Sobre la extradición de Saab

Posted on: octubre 24th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

A la memoria de Emilio “Millito” Nouel, compañero de la universidad, de la vida, de la lucha por restituir la democracia … Descansa en Paz, hermano

 

 

Es difícil sustraerse de comentar sobre la extradición de Alex Saab, defendido inusitadamente, fuera de todo límite y proporción, por el régimen venezolano, lo que llena de asombrosa sorpresa y levanta todas las suspicacias y sospechas.

 

 

Aunque no pienso entrar en disquisiciones jurídicas, la primera lección de este caso podría ser la manida frase: la justicia tarda, pero llega. Pero lo que más me interesa destacar son los aspectos políticos del problema.

 

 

Con respecto a la repercusión del caso en términos políticos es donde tenía la duda para escribir sobre el tema. A pesar de que soy usualmente optimista, no creo que esa repercusión vaya a ser muy alta. Como ya dije en un artículo anterior, no creo que Saab, ni ninguno de los reos ya detenidos o en proceso de extradición, vaya a decir cosas que no sepamos y, sobre todo, que no lo sepan los norteamericanos que han ordenado su detención y que le deben tener la pista bien seguida y las cuentas bien sacadas.

 

 

Además, aunque Saab era la cabeza de todo un entramado de negocios, varios de ellos para burlar las sanciones internacionales impuestas al régimen, no creo que, para el gobierno venezolano, la ausencia de Saab, a estas alturas del partido, sea insustituible o muy crítica. Llevaba más de un año preso en Cabo Verde y no creo que los negocios del régimen se hayan detenido por eso; y lo de “muy crítica”, dependerá de que tanto sepa Saab; pero, sobre todo, que tanto esté dispuesto a revelar. Sin embargo, caben todas las especulaciones con respecto a la repercusión de la detención y extradición de Saab, o a lo que el reo pudiera revelar en el desarrollo de su juicio y el impacto que eso pueda tener en los “negocios” del régimen.

 

 

Al respecto, surgen interrogantes que es bueno tener en cuenta para tratar de explicarnos algunas cosas que pueden suceder. ¿Qué tanto sabe Saab que los norteamericanos no sepan ya?; más importante: ¿Qué tanto de lo que sabe o sabía Saab sigue en pie y cuya revelación pueda representar un peligro para el régimen, después de más de un año que tiene detenido en Cabo Verde?. Sin duda lo que representaba algún peligro ya debe haber sido desmantelado; y segundo, lo más especulativo, ¿Qué tanto estará dispuesto a revelar Saab?, sobre todo ahora que ya se comienza a hablar abiertamente de amenazadoras “cartas”, advertencias a familiares, etc. Si esto no es así, ¿Qué sentido tiene que la esposa de Saab tenga que aclarar las condiciones bajo las cuales está en Venezuela? Es fácil sospechar que en todos estos casos podría operar el silencio mafioso, lo que los sicilianos llaman la “omerta”.

 

En cualquier caso, debemos prepararnos para un juicio largo, no menos de un año, con muchos fuegos artificiales a su alrededor, probablemente con pocas revelaciones sensacionales o sensacionalistas y con un resultado condenatorio, sobre el que no tengo dudas que se producirá, pero que a lo mejor no cubre las expectativas que muchos puedan tener. Ya vemos que Alejandro Andrade, el extesorero de Venezuela, lo acaban de sentenciar a tres años y medio de prisión en los EEUU, de los cuales ya tiene buena parte cumplidos, por lo que podría salir en libertad muy pronto. Queda por ver, cosa que ignoro, el destino de los bienes que se le incautaron, si es que se le incautaron.

 

 

Pero hechas todas estas salvedades, para moderar expectativas, hay aspectos positivos que destacar en todo lo que está ocurriendo y ocurrirá. Lo primero es que hay indudables motivos de celebración, para muchos, y de pesar para otros. Todos hemos visto y leído muestras de verdadera celebración y satisfacción porque en alguna parte funcione la justicia; que un reo acusado de cometer delitos contra el pueblo venezolano, a pesar de los cuantiosos recursos económicos dilapidados para contratar abogados que retrasaran lo que hoy constatamos era inevitable, que a pesar de todas las triquiñuelas desplegadas y las amenazas y jugadas desesperadas del régimen, que a pesar de todo eso, ese reo inexorablemente se enfrentará, desde un calabozo, a un juez y un jurado.

 

 

Abro paréntesis; se puede dar por satisfecho Álex Saab, pues sin duda va a tener −frente a ese juez y jurado− muchas más oportunidades de defenderse, si es que tiene defensa, que los miles de presos comunes y cientos de presos políticos que en Venezuela no tienen esa oportunidad. Por lo pronto, será juzgado por lo que haya hecho, no por lo que haya dicho o se interprete que ha dicho, como ocurre aquí. Seguro contará Álex Saab con todas las garantías, como ha tenido hasta ahora, para defenderse; disfrutará de eso que llaman el “debido proceso”, que en otros países existe y que aquí ya no sabemos lo que es; cierro el paréntesis.

 

 

El pesar, que mencioné, no lo sentimos los que nos oponemos a este régimen de oprobio; el pesar lo sienten el régimen y sus acólitos. Sin duda tiene un efecto demoledor, interno e internacional, esas imágenes de Saab, con pelo largo, ojos enrojecidos, vestido de naranja y esposado en una celda, imágenes que todos vimos en un humillante vídeo que se hizo viral, como era de esperarse. No creo que sea una imagen que favorezca al régimen y sí debe dar mucho que pensar a algunos de sus acólitos, los que hacen negocios con ellos, o se han enriquecido con el régimen; es una advertencia que puede tener sus efectos y producir fisuras.

 

 

Esa es la segunda lección de este caso: El miedo no solo es libre, es también democrático. El miedo es ese frio que se siente correr en los huesos al constatar que −perdonen el lugar común− el brazo de la justicia es largo y puede llegar en cualquier momento: En un aeropuerto, de paso hacia otro destino; en un viaje de vacaciones o de disfrute de bienes mal habidos; en una inocente tarde de compras en algún centro comercial de un país democrático; en una visita a algún hijo o familiar que esté estudiando o viviendo en el exterior; en un viaje de “negocios”; en fin, en cualquier parte.

 

 

En lo más inmediato, tras la sacudida inicial y el teatro montado de “dignidad ofendida”, creo que el régimen regresará a la mesa de negociación en México; tiene todo el tiempo por delante, poco que perder allí y mucho que ganar −dadas sus expectativas, creo que infundadas, de liberarse de las sanciones− y sabe que siempre se puede levantar de la mesa, más adelante, con cualquier pretexto, como ya hemos visto en dos ocasiones, con el mismo tema de fondo: la extradición de Saab.

 

 

De las fisuras que se logren abrir y ensanchar en el bloque de poder del régimen, que hoy luce sólido y compacto, lo hemos dicho antes, dependerá que se pueda avanzar en una negociación exitosa en México; dependerá de la fuerza interna e internacional que logre articular y congregar la oposición. ¿Qué tanto pueda impactar, ayudar, el caso Saab y el de otros extraditables, en ampliar esas fisuras y debilitar al régimen?, es algo que aún está por verse.

 

 

Por lo pronto la única acusación que enfrenta Álex Saab es por lavado de dinero, 350 millones de dólares y conspiración para lavado de dinero, cuya pena máxima son 20 años, pena que se puede reducir si se declara culpable; aunque pudiera ocurrir que durante el proceso se le formulen más cargos pues son muchos más los delitos de los que se pudiera acusar a este personaje, como bien sabemos, gracias a los valientes reportajes del periodista Roberto Deniz, perseguido, exilado y acosada su familia por el régimen; al mencionarlo para concluir este comentario vaya para él todo el apoyo y agradecimiento, en nombre de la verdad y de todos los venezolanos.

