE, etc.; y se darían, en general, todas las condiciones que permitan unas elecciones libres, justas, equitativas y democráticas, tal como es la aspiración normal de cualquier venezolano.

 

 

Suponiendo que se resuelven todos los problemas de que adolece el sistema electoral venezolano y el nirvana electoral descrito sea posible, si es un proceso electoral libre, justo, equitativo y democrático, se supone que el Psuv, partido del actual régimen, podrá participar con su candidato, que aunque no sea el presidente actual, tienen otros candidatos con los cuales concurrir al proceso. Cabe preguntarse: ¿Estamos en la oposición preparados para concurrir a un proceso electoral en estas condiciones?, y más importante: ¿Estaremos en condiciones de derrotar al candidato del régimen?

 

 

Dicho en otras palabras, la dificultad real y más importante es cómo evitar que nos pase en Venezuela lo que ocurrió en Nicaragua con el sátrapa Ortega que después de ser derrotado el sandinismo militar y electoralmente, regresó al poder con mucha más fuerza y hoy está convertido en un tirano que amenaza con perpetuarse.

 

 

Si hacemos algunos números veremos que esta inquietud no es meramente retórica y ese 80% que las encuestas dicen que rechaza al régimen, se expresa en las urnas de una manera diferente. La abstención instalada en el país desde el año 2000, es de aproximadamente un 30%, que, bajo ninguna circunstancia, ni en los momentos electorales más eufóricos ha disminuido. Por su parte, el régimen con todos sus “trucos”, demagogia e intimidaciones, logra mover un caudal electoral, que en sus peores momentos, ronda el 20%. Los llamados “alacranes” y el sector chavista, no madurista y los ex chavistas, podrán movilizar un 5% del electorado; eso nos deja un 45% para ganar esas elecciones, que en el mejor de los casos se realizarán no antes de un año, en el que pueden ocurrir muchas cosas. Y eso si logramos ir unidos con un solo candidato. La gran incógnita es si lograremos llegar a ese proceso unificados, con un solo candidato para que tenga alguna opción real de triunfo.

 

 

Mas concretamente, ¿Cuántos candidatos “opositores” se enfrentarán al candidato del régimen, llegado el momento que se den unas elecciones libres, justas, equitativas y democráticas? Seguramente habrá uno o varios candidatos −ya lo vimos el 6D− del sector “alacrán” u “oposición participacionista”, como algunos de ellos se autodenominan; y es probable que algún sector de la izquierda, exchavista o no madurista, concurra también con algún candidato; y no faltarán los oportunistas de siempre que se anotan en estos procesos electorales, cuando hay libertad de concurrencia.

 

 

¿Lograrán Henrique Capriles, Leopoldo López y María Corina Machado “disipar” sus diferencias para que alguno de ellos sea el candidato único opositor?, suponiendo además que no surja otro candidato de AD, PJ o UNT en la competencia, sino que estos partidos, y otros menores, apoyen al candidato unitario.

 

 

La unidad, entonces, no es un tema teórico, de principios o filosófico, sino algo realmente practico y de naturaleza política, de estrategia fundamental para lograr un triunfo electoral que permita reiniciar el regreso a la democracia.

 

 

La tarea primordial, ya lo hemos dicho en otro momento es la reconstrucción de la oposición, en cuatro áreas fundamentales: primero, la reconstrucción de los partidos políticos; segundo, la reconstrucción de la base de apoyo de la oposición democrática, es decir esos millones de personas y las miles de organizaciones de la sociedad civil y grupos muy activos en la resistencia al régimen, hoy ligeramente dispersos y desmoralizados; tercero, dirigir una acción específica hacia es inmensa mayoría del país, que permanece más indiferente a la actividad política, que no se involucra y que incluso en determinados momentos ha apoyado la demagogia y el populismo del régimen; y cuarto, no descuidar y dedicar un esfuerzo importante a mantener contacto y relación con la comunidad internacional, que nos ha apoyado en estos dos últimos años y que comienza a dar señales de duda o “fatiga”.

 

 

Resumiendo, la tarea fundamental es la organización de la resistencia que durante más de 20 años se ha enfrentado al régimen y ha impedido que se consolide de manera definitiva un totalitarismo en Venezuela. En este contexto, la discusión acerca de abstenerse o participar en los procesos electorales que se presenten, adquiere otra perspectiva, pues la participación electoral tiene el doble papel que siempre se ha señalado: organizar a la oposición y defender el voto, que en algún momento volverá a tener un valor fundamental para restablecer la democracia.

 

Ismael Pérez Vigil

Las oposiciones

Posted on: enero 17th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

La oposición democrática es una fuerza capaz de organizarse, que resiste y que no está arrinconada por el régimen. Eso quedó de manifiesto en la Consulta Popular del pasado 12 de diciembre.

 

 

Casi 7 millones de participantes en la Consulta, tres de ellos de manera presencial y a pesar de todos los factores en contra, es un capital social importante que no se puede despreciar. A esa suma hay que agregarle los miles de activistas –de partidos políticos y de la sociedad civil– que estuvieron en los centros de recolección o recorriendo el país apoyando a los que querían expresarse; estas son las bases para reconstruir la organización de la oposición para enfrentar internamente al régimen.

 

 

No obstante, el 2021 nos encuentra con una oposición fragmentada, aparentemente –espero– sin brújula ni política compartida, que luce irreconciliable en sus diferentes posiciones, por más que compartan el objetivo de rescatar la democracia y salir de este régimen de oprobio.

 

 

Para analizar esa oposición, si hacemos un “mapa” político del país, nos encontraremos con los siguientes grupos, distintos al oficialismo: Un sector constituido por los denominados “alacranes” e integrantes de la llamada “mesita de diálogo”; un sector “desprendido” del régimen, al cual se opone; y un sector al que podemos llamar “oposición democrática”.

 

 

El denominado sector de los “alacranes” o “mesita de diálogo” está conformado por individualidades y grupos que rompieron con la política unitaria de la oposición, aceptaron el despojo que hizo el régimen de los partidos democráticos, se apropiaron de sus nombres, directivas, recursos, símbolos y colores para participar en el proceso electoral parlamentario, sin poner condiciones, sin cuestionar el proceso y los resultados, e incluso algunos aceptaron las curules que el régimen les concedió, sin ni siquiera tener los votos para ser diputados. Son la oposición “leal”, la aceptable por el régimen, siempre que se mantengan en el rincón físico –y mental– en que los sumieron en la instalación de la irrita Asamblea Nacional que tomó posesión el pasado 5 de enero. Son una especie de parias u oportunistas de la política, que el régimen no considera “suyos” y tampoco se les ve como oposición.

 

 

Al que denomino el sector “desprendido” del oficialismo lo conforman individualidades o grupos, algunos de los cuales se han acercado a la oposición democrática y los podemos considerar parte de la misma; pero hay algunos en este sector que, si bien rechazan y se oponen al “madurismo”, no han roto ideológicamente con el chavismo y por lo tanto a estos últimos no los considero oposición, de la misma forma en que los otros lo son.

 

 

Por último, está el sector mayoritario y democrático; en él podemos distinguir dos posiciones o grupos, claramente determinados. Una mayoría que postula una opción unitaria, en tormo al Frente Amplio y al “gobierno interino”; y un sector con un discurso radical, que se basa en una supuesta intervención externa, de fuerza. Entre estos sectores hay coincidencias en objetivos y algunos insisten en que las diferencias son tácticas y no de fondo, pero no es eso lo que transluce a lo opinión pública y pareciera que es más importante sentar las diferencias, que encontrar puntos de coincidencia y de unión.

 

 

Comencemos por evaluar la propuesta del sector radical que, aunque minoritario sus seguidores son muy activos, sobre todo en redes sociales. La intervención externa que proponen ha sido matizada por ellos mismos, a tal extremo que en algunos casos aparece desfigurada, desdibujada, confusa, no terminan de definir de manera clara y univoca lo que postulan. Plantean una intervención externa, sin adherentes externos y asumen la doctrina de la responsabilidad de proteger –R2P– que no se ha implementado exitosamente en ninguna parte y menos se podrá en Venezuela mientras Rusia y China tenga capacidad de veto en la ONU. Esto me luce un tanto absurdo; pero sabemos que en política cuando se propone algo absurdo e imposible de realizar, nunca te equivocas, siempre tienes la razón, porque no hay manera de comprobarlo, precisamente porque es imposible de realizar. ¿Será que esto es lo que se persigue: tener, retóricamente, en la calle, una política que diferencie? ¿Será que es más importante tener razón –su razón– que cualquier otra cosa y disfrazar el rechazo, a la unidad, por ejemplo, con complicadas filosofías y argumentos de Perogrullo, con tal de justificar esa posición?