 

 

           Ismael Pérez Vigil

El autogol de Monómeros

Posted on: octubre 9th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Ante el ambiente que vivimos con acusaciones de corrupción en la oposición, la incertidumbre por los resultados de la jornada electoral del 21 de noviembre y las negociaciones en México −eventos que se entrecruzan e impactan mutuamente− y otros temas, según pasan los días es imposible no contagiarse de esa angustia, de esa redonda sombra, que se va apoderando de todos los que nos oponemos a este régimen de oprobio.

 

 

Concentrándome en el caso de Monómeros, el más delicado y agudo de todos, no voy a hacer un juicio de valor, ni desconocer la importancia y la gravedad de las denuncias ocurridas en las dos últimas semanas, con el documento de Primero Justicia (PJ), la respuesta del Gobierno Interino y las entrevistas a algunos de los voceros de la oposición, en torno al tema del documento de PJ y el caso de Monómeros. Tampoco lo voy a magnificar, más allá de tratarlo aquí.

 

 

Tenemos −como dice un amigo− varios “autogoles” en la cancha, imposibles de ocultar, de desconocer o de ignorar, que no es el caso, por supuesto. De lo que sí se trata es también de comprenderlos, ponerlos en su exacta dimensión, sin menospreciarlos, pero sin magnificarlos, para sacar alguna enseñanza, moraleja o lección de lo ocurrido.

 

 

Tras leer la catajarria de documentos y artículos con opiniones, a cuál más radical o dura −también varias excesivamente complacientes− y escuchar, varias veces, entrevistas recientes y pasadas sobre el tema, me pregunto: ¿Qué hemos sacado en claro de todo este buen embrollo?

 

 

Al menos yo −confieso− todavía no sé cuál es la exacta situación de la empresa Monómeros; sí está o no está quebrada, cuál es el alcance de la intervención del gobierno colombiano −al parecer la importancia estratégica de Monómeros allá es muy superior a la que aparentemente tiene para nosotros aquí−; pero todavía no sé cuáles son las irregularidades que se cometieron, si hay o no algún delito; y sobre todo ¿Quiénes son los delincuentes?, ¿Cuánto dinero se perdió?, ¿Quién se lo apropió?, si es el caso, o ¿En qué consisten las irregularidades que allí se cometieron, los malos manejos, los abusos?, ¿Quiénes se beneficiaron con lo ocurrido?, etc.

 

 

Destaca también que los únicos nombres que han aparecido son los que ha mencionado el ex embajador en Colombia, Dr. Calderón Berti, que son los mismos que dijo hace ya más de un año, los que mencionó en diciembre de 2019 cuando el episodio de su “destitución”, pues él siempre negó que fuera una renuncia.

 

 

Esos nombres que hoy aparecen −los mismos que aparecieron en esa oportunidad− son: Manuel Rosales, hoy candidato a gobernador de la MUD en el Estado Zulia; Tomás Guanipa, que ya no está en Colombia (no sé sí sigue como negociador en México), candidato a alcalde en el Municipio Libertador, también por la MUD; Julio Borges, exilado en Colombia, aun Canciller del Gobierno Interino y a quien se menciona, pero no conectado con el caso de Monómeros; algunos diputados cuyos nombres se me escapan, o no los recuerdo, pero que en todo caso cualquiera los puede escuchar en alguna de las múltiples entrevistas que le han hecho al ex embajador, en aquel momento y ahora.

 

 

Pero, aparte de reunirse, alguna vez, una vez, o varias veces, con la junta directiva de la empresa −que no es algo que debió ocurrir, indudablemente, pues no tiene ningún sentido gerencial, administrativo o comercial−, ¿Cómo están implicados esos personajes en todo esto? ¿De qué manera influyeron en alguna decisión equivocada? ¿De qué se les está acusando? Y si no es así, ¿Por qué mencionarlos?

 

 

En todo lo ocurrido, también se ha mencionado −conjuntamente con el caso de Monómeros y los activos venezolanos en el exterior− el manejo de la ayuda humanitaria, durante el evento aquel en Cúcuta, en febrero de 2019, que al parecer en su momento se denunció ante autoridades colombianas y que por lo visto fue desechado por la fiscalía de ese país; también se ha hablado de lo ocurrido en el frustrado evento o golpe de La Carlota del 30 de abril de 2019, y de varias cosas más. En todo eso, según denunció el Dr. Calderón Berti, el responsable sería Leopoldo López, en su opinión, porque tampoco es que se hayan aportado muchos datos o pruebas al respecto.

 

 

Entonces, vuelvo a mi pregunta inicial, realmente, ¿Qué hemos sacado en claro de todo este asunto?, porque quien sí le ha sacado provecho a la situación es, evidentemente, el régimen. Ya Nicolás Maduro está diciendo que Monómeros cuando estaba en manos de su gobierno producía y ahora está quebrada, ¡Nada menos!

 

 

Por supuesto, a toda esta diatriba opositora también le sacan provecho los eternos defensores de “la leyenda negra” de la oposición. Pero de todo este embrollo, siempre es posible aprender; por ejemplo, quién antepone su ambición de poder y sus intereses personales a los de todo el país; y para quién es más importante que hacer propuestas factibles, magnificar los errores de la oposición democrática, tratando de diferenciarse y pescar en rio revuelto. A lo mejor llegó la hora de dar discusiones más francas y de deslindarse abiertamente, ¿será?

 

 

Mi padre, usualmente callado y muy sabio, de quien aprendí la filosofía −para él extrema− de que el vaso siempre está medio lleno, al observar lo que ocurre, diría que sí, que éste es el mejor momento y “… que estamos bien, porque peor no podemos estar”.

 

 

Ismael Pérez Vigil

Saab, el «Pollo» y México en perspectiva

Posted on: septiembre 18th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

Me sorprende el nivel de ingenuidad y en algunos casos, oportunismo político, cuando leo comentarios acerca de la noticia de que el régimen estaría solicitando la incorporación de Álex Saab a la mesa de negociación en México. Creo que vale la pena poner todos estos temas −el preso de Cabo Verde, el prófugo de Madrid y las negociaciones de México− en perspectiva.

 

 

Vayamos por partes, de lo más simple e inmediato a los más complejo y escabroso.

 

 

Primero, con este señor retenido en cárcel de lujo en Cabo Verde mientras se decide su extradición a los EEUU, sus abogados han utilizado todo tipo de trucos y de subterfugios legales para retrasar lo que luce inevitable; pero, ¿De verdad alguien puede creer que este señor tiene la más mínima posibilidad de ser incorporado a la mesa de negociación en México? ¿Qué el tribunal de Cabo Verde, que le ha dado largas y que tiene al gobierno de los EEUU respirándole en la nuca y mirando por sobre el hombro de los magistrados, va a ordenar que monten a este señor en un avión y lo envíen a México? El primero que rechazaría semejante barbaridad es él mismo preso de Cabo Verde que no estaría dispuesto a salir de su cómodo resort y ser capturado de manera aparatosa en cualquier aeropuerto.

 

Segundo, con respecto al «Pollo» Carvajal; podemos dar por seguro que va a ocurrir, si no algo igual, algo muy parecido a lo que pasó con el preso de Cabo Verde. Van a tratar de alargar el proceso, retrasarlo, darle largas, el señor va a amenazar con “descubrir” cualquier cosa, con denunciar a medio mundo –como ya lo está haciendo– con revelar lo que sabe, etc. El «Pollo» y sus abogados emplearán todo tipo de argucias y artimañas para retrasar algo que lo afecta, sobre todo personalmente y hemos de suponer, que cuenta con los medios económicos para ello.

 

 

Tercero, si extraditan finalmente a ambos a los EEUU, ¿Qué creen Uds. que va a pasar? Yo voy a disentir de muchos colegas, periodistas y analistas, pero: ¿Ustedes creen que estos señores pueden tener alguna información útil, de procesos que ya se deben haber desmantelado hace tiempo? ¿O que tienen alguna información que el gobierno norteamericano ya no conozca, de sobra y con suficientes datos y pruebas? ¿Alguien puede pensar que lo que estos señores conozcan −y revelen, si es que lo hacen− va a representar alguna diferencia frente a los casos que ya los EEUU deben tener suficientemente documentados? Más aún ¿Alguien cree que de verdad estos señores van a decir algo diferente a lo que han dicho ya todos los que están por allá −el señor aquel de la maleta con los dólares para Argentina, el tuerto de los caballos y granjas; el “petrolero” escondido en la Ciudad Eterna; la fiscal prófuga por el país vecino; y varios más que ya están exilados o en cárceles de los EEUU y que supuestamente ya cantaron? O sea, ¿Realmente alguien cree que estos señores van a aportar algo diferente o van a decir algo que de verdad ponga al régimen venezolano en “peligro”, o tan siquiera en un “aprieto” mayor que el que ya tiene y que por lo visto no le afecta mucho? Dejo como reflexión esas preguntas.

 

 

Cuarto, es evidente que el régimen venezolano tiene que demostrar que protege a los suyos; a todos los testaferros que todavía tiene por el mundo y a todos los que hacen “negocios” con ellos. No les puede enviar el mensaje de que los va a dejar desamparados ante cualquier “dificultad”; por el contrario, les tiene que decir −y demostrar con hechos− que los van a defender, hasta la última instancia que puedan. Y ese es el mensaje que está enviando con todas esas movidas que le estamos viendo y que confunden a algunos.

 

 

Quinto, si bien el mensaje es para su propia gente, para evitar desbandadas inconvenientes, hacia nosotros −viniendo de quien viene, especialista en manipulación y provocación− el mensaje es para irritarnos, para desbalancearnos, para que nos peleemos entre nosotros, dados como somos de crédulos de todo lo que ellos dicen, sobre todo de lo que puede afectar o desacreditar a la oposición democrática, al G4 o al gobierno interino, porque saben bien que esas estupideces sacan a algunos de sus casillas, los desmoralizan y a otros les dan una excusa para golpear más a la Plataforma Unitaria, para debilitar nuestra posición negociadora y estimular e inducir más la abstención, cómo si eso hiciera falta. También sirve de pretexto para que unos supuestos “radicales”, de esos que nunca van a la raíz, sino que siempre se quedan en la superficie de la difamación, aprovechen para denigrar de la oposición democrática, del G4, del gobierno interino, de los partidos y líderes que han logrado sobrevivir.

 

 

 

Sexto, ¿Y la negociación?, se preguntarán algunos. A medida que transcurren las semanas, desde el inicio del proceso de negociación en México y dados los precedentes conocidos, está cada vez más claro que un interés del gobierno de Nicolás Maduro siempre fue ganar “respetabilidad”, “reconocimiento” o “legitimidad” ante la comunidad internacional y, por supuesto, lograr que le quitaran algunas o todas las sanciones internacionales, aun cuando, en mi opinión, ya ha aprendido a manejarse con ellas. Sin las sanciones y algo más de recursos, no cabe duda, que el régimen pudiera continuar el populismo hacía sus seguidores a nivel popular −y que algo “percole”, al resto de la población− y puede, sobre todo, continuar con el “Festín de Baltasar”, con sus socios internacionales e internos; porque con sus “enemigos”, que somos todos los venezolanos que nos le oponemos, con la represión y el control policial y militar es más que suficiente. Una vez que ocurra algo de eso −mayor reconocimiento, levantamiento de sanciones− o que no ocurra, como pareciera que va a ser la situación, el régimen pateará la mesa y se levantará de ella sin contemplaciones, que pareciera ser el escenario que está preparando a toda velocidad, toda vez que ha entendido que no se eliminaran las sanciones y que la “legitimidad” internacional no es un objetivo tan apremiante. Para levantarse de la mesa se servirá de cualquier excusa, el preso de lujo de Cabo Verde, el prófugo de Madrid, o lo que sea.

 

 

 

Séptimo, y sí esto ocurre, ¿Para nosotros, entonces, qué significado tuvieron la negociación en México y el 21N?, pues para nosotros, si no se logran los objetivos planteados en la negociación y en el Memorándum de Entendimiento, esta negociación, lo que quiera que dure, habrá servido para ganar tiempo −que somos quienes realmente lo necesitamos−, para unificar y solidificar más nuestras estrategias, para calibrar mejor nuestros partidos y líderes, para mantener el apoyo internacional, y −junto con la participación electoral del 21N− para ganar en organización y disminuir el caos interno que nos carcome. Si esto es así, todo lo ocurrido habrá sido ganancia, siempre y cuando se cumpla una condición fundamental: que no nos montemos falsas expectativas, que siempre es el error que cometemos.

 

 

 

Cada vez es más claro que el fin de este régimen de oprobio depende de la fuerza de tenaza, de la presión interna e internacional, que logre romper el caparazón de la logia en el poder, de ese bloque hegemónico sostenido por la fuerza militar, que es lo único −y no es poca cosa− que mantiene al régimen. Para ello nos toca fortalecer la presión interna, tarea con la que estamos en deuda. Resistir y sobrevivir es importante, pero no es suficiente.

 

 

 

Por lo pronto, de verdad me sorprende el nivel de ingenuidad de algunos análisis viniendo de personas −periodistas algunos− que uno pudiera suponer que están algo mejor informados. Seamos serios. La gravedad de lo que vivimos en el país lo amerita.

 

 

 Ismael Pérez Vigil

Cohabitación

Posted on: agosto 29th, 2021 by Super Confirmado No Comments

 

 

Cada vez que se quiere criticar a la oposición mayoritaria −G4, Gobierno Interino, Gobierno de Guaidó−, alguna de sus decisiones o al proceso de negociación iniciado en México, entre los calificativos destaca el término: “cohabitación”.

 

 

El concepto

 

Según el diccionario de la RAE el término tiene tres acepciones: 1. Habitar juntamente con otra u otras personas; 2. Hacer vida marital; y 3. Dicho especialmente de partidos políticos, o miembros de ellos: Coexistir en el poder. Cualquiera de las tres describe lo que se quiere decir e insinuar, especialmente la última, pues claramente lo que se quiere decir es que esa oposición: Coexiste en el poder con el régimen y −según algunos dicen− no desde ahora, sino desde siempre: Todo lo que esa “oposición” hace −dicen estos críticos− lo hace en función de esa coexistencia, de esa “vida marital” y es, por tanto, cómplice del régimen en todos los delitos y desafueros que se han cometido desde 1999.

 

Al calificar así a la oposición no se busca caracterizarla o clasificarla en alguna de las mencionadas acepciones de la palabra; mucho menos redimirla. Lo que se persigue es diferenciarse de ella; pero, por sobre todo, descalificarla.

 

 

Pero, aunque esta es una práctica de algunas personalidades y grupos muy minoritarios, esta manera de “diferenciarse” cierra puertas al diálogo, la convivencia, el entendimiento. ¿Quién puede querer dialogar, entenderse, con quien “cohabita” y es “cómplice” de un régimen, al que acto seguido se le acusa de delincuente, criminal, tirano, torturador o narcotraficante? Por supuesto él así calificado, tampoco está dispuesto para un diálogo. Aunque siempre es posible el “arrepentimiento” −dirán los críticos−, pero previa humillación y que bajen la cabeza ante quien se considera “puro o pura”, aquí vale usar el masculino y el femenino.

 

 

Pero el término, aparte de su propósito de descalificar, humillar, insultar, ser ofensivo, es poco feliz, para describir la situación que se quiere criticar, porque en Venezuela, con un estado y sector público tan poderoso, históricamente hablando, que controla todos los poderes y gran parte de la economía −cada vez más y la que no controla, la destruye− todos cohabitamos con el régimen.