 

 

Concluyo el punto con una frase del periodista Alonso Moleiro, extraída de un artículo suyo del pasado mes de diciembre:

 

 

La tesis de la coalición internacional para restaurar la libertad en el país, presumiblemente militar, expresada en instrumentos como la Responsabilidad de Proteger, o las cláusulas de la Convención de Palermo, no pasan de ser esbozos generales e hipótesis de conflicto con muy pocos adherentes en el terreno internacional. (“María Corina Machado, una oposición de nicho”, La Gran Aldea, 16/12/2020)

 

 

El otro sector opositor, sin duda el mayoritario, se agrupa en el Frente Amplio y su estrategia fundamental es mantener la unidad, aunque no parece tener aun una opción clara para cruzar el desierto en el que se encuentra. Lo que está claro es que este sector por el momento ha desechado la vía electoral sin proponer tácticas alternativas o formas de hacer de la abstención un instrumento de lucha eficaz, que vaya más allá de una demostración poco activa e inoperante de rechazo al régimen.

 

 

¿Significa esto que es la vía electoral la vía fundamental para luchar contra el régimen? No, y no ha sido esta la vía que se ha seguido siempre; en momentos importantes –las parlamentarias en 2005 y 2020, las elecciones de alcaldes y presidenciales en 2018– ha sido la abstención la opción política fundamental. Pero, lo que está planteado, en este momento, es sí se va a continuar con esa política, ahora que tenemos por delante procesos electorales para elegir gobernadores y alcaldes y que –como hemos visto– serán llevados adelante de cualquier manera por el régimen. De lo que se trata es que evaluemos con cabeza fría la eficacia de esa opción, los resultados obtenidos, y que si nos vamos a seguir absteniendo, que no sea para confundirnos en la indiferencia con ese 30% que ni pincha ni hiede y que una buena parte se aprovecha de las prebendas del régimen o de sus enchufados. No se puede continuar con políticas de abstención como una posición pasiva, como ha sido hasta el momento, pues se sume al país opositor, muy numeroso, en un peligroso quietismo, que se confunde, como he dicho, con la indiferencia.

 

 

¿Significa esto que creemos en que saldrá el régimen con un proceso electoral en el que gane la oposición? No parece que esto esté claro; hemos visto que en el 2015, cuando ganamos la Asamblea Nacional, el régimen desconoció ese resultado y anuló su actividad con decisiones judiciales írritas; lo vemos también cada vez que a un gobernador o alcalde le nombran un “protector” y lo despojan de recursos, atribuciones y hasta del espacio físico para ejercer su cargo; lo vemos también con la cantidad de trampas, abusos y fraudes que despliega el régimen cada vez que hay un proceso electoral. Lo que postulamos es que la electoral sigue siendo una oportunidad para organizar a la población, a los partidos, a la sociedad civil y para seguir demostrando al mundo y sobre todo a nosotros mismos que somos mayoría y tenemos capacidad de organizarnos. Nunca se sabe por dónde se va a romper el dique de contención. Comparto con muchos que esa es precisamente la base de la estrategia.

 

 

Sin embargo, a pesar de lo dicho más arriba, no todas las secuelas de haber participado en las elecciones de Asamblea Nacional en 2015 –y otras– fueron políticamente negativas; esos procesos nos dejaron también cosas positivas, organización política y cívica, reconocimiento internacional y demostración de nuestra capacidad de resistencia. No hay duda que hoy somos más los venezolanos, y más los habitantes de otras tierras, que estamos conscientes que solo un cambio político, profundo, que deje atrás como mal recuerdo este régimen de oprobio, es la única solución a la profunda crisis, al desastre que nos agobia. Pero se hace también necesario la adopción de políticas más activas, de las cuales debemos seguir hablando.

 

 

Ismael Pérez Vigil

 

Crítica y veneno

Posted on: octubre 31st, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Difiero en varios puntos con las propuestas políticas de varias de las personas que mencionaré en este artículo, con el cual hago una pausa en el análisis político para reflexionar sobre un tema que también tiene su trasfondo político, pero de manera indirecta.

 

 

Con respecto a Leopoldo López, aunque difiera en varias de sus propuestas políticas, me alegra sobremanera que se haya fugado. Sí, fugado, porque soy de los que cree que los capitostes del régimen no son estúpidos como para haber dejado libre a alguien tan carismático como Leopoldo López, que les puede hacer tanto daño ante la opinión pública internacional, con solo relatar su experiencia de siete años privado injustamente de libertad, tras un juicio totalmente amañado.

 

 

Su fuga y posterior viaje a Madrid no creo que se merezca los comentarios y diatribas que se levantaron en su contra en las redes sociales, tratándolo de traidor, vendido, insinuando y dejando entrever sucias negociaciones, omitiendo cualquier tipo de argumento, pero si emitiendo cientos de insultos y descalificaciones. Por ejemplo, pienso en lo ruin y miserable que deben tener el alma los que criticaron a Laureano Márquez por comentar favorablemente la foto de Leopoldo con sus pequeños hijos. A mí también me conmovió mucho esa foto de Leopoldo con sus hijos y esposa y aprovecho para decir –ahora en serio–, algo que siempre dije en broma a mi esposa, hijos y amigos: que si algún día –caso muy improbable, espero– a mí me metieran injustamente preso como a Leopoldo López, yo quiero que me defienda Lilian Tintori.

 

 

No logro entender la mezquindad y juicios que se hicieron, hoy contra Leopoldo, pero ayer contra Henrique Capriles y Juan Guaidó y antes de ayer contra Julio Borges, Ramos Allup y así sucesivamente, sobre tantos otros que han pasado por esa “molienda de líderes” –la “liderofagia” de que habla Tulio Hernandez– en que algunos han convertido a la oposición venezolana. En muchos casos ni siquiera se argumenta sobre sus posiciones políticas, pues lo que se profiere son meros insultos y descalificaciones.

 

 

De esa debacle no han escapado, entre otros, Moisés Naím y Ricardo Hausmann recientemente; uno por haber hecho comentarios negativos sobre Donald Trump y el otro por defender a su hija y el derecho que tiene de decir que votará por Biden. En realidad, ni siquiera hace falta decir que se apoya a Biden, basta con que al hablar de las elecciones norteamericanas no se grite: ¡Viva Trump!, o ¡Biden comunista!, para ser insultado. Las elecciones norteamericanas, en las que nos hemos involucrado –como si fueran nuestras o no fuera para nosotros lo mismo, en el fondo, cualquier resultado–, afortunadamente concluirán la semana que viene y el pueblo estadounidense se verá finalmente librado de esa pava que le cayó de tener que escoger entre el malo y el peor, sin pronunciarme sobre quien es el malo y quien el peor, para ahorrarme insultos.

 

 

Pero no es necesario ser político en Venezuela o candidato presidencial en los Estados Unidos para caer bajo la ira de la “santa inquisición, savonaroliana, indignada”, otros han caído por otras cosas. Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Venezolana, o el Papa, blanco favorito de muchos, esta vez con su reciente encíclica, Fratelli Tutti, que probablemente sus críticos ni siquiera han leído las más de 80 páginas y se conforman con las interpretaciones erradas de algún periodista norteamericano. Pronto caerá también en esa diatriba el padre Luis Ugalde, que tuvo la osadía de comentar favorablemente al respecto en su penúltimo artículo (Libertad y Fraternidad, El Nacional, 16 de octubre de 2016) al decir que a algunos “Les escandaliza que el Papa diga que “el mercado no resuelve todo” y que “la libertad de mercado no basta”. Yo creía que este principio defendido por los clásicos liberales era obvio.”, escribió el Padre Ugalde.

 

 

Pero si se libra de esa el Padre Ugalde, no se librará por lo que dijo en su último artículo (Capitulación Revolucionaria, 30/10/2020) que circula en las redes sociales desde ayer, en el cual afirma: “Empecemos el cambio lo más civilizadamente posible negociando los otros pasos para la transición, e iniciar el nuevo año poniendo los cimientos para la reconstrucción, incluyendo a toda la sociedad, excepto los que se excluyen aferrados a su conducta delincuencial… Fueron y son legítimas las aspiraciones de la población que hace 22 años dieron el triunfo a Chávez.” ¡Qué horror!, ¡Hablar de negociación y legítimas aspiraciones de quienes votaron por Chávez!, ¡Como se ve que este es un jesuita comunista, compinche de Francisco!… En realidad, el Padre Ugalde se libra porque su artículo tiene dos páginas y muchos de los “críticos” no alcanzan a leer o reflexionar más allá de 280 caracteres. También se libra Bernardo Klisberg, por el momento, quien en su artículo de esta semana (La pregunta de Francisco, El Universal, 28/10/2020) se atreve a comentar favorablemente la encíclica, concluir con una frase de la misma e invitarnos a pensar al respecto.

 

 

Pero lo que hasta ahora he referido, y que pudiera seguir hasta el infinito, no es más que un síntoma. Lo grave, lo que quiero destacar, lo que es el centro de mi reflexión de esta semana es que todo esto no es más que la confirmación de que Hugo Chávez Frías triunfó.

 

 

No solo nos derrotó políticamente en varios procesos electorales y políticos; no solo nos destruyó el país y lo llevó a la más ignominiosa miseria. no. Lo más grave es que logró inocularnos su veneno de odio, rencor y resentimiento que hoy circula libremente por nuestras venas, se nos mete hasta los tuétanos de los huesos y nos empapa el alma.