 

 

Quiénes cohabitamos

 

 

Aparte de los empleados públicos −nacionales, estadales o municipales−, que reciben un salario del Estado y claramente dependen de él; o los que contratan con el estado o alguna de sus empresas, sería interminable enumerar todas las actividades en las que interactuamos −o cohabitamos, como les gusta decir a algunos− con el régimen; por lo tanto, solo daré algunos ejemplos de carácter general, para aclarar el punto.

 

 

Por ejemplo, todo estamos sometidos al sistema de leyes y justicia del país, desde lo más simple, como respetar una señal de tráfico, hasta lo más complejo como pudiera ser introducir una demanda o apelación ante el TSJ, que es el que administra el “sistema de justicia”; es decir, todos estamos sometidos a un sistema de leyes administrado por este régimen −aunque lo consideremos ilegítimo y el TSJ haya sido designado entre gallos y maitines, por la moribunda Asamblea Nacional del 2010− y quien no se someta, o quien no “cohabite”, es sometido por la fuerza, que además el régimen ha demostrado no tener reparos en utilizar.

 

 

Pero no solo quien hace negocios con el estado, o sus empresas, cohabita con él; también lo hacen los que deben obtener una autorización, por ejemplo, una “guía”, para mover mercancías de una parte a otra del país. O los que deben obtener algún tipo de permiso, de lo que sea, para vender mercancías o para exportarlas, o para expender medicinas, e incluso licores. Cohabita también todo aquel que arrienda un inmueble y va a una notaría pública a legalizar o autenticar ese contrato; o quien vende o compra una propiedad −un vehículo, una casa o apartamento, un terreno o una empresa−, y pasa por un registro público a asentar esa operación y, encima, le paga al estado una tasa y un impuesto por hacerla.

 

 

Cohabita todo aquel que obtiene −o acepta− un título de educación media, universitaria, de pre o post grado, que es emitido por el Ministerio de Educación o una universidad pública o aunque sea privada, pues igual tiene que “registrarlo”, bien sea para ejercer la profesión o para legalizarlo o “apostillarlo” para usarlo fuera del país.

 

Cohabitamos todos los venezolanos a quienes una oficina pública de transito −controlada por el régimen− nos expide una licencia de conducir; y naturalmente, todos los venezolanos o extranjeros que portamos un documento de identidad, que hoy día emite el Saime, con el que circulamos por el país o vamos a un banco o a un registro a realizar alguna operación; ni que decir de los que buscamos un pasaporte nuevo o una prórroga del mismo, para viajar al exterior. Cohabitación, además de la de “apostillar” documentos, de la que no se libran ni siquiera los que ya no viven en el país, que además lo hacen en condiciones mucho más precarias y onerosas.

 

 

Y termino mis ejemplos con el más álgido que algunos prefieren olvidar. Es el caso de todo aquel que le entregue dinero al estado pagando el IVA y no se declare en “rebeldía” al respecto; o el que paga el impuesto sobre la renta, si aún es contribuyente o le presente una declaración al estado, aun cuando no tenga nada que pagar. O los que pagan derechos y tasas aduanales por importar mercancías o por usar los puertos nacionales. También lo hace el jubilado que recibe una pensión, aun mereciéndola por haber trabajado y ser su esfuerzo y ahorro de toda una vida, pues en este momento se la paga el estado.

 

 

En fin, creo que no necesito continuar. Me parece que el razonamiento ya está claro, que ya todos me han entendido y no me hace falta abundar, porque la lista de las cosas en las que todos “cohabitamos” con el régimen es interminable; máxime en un país, como el nuestro en el cual muchas y muy variadas actividades están reguladas por el estado −desde siempre, pero exacerbadas con el socialismo del siglo XXI− en las que nos vemos obligados a “cohabitar”. De manera que, aquí, todos “cohabitamos”, con gusto o a regañadientes, incluso esos seres inmaculados y puros, que acusan de cohabitación a los demás.

 

 

Hay opciones y no excusas

 

 

Algunos dirán que no queda alternativa, pues el Estado está en capacidad de ejercer la fuerza para imponer sus condiciones a quien no lo haga. Y ese es justamente el punto que olvidan los que hablan de la “cohabitación” de los demás, como si se tratara de un delito. Pero también olvidan que eso no es inevitable, pues la “cohabitación” finaliza cuando −de acuerdo a los ejemplos que empleé− se deja de pagar impuestos, u obtener y registrar documentos o de obedecer algunas de las leyes del estado y de aceptar el papel del régimen en alguna de las muchas actividades, las que he mencionado y las que no. Cuando así se haga, podremos hablar del fin de la “cohabitación” o de que esas personas, que así actúen, no lo hacen. Pero eso, no está exento de consecuencias.

 

 

Por eso cualquier análisis sería incompleto si no se propone alguna vía que permita superar la “cohabitación”; por ejemplo, la desobediencia civil y ciudadana; sin embargo, agregaré que eso es algo que no me corresponde y hay varios y poderosos motivos para no hacerlo. Primero, por una razón obvia de seguridad, pero sobre todo porque no voy pedirle a alguien que se enfrente a un régimen que no tiene escrúpulos en reprimir, como bien lo ha demostrado. No se puede pedir a nadie que tenga un alma noble y grande como Gandhi, que se tejía sus propias telas para no usar las inglesas o que, siendo abogado, se negaba a defenderse en los juicios que se le incoaban e iba a prisión después de decirle al juez que lo condenara y lo enviara a la cárcel, sentencia que él aceptaba únicamente porque obviamente el otro era el que tenía la fuerza, pero a quién él no reconocía su derecho ni su autoridad para aplicarla. Y segundo, porque no quiero facilitar las bravatas de quienes hacen llamados a la “rebelión” desde la seguridad de un teclado; algunos aseguran su disposición de participar en ella, incluso ofreciéndose a regresar al país para incorporarse a esa tarea, cosa que nunca ocurre, pues siempre habrá la excusa de que “yo me incorporo, cuando alguien lo organice… que no seré yo”

 

 

No, a nadie se le pide esta entrega y ascetismo gandhiano; o tomar una iniciativa de “rebeldía” como la que han tenido en muchos países los que se declaran en desobediencia civil contra dictaduras y gobiernos tiranos. Todos sabemos que hay sobradas formas de hacerlo; desde los casos recientes en países exsocialistas, o recordar lo que hicieron, por ejemplo, en muchos países en los años cuarenta, cincuenta y hasta sesenta, del siglo pasado, cuando obtuvieron la independencia de quienes los colonizaron durante siglos. Como parte de esa lucha por acabar con regímenes coloniales crearon “un estado dentro del estado” y la población se rebelaba contra el gobierno colonial y se sometía a las leyes, al sistema de justicia, al sistema escolar e incluso se casaban civil y religiosamente bajo el régimen y autoridades de los diferentes “Frentes de Liberación Nacional”, rechazando la autoridad y régimen del colonizador. (A los aficionados al cine les recomiendo ver “La batalla de Argel”, 1966, de Giulio Pontecorvo y música de Ennio Morricone, en donde esta lucha se ilustra magistralmente. Lo recuerdo solo a título de ejemplo)

 

 

Pero mientras nada de eso ocurra, usar el término “cohabitación” para calificar las acciones de los demás, no deja de ser un mero recurso retórico, efectista, de naturaleza politiquera, algo demagógico, con el que se persigue ofender o humillar, pero nada más.

 

 

Ismael Pérez Vigil

Tiempo, debilidad y comunas

Posted on: julio 10th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

La llamada “negociación” se abre camino, continúa, y es por tanto importante no errar en el análisis del régimen que tenemos enfrente y en comprender su estrategia y objetivos; o más simplemente, en el análisis de por qué hace lo que hace y en consecuencia, en el análisis de nuestra propia fuerza y estrategia.

 

 

Temas sobre la mesa

 

 

Solemos batirnos en algunos temas sin reparar en que, a lo mejor, se trata de uno de esos famosos “trapos rojos”, término que nosotros mismos hemos acuñado para describir las cosas que hace el régimen, que atribuimos a estratagemas para distraernos, atemorizarnos, ver hacia otro lado y sobre todo para que nos enzarcemos en discusiones estériles que lo que sirven es para dividirnos y debilitarnos más y más – su verdadero objetivo.

 

 

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Por ejemplo, ahora nos debatimos con varios, entre ellos los de “ganar tiempo, la “debilidad” del régimen y las ciudades comunales o ley de las comunas. No pretendo polemizar o ir contra corriente en estos temas. Solamente quiero llamar la atención para que les dediquemos un segundo pensamiento, una reflexión desde otro ángulo, que nos abramos a la posibilidad de que estemos tomando el rábano por las hojas o planificando con base a mitos o temores que no son tan ciertos. Veamos

 

 

Ganar tiempo

 

 

Con respecto al “tiempo” o atribuir lo que hace el gobierno a su intento de “ganar tiempo”, siempre me he preguntado; ¿Quién está apurando al gobierno?, ¿Quién lo amenaza tan seriamente con desalojarlo del poder, como para que esté interesado en “ganar tiempo”?

 

 

Creo que cometemos un error en ese análisis. El régimen tiene todo el tiempo que necesita, nadie lo está apurando, nadie −que represente una amenaza real− lo está empujando para que se vaya; y si alguien lo hiciera a nivel interno, que representara una sombra de amenaza. Cuenta el régimen con la fuerza armada −más bien el régimen es la Fuerza Armada−, con los mecanismos de represión del Estado y con el sistema de justicia para someter hasta el más mínimo y tibio alzamiento o desorden, que vaya más allá de las diarias protesta por todo tipo de carencias que tiene la población; protestas justificadas, numerosas, importantes, pero desarticuladas de contexto y eficacia política. Creo que confundirse en ese análisis y pensar que “ganar tiempo” es el objetivo del régimen es alimentar la fantasía del fin inmanente e inminente, en la que hemos caído varias veces.

 

 

Más bien creo que somos nosotros, en la oposición, los que estamos interesados en “ganar tiempo”. En efecto, nosotros necesitamos “tiempo”: para dirimir nuestras diferencias y alcanzar la tan ansiada unidad; para limar las asperezas y librarnos de las discusiones estériles en las que nos envolvemos y nos consumen; necesitamos tiempo −que ya no queda mucho, por cierto− para decidir si vamos o no a participar en las elecciones regionales; tiempo para que, en caso que decidamos participar, encontrar los candidatos apropiados, esos que despierten la atención y el entusiasmo de votar de una población amodorrada y ensimismada −con toda razón− en resolver su pesada cotidianidad; tiempo para que podamos organizar unas primarias, si esa va a ser la fórmula para escoger los candidatos, o para decidir por “consenso” quienes serán, opción que por cierto consume mucho más tiempo; o simplemente, necesitamos tiempo para organizarnos, en caso de que la decisión sea la de no participar, para dar una respuesta alternativa, que nos distinga de la abstención indiferente que desde 1998 se instaló en casi un tercio de la población votante del país. De manera que, no creo que sea precisamente el régimen el interesado en “ganar tiempo”.

 

 

La debilidad del régimen

 

 

Otro tema que fácilmente aflora en las discusiones es el de la “debilidad” del régimen. Uno de los argumentos hace alusión a que el gobierno ya “no tiene recursos”, como los que tuvo años atrás −cosa que, por lo demás, es cierta− debido al despilfarro, la destrucción de la economía, la corrupción y −desde luego− las sanciones internacionales.

 

 

Pero, también me pregunto, ¿Quién ha dicho que este gobierno se sustenta en “recursos”? Esa fase del populismo que necesitaba recursos para repartir dádivas y ganar procesos electorales que lo “legitimaran” ya quedó atrás. Ahora al régimen le basta con la fuerza y la represión que ejercen aquellos para quienes los recursos que existen sí son suficientes: los jerarcas del régimen, sus aliados internacionales y quienes los mantienen en el poder −fundamentalmente militares− que no están tratando de resolver los problemas del país, pues ese no es su objetivo, para lo que sí se necesitarían recursos. Además, el régimen tampoco sufre por la falta de recursos, pues tienen suficientes para ellos: no sufren por la falta de gasolina o diésel, no tienen escasez de gas o de alimentos, seguramente están vacunados contra el coronavirus −y seguramente también, con dos dosis− de manera que la pandemia les afecta menos; ¿Cuál es entonces la debilidad del régimen?

 

 

Por supuesto que quieren mejorar su imagen internacional y lograr que les levanten las sanciones −que les permitiría acceso a mayores riquezas que continuar expoliando− y por ello se avienen a “negociar” y hacen algunas “concesiones” que desde luego no comprometen ni ponen en riesgo su poder. Creo que ese tema de la “debilidad” del régimen no debe ser una conclusión axiomática y, sobre todo, no la debemos confundir con nuestros deseos, o lo que es más grave, con nuestra propia debilidad.

 

 

Comunas y ciudades comunales

 

 

Pero lo que menos me cuadra es eso de que al régimen y a quienes lo sostienen no les preocupa el resultado electoral o que, por ejemplo, están eliminando la figura de los “protectores” porque su “plan B” es la ley de las comunas, que acabará con gobernadores, alcaldes y municipios.

 

 

No hay ninguna duda acerca del carácter inconstitucional de todo lo que gira en torno a las comunas, poder comunal o ciudades comunales. No pongo en duda los exhaustivos, prolijos, profundos y bien fundados análisis que han hecho muchas personas, connotados juristas y analistas políticos. Mucho menos desestimo la pertinencia y adecuada argumentación esgrimida para alertar al país de este nuevo despropósito de inspiración totalitaria. Solamente digo que debemos dar a este tema, como a los anteriores, un segundo pensamiento, “fuera de la caja”, como dicen los anglosajones, para evitar que con un análisis ligero, una vez más, nos dejemos llevar por una falsa interpretación, enfatizada en algunos casos por un anticomunismo enfermizo, que nos haga ver fantasmas detrás de cada árbol y nos impida ver el bosque.

 

 

Estamos enfrentando un gobierno que ha hecho todo tipo de esfuerzos por debilitar la democracia; acabó con la descentralización y creó, precisamente, la figura de los “protectores” (aunque ahora, cumplido su propósito, los elimine… pero ojo, que en cualquier momento, máxime controlando todos los poderes del Estado, los puede volver a poner, con ese, u otro nombre), para quitarle poder y recursos a los gobernadores y alcaldes en los lugares en los que perdió las elecciones; y lo hizo porque consideraba que esos gobernadores y alcaldes atentaban contra el poder omnímodo que el régimen quiere mantener a toda costa.

 

 

Por otra parte, la FFAA −que es el “poder” real que tiene por detrás el régimen− es jerárquica, militar, autoritaria, para nada democrática y es la que sostiene a un gobierno que se ha esforzado en centralizar y controlar, hasta el punto de nombrar autoridades políticas, judiciales, electorales y académicas a dedo, o en todos aquellos lugares y procesos en los que no logra ganar o hacer trampa.

 

 

Ante esos dos elementos surge mi duda: ese régimen, sostenido por una fuerza militar que se ha aprovechado del poder, ¿va a tolerar que se cree una estructura −como las ciudades comunales− que le pudiera a la larga minar o competir por su poder? ¿Va a transferir recursos y competencias, a unas autoridades que −aunque no electas por el voto universal, libre y secreto, sino designadas verticalmente−, se pueden terminar convirtiendo en unos reyezuelos locales, que serán difíciles de controlar en el tiempo?