 

 

Toda esa frustración que sentimos, toda esa rabia que reflejamos, todo el veneno que llevamos por dentro y que volcamos en Twitter y WhatsApp no hace ni mella en los “prohombres” de este oprobioso régimen, no los toca, pero se ha vuelto contra nosotros mismos, contra nuestros líderes, buenos, malos o mejores, contra nuestros partidos políticos, víctimas también del régimen, a los que algunos critican inmisericordemente, de los que hacemos burla y chistes fáciles, de humorismo barato y ramplón. No se trata de limitar la crítica, mucho menos suprimirla, se trata de que no se haga sin argumentar, ni dar razones y la oportunidad de que los criticados se defiendan, dándoles el beneficio de la duda.

 

 

Será mucho más difícil librarnos de ese veneno que reconstruir el país cuando hayamos salido de este oprobioso régimen. Se trata entonces de meditar y reflexionar acerca de que nos han llenado de odio, de amargura, de rabia…de miedo, que como bien dice una buena amiga, y con esto concluyo: “El veneno que los venezolanos llevamos por dentro es muy poderoso. Nos nubla la vista, nos carcome, nos impide pensar como adultos educados y racionales… ¡Qué difícil es pensar derecho con este veneno adentro!”

 

 

Ismael Pérez Vigil

Bolivia y sus lecciones

Posted on: octubre 24th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Los sorpresivos resultados electorales en Bolivia, de los que ya se ha escrito y hablado mucho, dan lecciones importantes y variadas. Y como siempre, después de que pasan los acontecimientos todo el mundo los tiene claros, aunque nadie anticipó o asomó la posibilidad de lo ocurrido: el triunfo de Luis Arce, candidato del Movimiento al Socialismo, MAS, en primera vuelta.

 

 

Como toda realidad compleja no es posible atribuir lo ocurrido a un solo factor, sino a la mezcla de varios de ellos y aunque sea difícil precisar cuál fue el impacto decisivo de cada uno, veamos los más importantes:

 

 

– Algunos hablan, sin explicar ni dar mayores elementos de análisis, del impacto del narcotráfico y el terrorismo, y el impacto de otros países –como Irán, por ejemplo– sobre la situación boliviana. No cabe duda que estos son factores a considerar en el caso de Bolivia, en la conformación de su gobierno, su impacto en la economía y en las organizaciones y opciones partidistas, pero ¿hasta dónde influyeron en la campaña y en la votación? Es algo que no tengo muy claro, como tampoco veo clara evidencia de que esto sea así, pero los reseño como factores que algunos mencionan.

 

 

– Otros mencionan la influencia del llamado Foro de Sao Paolo, el impacto “ordenador” de los factores de la izquierda internacional en cada país; pero, para mí, solo explica porque la izquierda se une, tiene recursos y apoyo internacional para sus campañas. Sin descartar su impacto e influencia, no soy de los que le atribuye un significado “mágico” a este factor.

 

 

– La situación económica parece que sí jugó un papel importante en este proceso electoral. Luis Arce es considerado un exitoso ministro durante el gobierno de Evo Morales, que tuvo a su cargo las finanzas de un país que creció durante varios años por encima del 5%, que elevó su PIB de 9 mil millones de dólares a más de 40 mil millones, que casi triplicó el ingreso per cápita y que se anota haber reducido la pobreza en casi un 25%. Mientras que durante el gobierno de transición el país ha vivido una crisis económica que ha agravado la pobreza, incrementado el desempleo, aumentado la informalidad y el cierre de empresas y se estima una recesión económica para el 2020 cercana al 6%, según el Banco Mundial. Para junio ya la economía había caído un 8%. Por supuesto esto no es solo responsabilidad del gobierno de transición de Jeanine Añez, en buena parte se debe a la pandemia de la Covid 19, pero el pueblo tiene para comparar lo que está ocurriendo desde hace un año, con lo que vivió en años recientes.

 

 

– Y, por supuesto, la explicación favorita de muchos: fue la falta de unidad de la oposición democrática lo que produjo la debacle. Siete partidos y alianzas se enfrentaron al MAS, que no es propiamente un partido, sino una organización que algunos asemejan al APRA de Haya de la Torre en Perú o al PRI, histórico, de México, que alberga en su seno una amalgama de intereses, etnias –más del 40% de la población boliviana es indígena–, grupos obreros y campesinos, sindicatos e ideologías y que tenía un solo propósito: volver al poder, ante el cual sacrificó sus diferencias internas, que las tienen y muchas y que serán las que veremos ahora, que ya han comenzado a manifestarse, en torno a la oposición de algunos –la juventud del MAS– al regreso de Evo Morales.

 

 

En la oposición las “ambiciones personales” y “grupales”, dicen, nos pueden explicar su división. Ciertamente es así, ambiciones personales impiden alianzas y unidad y seguro la falta de esta última tuvo impacto en lo ocurrido en Bolivia. Sin embargo, por lo pronto, hay un hecho incontestable que resiste cualquier cálculo matemático acomodaticio o cualquier desestimación matemática de ese resultado: Luis Arce ganó en primera vuelta con casi el 54% de los votos, lo que significa que todos los demás, unidos, llegarían como máximo al 46%. A partir de allí, solo nos quedaría desechar esas cifras y especular:¿Qué hubiera pasado si la oposición hubiera presentado un solo candidato? ¿El “efecto demostración” de esa unidad hubiera bastado para sumarle votos a ese candidato y quitárselos a Arce? Eso ya nunca lo sabremos, como dije, solo nos queda especular. Creo que lo ocurrido en Bolivia no se explica simplemente por “ambiciones personales” o “división opositora”, pensar eso puede ser una simplificación del problema.

 

 

La falta de unidad es algo adicional: No creo que sea la causa principal. Hay que sumarle el impacto de otros factores, porque si no, corremos el peligro de quedarnos en el esquema –a superar– que la «inteligencia» está de este lado, y del otro lado lo que hay es un pueblo ignorante, que le gusta estar sometido, que añora las dictaduras, que quiere las cosas fáciles, que le den todo, etc. Muchas veces ese hilo de razonamiento lleva a ese punto y no nos permite profundizar en otras causas.

 

 

La falta de unidad es la lección fácil que todos quisiéramos aprender de lo ocurrido en Bolivia, pero puede ser la respuesta más simple y la excusa que siempre tenemos para no profundizar en el tema. Mi punto de reflexión es que puede ser una simplificación pensar siempre que las cosas nos pasan porque vamos divididos, porque no nos unimos y eso nos impide encarar el verdadero problema de fondo: Que no tenemos una propuesta política, económica, social que pueda entusiasmar al pueblo y contrarrestar las propuestas populistas de los sectores izquierdistas.

 

 

Creo que lo correcto, por ejemplo en el caso boliviano, es: Arce tenía una propuesta –cierta o no– que se ajustaba más a los intereses del pueblo, que recordaba su éxito y el crecimiento de la economía cuando fue ministro de Economía y Finanzas. ¿Cuánto del éxito de Arce como ministro se debió a su gestión y no a la coyuntura económica internacional?. Pero eso no es lo que estaba en discusión. Frente al recordado éxito –merecido o no– de Arce, estaba la pobre gestión de un gobierno de transición que después de un año y de posponer varias veces las elecciones, tenía poco que mostrar y tenía encima los efectos de una pandemia que lo castigaron fuertemente.

 

 

Pero la pregunta clave, la que nunca queremos responder y sobre la cual quiero centrar mi reflexión y las lecciones de este proceso boliviano es: ¿cómo explicar que los populistas, en este caso en Bolivia, saquen más del 50% de los votos? ¿Cómo es que la oposición democrática –desde la izquierda, centro izquierda, centro y derecha– y después de un año, no pudo producir en Bolivia una propuesta alternativa al populismo, que entusiasmará a la gente?; más aún: ¿Será que el pueblo solo se moverá por rencor, en contra de, para protestar y no en favor de una opción política? Hay que empezar a reflexionar sobre esto, saliéndonos de los lugares comunes.

 

 

Para aclarar más el punto, no descarto la división de la oposición como factor en las derrotas políticas y electorales, solo lo descarto como el factor determinante. Para mí lo determinante es que en cualquier proceso electoral que pretenda un cambio político, para salir de una dictadura o de un populismo de izquierda, si del lado democrático no hay una propuesta económica y social alternativa tendremos siempre un resultado similar. Ir divididos solo agrava el problema. Construir esa propuesta es la tarea impostergable en Venezuela; una propuesta que entre por la cabeza, pero que se aloje en el corazón del pueblo.

 

Ismael Pérez Vigil

Estrategias opositoras en desarrollo

Posted on: septiembre 26th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

Desconozco lo que están haciendo internamente los partidos de la oposición democrática para desarrollar sus estrategias. Por lo tanto me limitaré a lo que cualquier ciudadano común puede observar por los signos externos y la actuación de los principales líderes opositores.

 

 

Me referiré a la oposición democrática la que se desgrana o desangra en tres fracciones –encabezadas por Juan Guido, Henrique Capriles y María Corina Machado, respectivamente– y que solo a efectos de este análisis las consideraré en “pie de igualdad”, cosa que dista mucho de ser cierta, a tenor de encuestas y resultados electorales. Excluyo de mi análisis como es evidente a la llamada “mesita”, que no considero realmente una opción opositora que busque la salida del régimen, y excluyo también a los chavistas no maduristas, que se han diseminado en algunas de las opciones señaladas.