 

 

Dicho de otra manera, un régimen que con Hugo Chávez Frías intentó tomar el poder por las armas en 1992, que lo “conquistó” luego a base de engaños en 1998 y lo mantuvo con trampas y repartiendo recursos a troche y moche, abusando del poder, persiguiendo y encarcelando a sus enemigos, acabando con la expresión de la democracia −los partidos políticos−, acosando a la sociedad civil, etc. … que designó después un heredero, y ese “heredero”, después de 21 años en total de régimen autoritario, ¿va a acabar con ese proyecto de centralización del poder, creando una estructura de caciques o tiranuelos locales, difícil de manejar, con la que a la larga él también perderá el poder de designar a dedo autoridades regionales y locales? Me parece que eso va contra toda la lógica totalitaria del régimen.

 

 

Por último, desde 2006 el régimen está tratando de reacomodar el territorio y los esquemas de poder; para ello creó consejos comunales, habiendo fracasado en modificar la constitución en 2007, decretó entonces una ley en el año 2010; creó zonas de paz en el año 2013, etc. y en estos días −de manera brutal, especialmente para los que viven en el oeste de Caracas, pero antes en el interior del país− estamos viendo en lo que han acabado esos “experimentos”. El Koki, el Vampi, el Conejo, el Garbis, el Willeisy y todos los demás, están acabando con el “sueño” del poder comunal y las comunas del régimen. Si los diputados de su dócil Asamblea Nacional, espuriamente electa en 2020, tienen dos dedos de frente, creo que se cuidarán muy bien de continuar ese experimento de crear estructuras que una vez “empoderadas” pueden resultar en una tragedia incontrolable de violencia como la que estamos viviendo en estos días.

 

 

Es probable que me equivoque con estos temas −lo de “ganar tiempo”, el de la supuesta debilidad del régimen y el de su “estrategia” con las comunas o ciudades comunales−, pero invito a todos a que le demos un segundo pensamiento, a que por lo menos sean tema de conversación y no una suerte de dogma o anti anatema. No proyectemos en el régimen lo que podrían ser algunas de nuestras fallas y redoblemos el esfuerzo de presentar una opción que unifique al país.

 

 

Ismael Pérez Vigil

Las condiciones del Gobierno

Posted on: mayo 29th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Abrir negociaciones con la oposición en varios tableros forma parte de la estrategia del régimen para desmoralizar y dividir a sus “enemigos” – porque el régimen no tiene rivales, adversarios u oponentes, sino enemigos a los que tiene que doblegar y destruir. Desde Hugo Chávez Frías, la política es una “guerra permanente” (Pedro Benítez, Al Navío, 14/05/2021) y el mejor ejemplo de esta estrategia es un video que esta semana recorrió profusamente las redes sociales.

 

 

En ese video, en el marco de una reunión para hablar sobre una “ley de zonas especiales”, que nada tienen que ver con el tema, Nicolás Maduro anunció sus “condiciones para negociar”. Pero el mensaje no son solo los anuncios o condiciones que pone el régimen. El escenario y el contexto forman también parte importante del mensaje. Un amplio salón, una gran mesa rectangular, con mesas adicionales detrás, todos los presentes formalmente vestidos, con sus respectivas mascarillas y guardando cierta distancia, el presidente en el extremo de la mesa, en el lugar dominante, sin mascarilla y con toda la soberbia a las que nos tiene acostumbrados, envía en silencio su primer mensaje: “Aquí estoy yo… y vean bien: tengo la sartén por el mango”.

 

 

Asentado ese elemento, que es también un mensaje para sus propios seguidores, viene la primera provocación hacia la oposición: “… los obligamos a venir por el camino electoral…” y agrega de manera triunfal, como adorno: “… por el camino electoral y de la negociación y del diálogo… los derrotamos y los obligamos…”; pero el trapo rojo aquí es el del “camino electoral”, pues sabe muy bien el régimen como irrita y como hiere la sensibilidad de una parte importante de la oposición venezolana cualquier alusión o “invitación” que haga el gobierno a un proceso electoral; el rechazo es inmediato y el coro de las redes sociales así lo deja ver. Ese era uno de los objetivos de esa intervención, lanzar una provocación que, a la par de dividir más a la oposición, estimule la abstención, que es en realidad lo que busca, pues eso le garantiza un cómodo triunfo en el próximo proceso electoral.

 

 

Luego remata con sus “condiciones”: 1) El levantamiento inmediato de todas las sanciones y medidas coercitivas, unilaterales, contra Venezuela; 2) El reconocimiento pleno de la Asamblea Nacional legitima y de los poderes establecidos; y 3) La devolución de las cuentas bancarias a las instituciones y de los activos a Pdvsa, el BCV y otras. Las dice como provocación porque, en realidad no es nada nuevo o inesperado. Esos son sin duda sus objetivos de negociación y de alguna forma ya habían sido divulgados por sus seguidores y acólitos.

 

 

Pero como dije, hay varios mensajes dirigidos a públicos diferentes. Hay un mensaje interno, a un sector −radical− de sus seguidores: No cedemos. Hay, desde luego, un mensaje y una provocación a la población opositora, a la que busca desmoralizar, y un mensaje a su dirigencia, pues busca profundizar su división. Aún es prematuro afirmar si el gobierno tiene verdadera intención de negociar o de llegar a algún acuerdo, pero con la reiteración en la mencionada reunión de su “disposición a negociar” −de manera amplia y “generosa”, en una “gran mesa de diálogo nacional” y con “participación del gobierno de Noruega” y que se invite a “diversos sectores internacionales” −, el régimen persigue también enviar un mensaje a la comunidad internacional, tratando de mejorar ante la misma su deteriorada imagen.

 

 

Concluida la descripción de ese video con las condiciones del gobierno es necesario analizar aspectos de esa intervención, que posiblemente escaparon a la intención del régimen. Este mensaje deja también entrever, de manera subliminal, dos grandes debilidades: Una, la principal, es que, al centrar sus objetivos en el levantamiento de las sanciones internacionales y en la devolución de las cuentas bancarias y recursos, deja en claro, sin duda alguna, que las sanciones le están pesando y limitan su margen de acción −interna e internacional−, pues sigue aislado internacionalmente y sin recursos para continuar sus políticas demagógicas y populistas, internamente.

 

 

La otra debilidad, que yo quiero destacar, es que los venezolanos, adictos como somos a series televisivas, sabemos bien que los forenses al analizar la “escena” de los sucesos se fijan en lo que está presente y en lo que no lo está. En el sainete montado para lanzar las condiciones de negociación vimos al presidente rodeado de sus acólitos, acompañado de su oposición alacrana y la consabida barra de funcionarios, todos prestos a aplaudir cualquier cosa que se dijera; pero, se “notó” una ausencia de “charreteras” en la reunión; es decir, los amos de este valle de lágrimas, los verdaderos dueños del tinglado, los que lo sostienen por la fuerza de sus armas, no estaban presentes. ¿Tiene esto algún significado? ¿Estarán de alguna forma afectando los acontecimientos fronterizos recientes? O simplemente, no hacen falta que estén. No hago ninguna interpretación, solo dejo esa inquietud y reflexión y regreso a la evaluación de la estrategia.

 

 

Teniendo claros que esos son los objetivos del régimen, no podemos no caer en sus provocaciones y estrategia de desmoralizar y dividir. Suponemos que la dirigencia opositora está ya curtida al respecto, pero muchos opositores, abrumados por las dificultades de la cotidianidad y años de frustración, son más sensibles a esos mensajes, para los que todos debemos estar preparados y tenerlos en mente para comprender algunas acciones del gobierno, que de otra forma no se entenderían, en el complicado y múltiple tablero de la negociación que está abierta.