 

 

Comienzo por la opción que encabeza Henrique Capriles Radonski que en esencia plantea aplazar el proceso electoral, pero participando en el mismo, luchando por lograr mejores condiciones y dejando abierta la posibilidad de retirar sus candidatos y no concurrir a la votación el 6D sí no se logra un cambio en las condiciones electorales.

 

 

Esta es la estrategia opositora más fácil de desarrollar. La mecánica electoral es algo bien conocido, sobre todo por los partidos políticos, y sobre la que hay vasta experiencia, de éxitos y fracasos, en más de 35 procesos electorales durante estos 21 oprobiosos años. La tarea, aunque no trivial, es escoger los candidatos, inscribirlos, organizar los comandos de campaña, recorrer el país con los candidatos, organizar los testigos para cubrir –por lo menos– el 90 o 95% de las mesas, garantizar que todos los testigos acudan a todo lo largo del proceso de votación, hasta que los resultados se envíen a los comandos y a los centros de totalización del CNE, y esperar los resultados de la auditorias en el cincuenta y pico por ciento de las mesas, para asegurar la fidelidad de esos resultados.

 

 

La mecánica política, sin embargo, ya no es tan simple. Aunque se “participe” en el proceso y no se vote el 6D, lo que está planteado con esta estrategia es movilizar a la gente de una manera segura para hacer planteamientos políticos, críticas y ofertas; entre los planteamientos estarían los de solicitar un proceso con unas condiciones electorales mínimas –por ejemplo: transparencia, habilitación de todos los partidos y candidatos, observación nacional e internacional, no utilización de recursos del estado en la campaña y otras similares– que, de no darse, de no lograrse para una fecha determinada, se denunciaría el proceso y se retirarían los candidatos. Se habría logrado así el efecto de participación y movilización y la decisión de retirar los candidatos serviría para denunciar internacionalmente el proceso una vez más y tratar de recuperar posiciones para una negociación política. De llegar al final, al día de la votación, esperemos que exista alguna opción –que no tiene por qué revelarse ahora a viva voz– para resolver el eterno dilema: ¿Qué hacer si el régimen hace fraude o peor aún, sin hacerlo, desconoce el resultado electoral y busca cualquier estratagema jurídica para ello, apoyada naturalmente en su fuerza militar?

 

 

La estrategia liderizada por Maria Corina Machado (MCM) plantea que la solución a la crisis provendrá, dicho más o menos en sus palabras, de la intervención de una fuerza extranjera, multifacética, conformada por una coalición internacional que despliegue una Operación de Paz y Estabilización en Venezuela (OPE). Habla igualmente de invocar el artículo 187, numeral 11 de la Constitución que permite “…el empleo de misiones militares … extranjeras en el país”; de invocar el principio de la “Responsabilidad para Proteger (R2P)” suscrito por las Naciones Unidas y en la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, (TIAR); todo ello para lograr “… salir de Maduro y su régimen en el plazo más corto posible a través de una operación nacional e internacional que lo logre…”.

 

 

Aparte de otras consideraciones que ya he expuesto y no repetiré, siempre me ha parecido que la propuesta de MCM tiene dos debilidades intrínsecas. Una, que no nos dice mucho de la vía interna, de cómo lograr esa parte de lo que denomina la “operación nacional”. Y dos, que su estrategia descansa excesivamente en terceros, no en la acción que ella o los venezolanos podamos desplegar.

 

 

Invocar el artículo 187, numeral 11 de la Constitución, que dependería de la AN y no de las fuerzas que moviliza MCM, no es lo único que se necesita para la creación de una fuerza extranjera multilateral, y esto último no es algo que se resuelve levantando el teléfono y llamando al presidente de los Estados Unidos o de alguno de los países vecinos. Invocar el principio R2P, tampoco es algo simple –como veremos en detalle cuando hablemos de la estrategia de Guaidó– o que dependa de los esfuerzos que podamos hacer en el país; lo mismo podemos decir de invocar el TIAR, con el agravante de que ya se ha intentado esa vía y ha sido negada en la última reunión de la OEA en diciembre de 2019 y rechazada por la mayoría de los países de América Latina.

 

 

En síntesis, la estrategia de MCM depende excesivamente de factores o decisione que ni ella ni nadie en el país controla, por más que se alegue que el trabajo político consiste en hacer “intentos o gestiones” para lograr esa fuerza extranjera multilateral, con base en el TIAR o en el R2P.

 

 

Veamos por último la estrategia de la fracción que se congrega en torno a Juan Guaidó, la Asamblea Nacional y el G4, que la dejamos para el final por el insospechado giro que ha tenido la última semana. Como es sabido la estrategia de este grupo se bifurca en dos vías. En lo interno la no participación electoral el 6D y la organización de una consulta popular. En lo internacional, que creo que es su carta fundamental y más fuerte, pretende continuar el proceso para que la comunidad internacional mantenga la presión sobre el régimen venezolano que lo obligue a una negociación de una salida política a la crisis.

 

 

La vía interna, debemos decirlo, no ha tenido mayores avances tras la propuesta de Juan Guaidó hace un par de semanas. Nada se ha dicho acerca de qué hacer para evitar esa mortífera inmovilidad que acompaña a todas las abstenciones, aunque no la llamen de esa manera, y hasta ahora la única propuesta de acción inmediata se concreta en realizar una “consulta popular” que se pretende tenga carácter vinculante, con base en los artículos 70 y 71 de la Constitución Nacional, y sobre la cual tampoco se ha dicho mucho.

 

 

La vía internacional, prácticamente adormecida sin nuevas ideas ni propuestas de acción, recibió sin embargo un impulso inesperado con la publicación del informe sobre la violación de los derechos humanos en Venezuela que dio a conocer la Misión Internacional Independiente designada por las Naciones Unidas, que se refuerza esta semana que concluye con la presentación oral del informe de Michelle Bachelet sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela. Tras el anuncio de la referida Misión, el presidente Juan Guaidó ha renovado los esfuerzos sobre la comunidad internacional para que esta a su vez mantenga la presión sobre el régimen venezolano, que lo lleve a suspender o aplazar el proceso electoral y buscar una vía de negociación, que abra la posibilidad de un Gobierno Transitorio y un nuevo proceso electoral, que incluya elecciones amplias y libres, observadas internacionalmente, en un periodo corto de tiempo.

 

 

En ese contexto, el presidente Guaidó, con base en el mencionado informe de la Misión Internacional Independiente, en una intervención dirigida a la Asamblea General de la ONU, solicitó “…alinear los esfuerzos de asistencia internacional para restablecer la soberanía efectiva en Venezuela, y proteger a la población civil desarmada, ante la comisión sistemática y reiterada de crímenes de lesa humanidad a manos del régimen dictatorial que usurpa la presidencia de Venezuela”. Naturalmente, sin que el presidente Guaidó lo dijera expresamente, a todos nos saltó de manera inmediata, la idea de que se trataba de una invocación al principio de responsabilidad de proteger (R2P) de la ONU; sí esa era la intención, no lo sé, pero así fue recogido en las redes sociales y en muchos medios de comunicación.

 

 

Ahora es sano advertir, antes de que se generen falsas expectativas, que hasta el momento la decisión de aplicar el R2P ha dependido del Consejo de Seguridad en donde tienen capacidad de veto Rusia y China –aunque algunos señalan que, al ser una solicitud directa del representante de un gobierno legítimo no se sometería al referido Consejo. Además, también hay que considerar que hasta el momento los países tanto de la ONU, como del TIAR– que podrían formar parte de una “fuerza interventora” que actué en Venezuela, han declarado que no apoyan esa opción. En todo caso, se puede decir que se cumplió el “tramite” que algunos solicitaban de invocar el R2P, que dudo que pase a una fase de acción. Si nada ocurre no faltara quienes digan que se invocó “muy tarde”.

 

 

Estas son las opciones que nos presenta una oposición dividida, que sin que hagamos un fetiche de la unidad, ninguna de las tres fracciones pareciera estar haciendo nada por lograrla. La unidad —y mantenerla— dada la naturaleza del régimen que enfrentamos creo que es un valor estratégico, no un mero instrumento y, aun como instrumento, creo que es más importante que los demás que están sobre el tapete: votar, abstenerse o una consulta popular. El de la “unidad” es un tema pendiente, por encarar más a fondo.

 

 

Ismael Pérez Vigil

La movida de Capriles

Posted on: septiembre 5th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

 

En el complicado ajedrez político opositor las piezas se están moviendo. Henrique Capriles Radonsky hizo su movida y alborotó el patio; ya anunciábamos la semana pasada su posición de distanciamiento con respecto a Guaidó/G4, que se convirtió en abierta ruptura.

 

 

HCR está “jugando” a la política, a su manera, como él la sabe hacer. No siempre a la gente –me incluyo– le gusta lo que hace y no siempre lo que hace le resulta bien. Por ejemplo, sin ser exhaustivo, pues no viene al caso, a veces tiene frases infelices –“el tiempo de Dios es perfecto”–; otras veces lo acusan de que le falta decisión, como lo fue –para algunos, no es mi caso– al no haber sacado la gente a la calle en el 2013 cuando perdió la presidencia con Nicolás Maduro.

 

 

Pero más allá del disgusto que cause su posición, de las diatribas e insultos que se le profieren ahora, es indudable que HCR, políticamente, ha tenido una trayectoria respetable y exitosa. Ha sido diputado, en 1998, cuando incluso fue el presidente de la última Cámara de Diputados que hemos tenido en el país. Ha sido alcalde, gobernador y candidato presidencial dos veces, logrando en ambas entusiasmar(nos) y motivar(nos) a miles de seguidores y millones de votantes, sacando más de 6,5 millones de votos en ambas oportunidades. En fin, aunque no todo le sale bien, su trayectoria no se puede borrar de un plumazo con insultos y descalificaciones. En términos generales hay que decir que es un político que ha corrido con suerte.

 

 

Ahora ya no hay duda de que está negociando, creo que con apoyo de una buena parte de la Unión Europea, sino de toda; eso lo sabremos pronto. Si lo habilitan y es candidato o inscribe candidatos –por lo pronto ya anunció que lo hará–, para algunos será la confirmación.

 

 

Con respecto a la negociación de HCR, yo soy de los que cree que de esto no salimos sin una negociación, que al final nos lleve a un proceso electoral, ¿O cómo se van a elegir los presidentes después de esta tiranía? Y la negociación no será con la congregación de las hermanitas de la Madre Teresa de Calcuta, ni con los obispos de la Conferencia Episcopal, sino con los que hoy están en el gobierno, a quienes además habrá que ofrecerles “alguna salida” para que dejen el omnímodo poder que hoy tienen, se vayan y quede un gobierno temporal, de transición, interino, o como lo quieren llamar, pero que ofrezca garantías a todos, sin exclusión, de que se respetarán las reglas del juego y así evitar que esto termine en un baño de sangre. Porque seguro que si hay un baño de sangre en las circunstancias que hoy tenemos, lo más probable es que sea la nuestra.

 

 

Ahora bien, a lo mejor a HCR no le interesa volver a ser diputado sino estar “habilitado” para lo que pueda ocurrir, pues allí se abren varios escenarios, de los que ya se empieza a hablar:

 

 

1) una postergación de las elecciones, y que se abran negociaciones para ampliar la elección, en el 2021, a alcaldes, gobernadores, parlamento e incluso presidenciales;

 

 

2) que no haya ampliación, pero que HCR mismo sea candidato a diputado –cosa que no es hoy posible pues está inhabilitado–, para tratar de animar a la oposición a votar, que no lo logrará, pero saldrán electos varios de sus seguidores,

 

 

3) que en efecto presente candidatos, participen en la campaña, traten de que se pospongan las elecciones por la pandemia, busquen mejorar las condiciones y al no lograrlo –que es lo más seguro– se retiren a última hora. Esta ha sido una posibilidad que el mismo HCR ha esbozado en alguna oportunidad

 

 

4) en cualquier caso, si logra movilizar, posponer, cambiar las condiciones o retirarse, se tratará de una victoria política sobre la cual reconstruir la oposición, con eje principal en HCR y su fracción de diputados, a partir de enero 2021… o bien,

 

 

5) todo esto no pasará, HCR no será habilitado –que es lo más probable–, las elecciones seguirán como van, el régimen recupera el control de la AN, con unos poquitos diputados de la “mesita” y habrá algunos del grupo de HCR, sí finalmente presenta candidatos.

 

 

Lo que es cierto es que la oposición democrática – G4 / G27 / Guaidó– está en estos momentos en total reflujo, varios pasos por detrás del régimen, reaccionando y sin una política de masas o que entusiasme a la gente. Ni siquiera le está sacando provecho al tema de la abstención –cosa por demás difícil– y no han podido articular nada para movilizar a la gente en torno a esa idea.

 

 

Lo único concreto de lo que han hablado, o apenas balbuceado, es de una supuesta “consulta”, que no han logrado aun definir. En otras palabras, estamos en la situación perfecta para que el régimen trate de terminar de destruir la ya malograda oposición y que surjan más oportunistas, como los de la mesita… o para que surja una opción encabezada por alguien como HCR, a quien –dígase lo que se diga–, nadie puede acusar de chavista o de estar con la gente de la “mesita”. HCR puede estar equivocado, eso se verá con el tiempo, pero no es ningún “traidor” o “vendido”. Es un disidente, uno muy importante, pero no más que eso, digan lo que digan los que hoy lo atacan furiosamente.

 

 

Sin duda a la oposición le está haciendo falta una estrategia que la movilice, que la organice, que le dé un objetivo y finalidad logrables, medibles, en el corto y mediano plazo, que no apunte solo al largo y desconocido plazo. Creo que HCR ha elegido una estrategia de movilización más fácil que la de Guaidó / G4, porque es más fácil organizar a la gente en torno a un objetivo concreto, una finalidad: elegir unos candidatos, que movilizar a la gente en torno a una idea abstracta como la “unidad” o una consulta, que todos sabemos que por más que se predique y se argumente, no tendrá nunca ese carácter vinculante que algunos extraen con pinzas de la Constitución. Ni ayudará a ir más allá de recoger miles o millones de firmas, tarea nada fácil con la apatía política reinante, sin gasolina y grandes dificultades de desplazamiento y en medio de una pandemia. Además, lo ocurrido con la consulta del 16 de julio de 2017 demuestra que sí no hay una finalidad práctica detrás de una consulta, esa movilización para firmar, ese esfuerzo, se pierde. Pretender que había un “mandato”, oculto, en el 16J es fantasioso y abstracto.

 

 

Sin embargo, creo que la estrategia de HCR adolece de tres fallas. Una, paradójicamente, a pesar de que como dije la movilización electoral es la estrategia más fácil, en este momento creo que es utópico pensar que tendrá un éxito importante en movilizar a la oposición a votar. Han sido muchos años de campaña del régimen descalificando el voto, minando su importancia, su carácter de secreto o de instrumento para tomar decisiones; y lo más grave, es que los opositores los hemos ayudado en esa tarea, con todas esas consejas de “dictadura no sale con voto”, “la ineficacia de las elecciones”, “en estas condiciones no se puede votar”, etc.; lo cierto es que eso ha logrado una total apatía y desesperanza en grandes sectores de la población, que difícilmente se moverán a votar y menos tras percibir la aguda división opositora en torno al tema.

 

 

La segunda falla creo que es el tema de la unidad, que ahora algunos descalifican y la rebajan como valor y objetivo, minimizándola a un mero medio o instrumento para alcanzar cosas. Sin duda lo es, pero es también un valor y objetivo fundamental. Una dictadura como la que gobierna en Venezuela, difícil de enfrentar y derrotar, lo es mucho más si quienes la adversamos estamos dispersos y con peleas a cuchillo entre nosotros. HCR, sea ese su objetivo o no, cosa que dudo, ha puesto una piedra de molino en el cuello de la unidad política del país, tan difícil de lograr y sobre la cual se habían dado pasos importantes. Ese no es un buen registro para el currículo de cualquier político.

 

 

La tercera falla, más bien duda, ¿Agotó Capriles todos los medios posibles, todas las discusiones para resolver este tema a lo interno de la oposición, a lo interno de su partido, antes de dar este paso de ruptura? ¿O simplemente actuó movido por su interés político personal, que tiene derecho a tenerlo, pero que puede significar un descalabro o desajuste importante para toda la oposición?

 

 

En conclusión, algunos están felices por la propuesta de Capriles; unos porque llama a votar –podría ser mi caso, pero no es así, no al precio de la unidad–; pero otros, precisamente por eso, porque ven en su acción un golpe noble y certero a la unidad de la oposición.

 

 

De cualquier manera, la oposición tendrá que reconstruirse desde ahora y a partir de enero 2021 será imperativo y HCR –al igual que el G4– será uno de los ejes sobre los cuales se reconstruirá. Creo que en el fondo esa es la estrategia de HCR, estar en ese juego. ¿Es su estrategia la más adecuada? ¿No implicará un alto costo, innecesario, para toda la oposición? Como dice el dicho popular, amanecerá y veremos; pero en todo caso, lo bueno es que el escenario político se está moviendo.

 

Ismael Perez Vigil

La Propuesta de Capriles: ¿Tomando distancia?

Posted on: agosto 30th, 2020 by Super Confirmado No Comments

 

 

 

Descartada la participación electoral de la oposición democrática, la discusión debería derivar hacia lo que podría ser la estrategia para los meses que quedan de este año, que todos deseamos que termine rápido, pero sobre todo para lo que será el derrotero opositor a partir de enero de 2021, para lograr el objetivo de restaurar la democracia y el estado de derecho.

 

 

El punto focal de esta discusión es la propuesta de Juan Guaidó, que ha invitado a algunos líderes opositores y a las organizaciones de la sociedad civil a la creación de una hoja de ruta para enfrentar al fraude y a elaborar una agenda concreta de lucha y movilización, que ha sido resumida como “la construcción de un pacto unitario”.

 

 

Teniendo como referencia la propuesta de Juan Guaido y el Frente Amplo, me voy a concentrar en el documento de Henrique Capriles Radonsky, dado a conocer el 24 de agosto, que contiene una crítica a la Propuesta Guaidó, aunque no llega a formularla de manera explícita y concreta. Desconozco la real intención de Capriles con su documento, pero, a mí al menos, me parece que trata de “tomar distancia”, de diferenciarse de lo planteado por Juan Guaidó y el Frente Amplio.