 

 

Por ejemplo, lo ocurrido recientemente con allanamiento de El Nacional por la GNB, en ejecución de una confusa sentencia; algunos se preguntan cómo entra eso en este juego, porque es obvio que los atropellos a la libertad de expresión no favorecen mucho la “imagen internacional” que el régimen quiere rescatar. ¿Fue una mera casualidad, es parte de la estrategia negociadora del régimen, o forma parte del pleito interno? Pareciera −al menos es la interpretación con la que yo me quedo− que se trató de una jugada del sector radical chavista para decir “presente” o para trancar la negociación, al sentirse excluidos o saberse los más perjudicados sí se llegara a un acuerdo que abriera el juego y llevara a la larga a la salida de este oprobioso régimen. En todo caso, si formaba parte de la estrategia negociadora o fue una jugada que salió mal, es lícito pensar que lo ocurrido nos refleja también que hay una procesión que va por dentro, que no todo es monolítico en este régimen neo dictatorial.

 

 

Aun sin poder asegurar que haya una verdadera intención negociadora por parte del gobierno, algunos hechos que −a lo mejor− escapan de su control o no parecerían “premeditados” o proceder desde la misma fuente, dejan ver debilidades y fisuras; en todo caso, la estrategia del régimen está desplegada. ¿Y la de la oposición? ¿Está cada vez más clara o es más confusa?, aun dispersa en varias opciones, la examinaremos en la próxima entrega.

 

 

Ismael Pérez Vigil

La negociación

Posted on: mayo 23rd, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Que nadie se engañe con el título. Aunque es en singular, en el país están en curso varias negociaciones, Así, en plural, pero se pueden discutir bajo un mismo paraguas. Igualmente en torno al tema se desarrolla en la oposición una tensa polarización, valga decir discusión y diatriba, sobre su significado y sus protagonistas.

 

 

Nada de raro tiene que sean varias “negociaciones”, pues desde que el régimen parece haber tomado de nuevo las riendas de la iniciativa en la discusión política, como bien dice el periodista Pedro Pablo Peñaloza: “Valiéndose de la dispersión, el chavismo instala tantas mesas como factores de la oposición existen” (tuit del 16/05/2021).

 

 

No voy a repetir lo que se dice en torno al tema en cada variante, solo me referiré a un par de aspectos de la discusión:

 

 

Sería interesante conocer cómo se responden a sí mismas las vestales de la anti negociación. Algunas de las interesantes preguntas que ellas formulan para oponerse a la misma son: ¿para qué?, ¿con quién?, ¿qué negocian? ¡Negociar, horror!, además ¿sin un plan? ¿Cuál es el plan?

 

 

Les confieso que yo no lo sé; no sé si hay o no un “plan”, espero que sí; pero, algo que siempre me ha intrigado es: ¿Cómo saben las vestales que niegan la negociación que no hay un plan? Podría aceptar que en el pasado hubo serias dudas acerca de la existencia de ese plan, o al menos que haya habido una “planificación” de la negociación −que no es exactamente igual−; pero, si fuera así, ¿Eso, de que no hay plan, es ya algo inmanente?, sí alguna vez no lo hubo, ¿significa que ya no lo habrá jamás?, ¿es algo así como una maldición?, ¿no cabe la posibilidad de que esta vez sí haya un plan, aunque antes no lo hubiera y que, obviamente, no se puede estar divulgando?

 

 

Descartando a los “alacranes” −de los que siempre diré que no son oposición y que, en todo caso, ya “negociaron” en el peor sentido del término− me extraña la satanización actual que se hace de la “negociación”, porque las tres fuerzas principales de la oposición democrática hablan de ella y la proponen. Con cierta reticencia aun y temor a la palabra, con diferentes aproximaciones, objetivos, estrategias −o más bien, tácticas−, pero negociación al fin.

 

 

En orden de “magnitud” −verificada en votos y encuestas− la oposición Guaidó /G10 se plantea acordar un plan para la “salvación nacional”, que incluya al Gobierno, naturalmente a la oposición y a la comunidad internacional; obviamente a esta última, pues el apoyo de esta negociación −y en realidad, de todas− descansa en la comunidad internacional y sus sanciones.

 

 

La oposición que encabeza Henrique Capriles, aunque la consultó, excluye la participación directa de la comunidad internacional −al menos la que apoya a Guaidó− y se plantea un plan más modesto: acudir a las elecciones regionales con algunas condiciones y garantías, para ir recuperando espacios y organizando a la oposición.

 

 

Para fracción que encabeza María Corina Machado no es el punto más importante, pero no la descartan y tiene un objetivo más preciso: solo está dispuesta a dialogar y negociar con base en la salida de Nicolás Maduro y toda su gente, por supuesto apelando a la presión que pueda ejercer la comunidad internacional bajo alguna forma de intervención directa (?) y con ese sentido de desalojar del poder al régimen actual.

 

 

De manera que, como vemos, las tres facciones mayoritarias, representativas de la oposición, hablan de “negociar” y todas ellas, de alguna forma, descansan en la presión que pueda ejercer la comunidad internacional; pero, ¿son todas ellas igual de “diabólicas y perversas”? Ese es un punto que no me queda claro cuando escucho o leo a determinados voceros o personajes influyentes de una u otra opción.

 

 

En cualquier caso, todas las vestales anti-negociación vienen con la misma cantaleta, ¿Dónde está el plan? Y sin esperar respuesta, añaden a continuación: “¡No hay un plan! Luego, el plan es cohabitar, proteger sus propios intereses y legitimar al régimen”. Eso sí, cuando se les pregunta cuál es el suyo, se molestan, no les gusta que se lo recuerden, se ofenden y alegan que este no es el momento ni el lugar para exponerlo… y de pronto, tienen razón, porque ningún plan para derrocar a una dictadura se publicita, ni se ha publicado en la prensa o en las redes sociales. Lo que no es lógico es criticar a los demás por no dar a conocer algo que ellos tampoco están dispuestos a revelar.

 

 

Por su parte los “futurólogos”, que siempre abundan, ya “descubrieron” que eso de negociar, en el fondo lo que busca es darle “impunidad a los narcotraficantes, violadores de DDHH, de la dictadura”. Y los más “radicales”, haciendo caso omiso de que algunos de sus líderes también hablan de negociación, siguen blandiendo su “yo se los dije” y critican las propuestas negociadoras, indiscriminadamente, porque son la evidente demostración de lo que ellos siempre han dicho, que lo que quieren, Guaidó, el G10, y los otros “farsantes” opositores, es “continuar cohabitando con la dictadura”; y así sigue la polémica en los meandros de Internet, para evidente regocijo del régimen, que cada poco la aviva y estimula, desconociendo a unos, insultando a otros, aupando a terceros o rechazándolos a todos.

 

 

Nadie parece preguntarse ¿Por qué un régimen con tanto poder, que controla todas las instituciones, todas las policías y las fuerzas −legitimas e ilegitimas− del Estado, especialmente las FFAA (en realidad, su único sostén), cede dos rectores principales en el CNE y accede a sentarse a negociar?; aun cuando dudemos de su buena fe, lo menos sería pensar que “algo” debe de estar pasando.

 

 

Pero todos sabemos que una negociación es algo abstracto, por lo lejano, porque puede darse o no, porque puede desarrollarse o fracasar de maneras insospechadas, porque muchos acontecimientos cotidianos la pueden influenciar. Así que, apartémonos por un momento del tema de la negociación y ocupémonos de algo que si es concreto y que tenemos al doblar la esquina: las elecciones regionales. En este sentido, el tema de la anti-negociación no viene solo, viene lastimosamente adosado a otro igualmente “perverso”, la abstención; o, mejor dicho, la no participación electoral, porque algunos −los mismos mencionados más arriba− también se molestan si los llaman abstencionistas.

 

 

Ese es otro tema, la abstención, que implica otro conjunto de argumentaciones bastante peculiares y extensas, que no repetiré. Me referiré solamente a un aspecto que también me llama la atención. Es el caso de los que dicen que participar en los procesos electorales que se efectuaron contra las dictaduras −por ejemplo, la de Pérez Jiménez o la de Pinochet− estaba “justificado” y era “legítimo”; solamente participar en los procesos electorales de ahora, no está justificado ni es legítimo. Aquellos, al parecer, sí tenían el famoso “plan”; al menos hoy lo sabemos o suponemos −o así nos lo venden, la historia siempre la escriben los vencedores− pues esas dictaduras cayeron al poco tiempo; de lo que no estoy seguro es sí, en su momento, los que fueron a votar, y los que llamaron a hacerlo, sabían también que había un “plan” que daría ese resultado.