 

 

El Documento de Capriles comienza por matizar el concepto de “unidad”, esbozado en la Propuesta Guaidó, aludiendo a que es un error que la misma se pacte entre políticos, como de alguna manera se deduce del planteamiento de Guaidó, e introduce algunos elementos que se resumen en cinco puntos, que como se quieran leer y a pesar –como ya dije– de que no lo esboza de una manera clara y directa, los cinco puntos son sin duda alguna una propuesta alternativa a la otra propuesta mencionada.

 

 

El Documento Capriles, que él denomina: “A nuestra Venezuela sobre la unidad y los tiempos por venir”, al no tener una propuesta clara, me parece que su intención es otra, diferenciarse o tomar distancia; pero, escudriñando en él se puede decir que propone buscar cuales serían las acciones para unificar las fuerzas y lograr ser una alternativa real al “Poder que hoy controla Maduro”. Veamos, en orden, los cinco puntos que propone Capriles, en comparación con algunos de los propuestos por Guaidó, pues son, como he dicho, es una crítica directa a los planteamientos de este último:

 

 

En el primer punto, la ruta Capriles “es la de escuchar a la gente”, a diferencia de lo propuesto por Guaidó que ha invitado a llegar a un acuerdo a los principales líderes del país, nombrando incluso a algunos de ellos, y a las oenegés involucradas en la actividad política.

 

 

En el segundo punto, la ruta Capriles dice que no debe significar “más sacrificios para las familias venezolanas” y alude a temas como la falta de gasolina y otros aspectos, que podrían significar una cierta crítica a algunas de las sanciones internacionales, que es un tema que si bien no figura en la Propuesta Guaidó, sabemos que en otras ocasiones él ha insistido en la importancia de las sanciones internacionales como elemento de presión sobre el régimen venezolano, para obligarlo a negociar una salida.

 

 

En el tercer punto el Documento Capriles señala que los recursos que tiene la nación en el exterior tienen que usarse con “criterio” y de forma “transparente”. Aquí Capriles implica la existencia de cuantiosos recursos en el exterior –que el Gobierno Interino ha negado–, y un cierto “manejo” no adecuado de esos recursos, con lo que algunos críticos han acusado a representantes del Gobierno Interino. Pero una vez más, Capriles tampoco es claro ni directo; como todos los señalamientos de este tipo, hace una afirmación genérica, como dicha al paso, o “dejada caer”, sin hacer una denuncia concreta ni aportar elementos probatorios. El gobierno interino ha dicho que los recursos del exterior son manejados por agencias internacionales y que ellos no tienen acceso directo a los mismos; Capriles abona la duda, pero no aporta elementos correctivos o probatorios.

 

 

En el cuarto punto, de una forma un tanto enrevesada, Capriles finalmente llega a dos temas con los que se diferencia claramente de lo planteado, no solo por Guaidó, sino también por la oposición democrática. Un tema es el planteamiento que se atribuye a algunos partidarios del Gobierno Interino, que han especulado con la posibilidad de la prolongación del mandato de la actual Asamblea Nacional –y en consecuencia la del Presidente Encargado–, a partir del 5 de enero de 2021, con base en que las elecciones del 6D, que al haber sido convocadas por un CNE designado por el TSJ, por no ser libres, por haber sido intervenidos los partidos políticos de oposición, no serían legitimas. Aquí el Documento Capriles si es claro y directo al señalar que hay “una realidad que no se puede obviar: el próximo 5 de enero de 2021 la Asamblea Nacional, electa por el voto de nuestro Pueblo, culmina su período”.

 

 

El segundo tema planteado en el punto cuatro del Documento Capriles, sin una solución de continuidad con el anterior, establece también su separación y diferencia con respecto al tema electoral; apoyándose incluso en lo señalado por los obispos –en el último documento de la CEV, el cual cita– parece defender la necesidad de una participación electoral; Capriles dice que hay que negarse a aceptar la estrategia del régimen que diseñó unas parlamentarias para que la oposición no participe, que hay que negarse a cometer dos veces el mismo error –en alusión directa a la abstención opositora en las parlamentarias del año 2005– y defiende los procesos electorales como medios de movilización política, por lo que supondría que su estrategia sería luchar por unas condiciones electorales mínimas y no “la abstención y la resignación”.

 

 

En el documento no se asume tampoco, completamente, esa alternativa; sin embargo, en días posteriores hasta se ha llegado a especular que el grupo que él apoya –La Fuerza del Cambio– inscribiría candidatos para participar en el proceso electoral. Al momento de escribir esta nota eso no ha ocurrido, pero el plazo para inscribir candidatos vence el 4 de septiembre, por lo que habrá que esperar el desenlace de esta información. Lo que también es cierto es que el Documento Capriles deja abierta una ventana a la duda al aludir a que los efectos de la pandemia podrían implicar la suspensión o aplazamiento del proceso, con base en el objetivo superior de cuidar la salud del pueblo venezolano.

 

 

Finalmente, en el punto cinco, se establece otra clara diferencia entre las propuestas de ambos líderes. Los voceros de quienes apoyan a Guaidó nos hablan de que hay que hacer una consulta “virtual”, que abarcaría varios temas, en los que aún no hay acuerdo; mientras que Capriles es enfático en señalar que “Como líderes políticos nacionales, tenemos que poner los pies sobre la tierra y no seguir alimentando fantasías que lo único que generan es más frustración y desconfianza en los venezolanos… (y que) … Es un grave error pretender diseñar y convocar a una suerte de consulta “virtual” …”

 

 

Además de los cinco puntos señalados, el Documento Capriles “deja colar” en varias frases sus diferencias, no solo con la Propuesta Guaidó, sino también con lo que este representa; por ejemplo, en esta que es muy significativa: “Nosotros no somos Gobierno ni estamos en el Gobierno: estamos en la oposición y queremos un cambio por la voluntad del Pueblo venezolano”. Creo que en este punto Capriles peca de extremar las diferencias. ¿Qué estará implicando aquí el Documento Capriles? Porque por la forma en que está redactada esa frase, nada anodina, pareciera implicar que desconoce al llamado Gobierno Interino y de alguna forma reconoce que el único gobierno es el de Nicolás Maduro, que es quien realmente ejerce el “poder”.

 

 

Pero al final, debo lamentar que ninguno de los dos documentos avanza mucho en la tan esperada propuesta de una nueva estrategia para la oposición y nos dejan aún a la espera de una opción de movilización para la oposición democrática. Personalmente hubiera preferido algo más elaborado de parte de Juan Guaidó; pero, como bien dice un amigo, sí Juan Guaidó hubiera planteado algo más acabado, no faltaría quien lo criticara diciendo que: “están decidiendo por mí”.

 

 

A nivel de intenciones, sin duda Juan Guaidó se siente, y está, en deuda con el pueblo venezolano al no haber funcionado la estrategia propuesta en enero de 2019 –con base en la cual nos movilizamos por el país millones de venezolanos– ni haber funcionado tampoco ninguna de las acciones emprendidas, en febrero y abril o con los procesos de diálogo en Barbados y Noruega. No obstante, aunque incompleta, su propuesta al menos es una propuesta unitaria y esa es ya una estrategia fundamental.

 

 

Con relación a la Propuesta Capriles, debo decir que mi conclusión es que tal parece que su objetivo no era plantear realmente una estrategia, sino marcar sus diferencias y posiblemente adentrarse en la disputa del liderazgo opositor, buena parte del cual el excandidato presidencial cree conservar. No sabemos aún si se concretara o no en una participación electoral el 6D por parte de Capriles y sus seguidores, pero su propuesta es una afirmación solitaria que no nos hace avanzar mucho en una tarea que debe ser solidaria.

 

 

En aras de la unidad de la oposición democrática –dígase lo que se diga, fin estratégico fundamental, aunque no único–, nos gustaría ahorrarnos la amarga discusión que se puede derivar de los documentos de ambos líderes, ¿Será esto posible?

 

 

Ismael Pérez Vigil

 

Liderazgo post pandemia

Posted on: junio 6th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

Además de la salud, la vida y la tranquilidad, una de las cosas que el coronavirus afectó, de una manera determinante y que aún no se sabe cómo se repondrá, es el liderazgo político, que a su vez arrastra la credibilidad de los partidos, ya de por sí muy deteriorada. El futuro de estos dos temas, liderazgo y partidos políticos rondan en la mente y en la preocupación de los analistas políticos.

 

 

 

Estamos ante una situación límite de la humanidad –como la definiría el filósofo Karl Jaspers, hace ya más de un siglo– en la que no basta con el conocimiento científico para luchar contra la pandemia, sino que requiere fuerza y determinación para enfrentar algunas de las secuelas que, en lo político, social, cultural y económico, nos va a dejar la situación que atravesamos. Eso implica evaluar dos de los instrumentos políticos con los que contamos: líderes y partidos. Retomaré en una próxima ocasión el tema de los partidos, pero ahora reflexionaré sobre algunas ideas con relación al otro termino de esta ecuación, el liderazgo.

 

 

La precariedad del liderazgo político mundial, con honorables y honrosas excepciones, hace que muchos de los líderes se hayan refugiado en una mayor centralización del poder, en autoritarismo, en un exacerbamiento del poder del Estado que muchos tememos que ponga en peligro la libertad y los derechos individuales que en otro momento no se hubiera ni aceptado. Y no hablo de Venezuela, en donde la violación de los derechos humanos y libertades y el autoritarismo se ha entronizado desde hace varios años, mucho antes del coronavirus.

 

 

A nivel internacional, hoy es frecuente echar de menos a grandes líderes del pasado y pensar en cómo habrían enfrentado esta situación. Se invoca a sus características de visionarios, de haber sido líderes confiables, creíbles, seguros, que inspiraban a sus pueblos, dotados de ingenio y de propuestas esclarecedoras, con capacidad de sacrificio, disposición a correr riesgos y de renunciar a sus metas particulares e inmediatas –usualmente electorales–; en fin, se piensa en todas las cualidades con las que en los libros se adornan a los líderes. Pero, se dice resignadamente sobre los de ahora que estos son los bueyes con los que nos tocó arar. Y así es.

 

 

Nuestro problema en Venezuela es que, dada nuestra tradición caudillista y autoritaria exacerbada los últimos 21 años, al líder autoritario le queremos oponer uno de la misma raigambre; y nos desesperamos si no aparece a tiempo. Es común que en épocas de crisis busquemos al líder equivocado. Al que tiene las respuestas en el bolsillo, las decisiones, la fuerza y un claro panorama de cuál es el futuro que nos espera; alguien que nos diga de manera clara a donde ir y que convierta en simples algunos de los complejos problemas que confrontamos. Este es un estilo de liderazgo, producto de la imagen que el venezolano tiene de la sociedad en la que vive. Me niego a aceptar este tipo de líder para la sociedad democrática y moderna que queremos construir y con la que queremos reemplazar este régimen de oprobio.

 

 

No podemos desaprovechar esta oportunidad, única, para soñar con otro tipo de líder. Tenemos que abandonar el estilo de liderazgo que hemos arrastrado por años, ese que se ha destapado con sus peores muestras durante esta pandemia; ese que deja de lado la consulta a los ciudadanos y se refugia en el autoritarismo, en imponer su voluntad y sus intereses inmediatos.

 

 

Aprendimos del modo más cruel posible que aquella idea de Marshall McLuhan de que vivimos en una “aldea global”, es una realidad. No será posible superar los graves problemas de la humanidad –como el que ahora vivimos– con más aislamiento, sino con mayor integración, mayor comunicación, más globalización; y eso requiere de profundizar algunas relaciones y sobre todo de líderes capaces de impulsar nuevas ideas.

 

 

Debemos aspirar a otro estilo de líder, diferente al que hemos estado viendo. El líder que necesitamos es el líder que nos rete a movilizarnos, a confrontar los problemas; un líder que mida su éxito en el progreso que alcancemos en la resolución de los problemas. Un líder que interactúe, que nos influencié y se deje influenciar por nosotros. Un líder que se defina más por la actividad que desarrolla, que por su posición en la estructura social u organizativa que detenta. Necesitamos líderes que negocien conscientes de que hay múltiples intereses en juego y que todos deben ser atendidos, pero sin caer en la componenda y en el arreglo para mantener cuotas de poder. Estamos en la búsqueda de ese tipo de líder y esperamos que tras la pandemia se pueda imponer.

 

 

Aterrizando ahora en Venezuela, ¿Es posible aspirar hoy a ese tipo de liderazgo tras un año como el 2019 que para muchos fue de frustraciones políticas? Si la única manera de enfrentarse a los retos post pandemia y a un régimen como el que nos agobia es mediante un liderazgo –o una organización– que pueda nuclear a su alrededor otros intereses, tal parece –es el sentir mayoritario al menos– que desgraciadamente no lo tenemos en este momento; hay que construirlo mostrando coherencia y constancia pues lo más grave es que tenemos en nuestra cultura política y valores enraizados, una serie de vicios, entre ellos la mentalidad autoritaria y caudillista.

 

 

Queremos un nuevo tipo de liderazgo que nos pueda llevar a un mundo distinto y sí ahora no podemos lograr ese líder, de manera completa y cabal, debemos ayudar a que nuestro liderazgo político actual se consolide exigiéndole que ponga los pies sobre la tierra y nos proponga metas alcanzables, a partir de las cuales nos podamos organizar para ir construyendo la opción de sociedad que queremos. ¿Es posible esto? ¿Estará el liderazgo actual a la altura de ese desafío? Ese es el reto, en el cual debemos apoyar a nuestros líderes políticos actuales a emprender ese camino, pues muchos de ellos se han jugado mucho. Que no caiga en el vacío ese esfuerzo.

 

 

Volveré la próxima semana con el tema de cómo se compagina esto con los partidos políticos que debemos construir y el aporte que puede hacer la sociedad civil al respecto.

 

Ismael Pérez Vigil

 

La negociación

Posted on: julio 6th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

En la segunda guerra mundial, las tropas aliadas que derrotaron al ejército alemán en el norte de África avanzaron por el sur de Europa camino a Berlín. Los soviéticos, que resistieron el asedio alemán, contraatacaron Alemania desde el este; y las tropas aliadas, por el noroeste, después de desembarcar en Normandía se dirigieron también a Berlín. Hitler fue derrotado militarmente y se suicidó. No hubo diálogo, no hubo negociación.

 

 

Mientras tanto, los Estados Unidos, que habían entrado en la guerra tras ser atacados por Japón en Pearl Harbor, derrotaron navalmente al Japón y cuando se dieron cuenta que tendrían que desalojar a los japoneses isla por isla en el Pacífico, bombardearon Nagasaki e Hiroshima con la nueva y poderosa arma nuclear que mató a miles en solo dos golpes. Los japoneses, militarmente derrotados, se rindieron incondicionalmente. No hubo diálogo, No hubo negociación.

 

 

Hay innumerables relatos y ejemplos pero los anteriores son probablemente el desiderátum, el modelo a citar, dos de los ejemplos favoritos por parte de quienes consideran que la solución a la crisis venezolana es una salida militar. Pero las preguntas que surgen, inevitablemente, son: ¿Dónde está la poderosa “arma nuclear”, secreta, lista para ser usada por la oposición, para disuadir al usurpador y obligarlo a renunciar? ¿Dónde están las fuerzas militares aliadas dispuestas a invadir Venezuela, como invadieron Europa, ahora que incluso, hasta la OEA de Almagro clama por “la restauración pacífica de la democracia” y llama “a que se convoquen elecciones presidenciales libres, justas, transparentes y legítimas lo más pronto posible”?

 

 

Ni esa poderosa arma nuclear ni esas tropas aliadas existen, y quienes claman por la opción militar no lo mencionan; y muchos otros: analistas políticos, periodistas, dirigentes políticos y de organizaciones de la sociedad civil, callan también. Hay un cierto y sospechoso temor a no “molestar”, a no “herir la sensibilidad” de una supuesta opinión pública que nadie conoce bien cómo piensa, aunque –supuestamente en su nombre– se manifieste con virulencia el enjambre de la antipolítica en las redes sociales, favoreciendo esta opción para superar la crisis venezolana. En algunos casos hacen llamados que saben que no se cumplirán, pero con ellos lo que buscan es desprestigiar y desplazar a la dirigencia política que ahora encabeza la oposición. Pero, en otros casos, son llamados “grandilocuentes” a una acción armada que la mayoría de los que los hacen saben que no tiene ningún destino, ninguna posibilidad, ni utilidad, pero les permite figurar como “radicales heroicos” a la par que tranquilizan su conciencia.

 

 

Pero la realidad es terca y vuelve entonces la palabra maldita: “negociación”, a quedar sobre la mesa como única opción ante lo que ya señaláramos la semana pasada de un “empate” en una confrontación en la que ninguno de los dos bandos tiene la posibilidad de imponer su voluntad al otro.

 

 

Sobre la negociación –que se dará no importa donde– sabemos bien cuál es el objetivo que persigue la oposición: acabar con este régimen de oprobio que implica la salida del usurpador y al final, la convocatoria a unas elecciones libres, democráticas y observadas de cerca por la comunidad internacional.

 

 

No está, sin embargo, tan claro qué es lo que persigue la dictadura y sobre todo cuáles son las razones que la llevan a la mesa de negociación. No soy de los que piensa que es por ganar tiempo, pues ellos tienen todo el tiempo que les da la fuerza de las armas; y no parece realista pensar que quien tiene todo el poder y la fuerza física para mantenerlo, lo va a entregar sin más y se va a “retirar” dejando el terreno libre y despejado, exponiéndose además a que muchos de sus personeros vayan a la cárcel, al exilio y entreguen fortunas mal habidas.

 

 

Esa “decisión” de negociar por parte de la dictadura, tampoco es –ni mucho menos– un acto “magnánimo” de reconocimiento y arrepentimiento por los errores cometidos; creo que se debe a dos premisas y tres factores, al interior del chavismo, que presionan por una salida y que se deben analizar.

 

 

Una premisa es que el país es política y económicamente ingobernable para la dictadura; el régimen no dispone de medios económicos para resolver ninguno de los graves problemas del país –aunque le interesara– y recibe más por ingresos ilegales o irregulares, que petroleros y desde el punto de vista político, solo le es posible sostenerse en el poder por la fuerza y repitiendo episodios como el arresto arbitrario de diputados, muertes y asesinatos y otros actos de represión, abusos y torturas. La segunda premisa es que existe una “oposición” que no ha podido ser derrotada tras 20 años de represión y que hoy cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de la población y –lo más importante, lo que de verdad afecta al régimen– con poderosos aliados de la comunidad internacional, que podrían hasta llegar a ser, dado un caso extremo, una amenaza militar creíble.

 

 

Los tres factores al interior del chavismo que se conjugan para buscar una negociación son, en resumen:

 

 

1- Un sector, civil y cívico-militar ligado a la dictadura que ha logrado “posicionarse”, nacional e internacionalmente, gracias a los “negocios” que ha podido hacer, con y a la sombra del régimen, en estos 20 años. De producirse una “salida de fuerza” del régimen perdería todo o casi todo y por supuesto esa no es la alternativa que desea. Una negociación, si no están involucrados en violación de derechos humanos o acusados de narcotráfico, les permitiría salvar lo salvable. Ese grupo presiona fuertemente para un proceso de deposición del usurpador y negociación con la oposición y sus aliados.

 

 

2- Un sector militar que conserva rasgos de institucionalidad y que no ha estado involucrado o muy involucrado en actos de corrupción, en “negocios” con el presupuesto nacional en compras de alimentos e importaciones y, sobre todo, que no ha participado en delitos de lesa humanidad y que no está acusado de narcotráfico, que ve en la salida del régimen una oportunidad de continuar su carrera militar y por tanto presiona e incluso participa y promueve actos de rebelión. En estos últimos meses hemos visto manifestarse, en grupo e individualmente, a este sector en diversos eventos y hasta han favorecido la libertad de presos políticos opositores.

 

 

3- En menor grado, pero de influencia no despreciable, un sector internacional –Rusia y sobre todo China– que públicamente apoya al régimen, pero que ve en la salida de la dictadura una vía para salvar sus inversiones y negocios en el país y, principalmente, una vía para mejorar su posición negociadora internacional con los Estados Unidos y Europa y, sin quitarle el apoyo al régimen, probablemente lo presiona para que se dé una salida negociada del gobierno de usurpación.

 

 

Estos tres factores se conjugan y parecen ser, por momentos, tan poderosos como para neutralizar a otros factores internos, cívico-militares, o militares, ligados a la dictadura, involucrados en la corrupción, la violación de derechos humanos, el ejercicio de la violencia por parte de colectivos, milicianos, guerrilleros colombianos o delincuentes comunes, etc. Este grupo cívico-militar es el grupo que más resistencia pone a un cambio de régimen mediante una negociación, pues saben que eso sería su fin.

 

 

La situación que permita una salida negociada, con elecciones verdaderamente libres, se resolverá en la medida que la oposición y sus aliados internacionales logren mantener la presión interna y la amenaza creíble de una intervención internacional, que obligue a que el sector militar, único sostén de la dictadura, incline la balanza para una salida negociada a la crisis que vivimos.

 

 

Ismael Pérez Vigil 

 

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Las guerras que enfrenta Guaidó – La Guerra Fría

Posted on: febrero 16th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

Mientras esperamos el desenlace de la entrada de la ayuda humanitaria en Las Tienditas, algunos se recrean desenterrando “hachas de guerra”. Me refiero a las amenazas de “guerra” que, según algunos, revolotean sobre Venezuela y con las que tendría que lidiar Juan Guaidó. Estas son: un nuevo escenario de guerra fría entre EEUU y Rusia, con sus respectivos aliados, que tendría a Venezuela como uno de sus epicentros; y una supuesta guerra civil, como la española, por ejemplo.

 

 

Me referiré en esta oportunidad a la supuesta “guerra fría”, cuyo escenario veo más inmediato.

 

 

No me cabe duda sobre lo que algunos analistas, demasiados como para nombrarlos a todos, han señalado. Primero, es obvio que la Rusia del ex-KGB, Putin, anhela fervientemente restaurar el viejo poderío y preponderancia en el mundo de la antigua Unión Soviética. Segundo, tampoco me cabe ninguna duda acerca del intolerable involucramiento de la Rusia de Putin en Venezuela, en la búsqueda de petróleo, oro y otros minerales y tercero, su probable interés, de paso, establecer una cabeza de puente en América Latina, considerado el patio trasero de los EEUU; y eso pudiera estar influyendo en la toma de acciones más decisivas en Venezuela, por parte de los EEUU; aunque las ya tomadas son bastante decisivas.

 

 

Pero, en primer término, no creo que la Rusia actual sea lo mismo que la Unión Soviética de antaño. La información militar que yo manejo me lleva a pensar que no hay detrás de Rusia la “potencia militar” que algunos quieren ver; es decir, que la Rusia de Putin no es ni mucho menos la potencia militar que era la Unión Soviética, por más que así lo aspire Putin y algunos analistas políticos lo piensen y quieran ver en lo que está ocurriendo en el mundo y en Venezuela. No creo que Rusia tenga la capacidad de instalar bases militares en América Latina, como lo intentó a principios de los años sesenta del siglo pasado en Cuba.

 

 

Sobre el poderío ruso, ya lo señaló hace algunos años el presidente Obama de los EEUU cuando afirmó, palabras más, palabras menos, que Rusia era solo un poder local, con capacidad de amenaza militar únicamente para algunos vecinos y que esa era su gran debilidad, no superable, por los momentos o en un tiempo cercano. Por más que Putin, Rusia y la dictadura pudieran tener la aspiración de “instalar” alguna base en Venezuela, creo que el interés ruso en nosotros es más económico, que otra cosa, aunque no dejen de hacer ver alguna arista “geopolítica”, como para perturbar a los EEUU.

 

 

Con respecto al involucramiento de Rusia en Venezuela, es notorio que entre préstamos e inversiones, según algunos, la cifra ronda los 17 mil millones de dólares, que en estos momentos es un monto considerable para Rusia, como para perderlo. Sea por esta “deuda”, sea por el temor del régimen a las represalias por parte de los EEUU, y aunque el monto de lo adeudado o invertido no fuera de una magnitud importante, la dictadura así nos lo quiere hacer ver, a nosotros y a los EEUU, para sentirse “apoyada” y “protegida” por quien no estaría dispuesto a perder ese dinero.

 

 

Además, no deja de ser un atractivo importante para los planes rusos, aun cuando no pueda ir muy lejos, ejercer influencia sobre el país que posee las reservas de petróleo más importantes del planeta, ingentes cantidades de otras riquezas en minerales, que está sumido y debilitado por una profunda crisis económica y humanitaria y situado tan cerca de los EEUU.

 

 

La dictadura venezolana ha dado pasos firmes en dirección a Rusia y esos pasos van más allá de los rumores sobre traslados de oro y otros minerales; o los paseos a Rusia en búsqueda de financiamiento; o los paseos “inocentes” de aviones de guerra rusos; o supuestas movilizaciones de barcos de ese país hacia el Caribe, y sobre eso si hay que llamar la atención del mundo.

 

 

Venezuela ha cedido importantes yacimientos petrolíferos a Rusia, le ha cedido un 49% de las acciones de CITGO, empresa ubicada en los EEUU; la empresa rusa Rosneft ha incrementado su producción petrolera en Venezuela, a pesar de las sanciones de los EEUU, para aliviar al régimen venezolano; y recientemente PDVSA ha abiertos cuentas en el Gazprombank AO, banco ruso, donde aspira que las empresas petroleras que extraen petróleo de Venezuela, depositen el monto de la factura petrolera, en un intento por evadir las sanciones impuestas por el Departamento de Tesoro de los EEUU. De ocurrir o continuar esto –lo de la apertura de las cuentas ya ocurrió– Rusia estaría siendo cómplice de la expoliación de recursos al pueblo venezolano y eso debe ser tomado en cuenta de manera apropiada por la comunidad internacional.

 

 

Por lo tanto, creo que el gobierno interino de Venezuela, que preside Juan Guidó –y esta es mi propuesta– debe situarse en un escenario pre bélico, de “guerra fría”, denunciar estas maniobras rusas con la dictadura venezolana y advertir también a algunos gobiernos –China, Italia, Turquía, Irán– pero sobre todo a Rusia, lo que ya la Asamblea Nacional (AN) advirtió en 2018: que todo tratado que se firme entre gobiernos o contrato entre empresas, que afecten los intereses del país, no es válido y no será reconocido ni honrado, si no es aprobado por la AN.

 

 

De esta manera, esos países, que además no han reconocido la magnitud del problema que vive Venezuela, ni al gobierno de Juan Guaidó, verían que están en riesgo la recuperación de prestamos ilegales y cuantiosas inversiones.

 

 

Este sería un paso importante para el gobierno interino, que haría que algunos gobiernos pusieran sus barbas o bardas en remojo. Y sería, si no un paso de “guerra fría”, al menos un paso muy fríamente calculado que debería dar el presidente Juan Guaidó.

 

Ismael Pérez Vigil 

Politólogo