 

 

Pero ojo, lo anterior no es una crítica. En mi opinión, tan válido fue que se votara como parte de un “plan” para derrocar a esas dictaduras, o que se fuera a votar por mera “inercia” de la resistencia contra ellas durante tantos años, de tantos que ofrecieron sus vidas y su seguridad personal y que de pronto vieron un resquicio, una fisura, en regímenes que lucían imbatibles y se lanzaron a esa “aventura”, por algo tan efímero y abstracto como el deseo de vivir en democracia y libertad. Lo cierto, es que hoy, estando todos de acuerdo en que se debe abrir una vía para la negociación, lucimos más divididos que nunca y son cada vez más ásperos los argumentos y recriminaciones mutuas.

 

 

Dividir un conglomerado humano es muy fácil. Lo difícil es volverlo a unir, lo que facilita la tarea de los que nos han privado de la libertad a todos y han destruido al país.

 

 

Ismael Pérez Vigil

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

El pronunciamiento unitario

Posted on: abril 11th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

La unidad es un tema mítico en la política venezolana. Nadie se atreve a hablar en contra de la unidad. El concepto se matiza, se relativiza. Se dice que no es un dogma, que es una estrategia más. Que unidad no es unanimidad y no implica renunciar a principios propios, filosofías, ideologías o cuerpos de ideas; que se dará solo con los que sea posible, y un sin número más de cosas.

 

 

Pero la unidad no se niega y quien lo haga, políticamente, estará muerto. Porque hay una convicción política en el venezolano que ha entendido, intuitivamente y en la práctica, que no es posible luchar solo contra un régimen autoritario o una dictadura, como se le quiera llamar.

 

 

Además, ha sido gracias a la unidad, en la lucha política y en la arena electoral, el terreno en que la oposición democrática ha logrado derrotar al régimen, aunque sea de manera parcial y, sobre todo, contener su desarrollo. La unidad ha demostrado ser una estrategia eficaz; si la unidad está definida y lograda, todo lo demás pasa a ser táctica: vía electoral, insurrección popular, intervención interna o internacional, etc.

 

 

Ese concepto de unidad es el tema central del reciente pronunciamiento de los partidos políticos democráticos que se dio a conocer el martes 6 de abril. De manera definitiva pues desde hace algunos días venían circulando diferentes versiones. Algunos dicen que la salida de ese pronunciamiento tuvo que ver con las declaraciones de la semana pasada de James Story, el embajador de los Estados Unidos en Venezuela. Si eso es cierto, después de todo, alguna virtud tuvo ese indiscreto pronunciamiento.

 

 

En efecto, después de varios meses de expectante y hasta angustiosa espera por una definición sobre la ruta a seguir por parte de la oposición, finalmente “habló la efigie” y los partidos integrantes del Frente Amplio o del Gobierno Interino, del G4, G7 o G27, como se le quiera llamar, se pronunciaron.

 

 

Tal pronunciamiento se recoge en un documento cuyo largo nombre de una vez expresa las ideas fundamentales y es una síntesis de todo el documento. El documento en cuestión se denomina: “Partidos políticos acuerdan reconfiguración de la alianza unitaria y construcción de una coalición más amplia con la sociedad civil para lograr elecciones libres y ayuda humanitaria”.

 

 

Las ideas fundamentales y, a la vez, lo que serían los objetivos de la oposición democrática, plasmados en el documento son:

 

 

– La idea de unidad para derrotar a la dictadura; preservando los “diversos criterios, visiones, aspiraciones e ideologías”; incluso algunos voceros opositores han comenzado a hablar de “Volver a la MUD” reconocida como la experiencia organizativa más exitosa de la oposición en los últimos 22 años.

 

 

– Ampliar a otros partidos y a la sociedad civil los esfuerzos para lograr una mayor unidad; que no es algo nuevo, recordemos la experiencia de la Coordinadora Democrática, entre 2002 y 2004, que no fue tan exitosa en esa materia de coordinación entre partidos y sociedad civil, pero asumimos que hay lecciones aprendidas

 

 

– Elecciones libres, y toda su coletilla −justas, verificables, con observación internacional− ampliándola a elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales y locales.

 

 

– Ayuda humanitaria, como concepto, como objetivo y problema principal a atender por parte de la acción opositora.

 

 

Creo que es un documento importante, como cualquier documento de la oposición; pero algunos lo considerarán poco atractivo, que a lo mejor no llenará las aspiraciones de muchos, en el sentido de que esperaban un mensaje más contundente y con más garra, sobre todo después de varios meses de silencio.

 

 

Se nota que el documento recoge un “compromiso” −no podía ser de otra manera en un documento político− para complacer e integrar a todos; sobre todo a los líderes más “fuertes”, con mayor arrastre popular; de allí la mención a elecciones parlamentarias y presidenciales; pero también a los demás líderes −de los estados y municipios− y de allí entonces la mención a elecciones regionales y locales. El documento también busca −y esto es también muy importante− tender puentes hacia sectores cercanos de la sociedad civil, involucrados en la actividad política, que reclamaban, con razón, que la oposición debe ocuparse de la crisis humanitaria y el grave problema de la pandemia.

 

 

El documento es sin duda un primer intento −buen primer intento, vale decir−, si se le ve como un documento base para la discusión, que es como debe ser considerado. Para mi gusto, sin embargo, adolece de algunos elementos, por ejemplo, para solo mencionar uno, no resuelve aún el tema álgido: la posición frente a las elecciones regionales.

 

 

Sobre esto hay muchas ideas románticas y posiciones de principios; desde los que afirman que no se le puede “hacer el juego” al régimen avalando unas elecciones que no son libres ni democráticas, hasta los más prácticos que afirman que no se deben abandonar “espacios”. Pero muchos olvidan que, en la práctica, para partidos y dirigentes, las alcaldías, los concejos municipales, las asambleas legislativas y las gobernaciones, no son solo una fuente de liderazgo local, de acercamiento a la población, sino también una fuente de recursos, de trabajo, de ingresos, de supervivencia, para activistas y militantes políticos.

 

 

Suponemos que la solución de este dilema será el próximo capítulo para el que todavía no se ha logrado un consenso suficiente. Creo que es un punto que no se resolverá fácilmente porque, por el momento, es una pelea que está perdida a nivel de la opinión pública y del pueblo en general, que no tiene ningún interés en el tema y que es un campo minado, horadado, ablandado por las políticas de abstención pasiva y sobre todo por el morbo de la “antipolítica”, que parecía haberse mitigado en los últimos años, pero que vuelve a surgir con fuerza.

 

 

En cualquier caso, del pronunciamiento público no se podía esperar un recetario de medidas o un listado de acciones; menos de un cuerpo tan heterogéneo y disímil como lo son los diez partidos que lo integran; tenía que ser, lo que es: un pronunciamiento general, con los principios u objetivos que orientarán la acción. La tarea ahora es llevarlo a la discusión en todos los niveles, en partidos y organizaciones de la sociedad civil, de donde surgirán las propuestas de acciones concretas, sobre las cuales se debe reconstruir la oposición. Esa es la tarea pendiente.

 

 

Ismael Pérez Vigil

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Crudamente realista

Posted on: febrero 1st, 2021 by Laura Espinoza No Comments

La discusión acerca de si participar o abstenerse en el proceso electoral de gobernadores que trata de abrirse camino tropieza con serias dificultades. Por ahora se desarrolla en redes sociales o bien en algunas entrevistas o artículos de opinión en los pocos medios que la oposición todavía tiene para expresarse. Pero esta carencia de medios para realizar la discusión no es la principal dificultad. La principal dificultad es la falta de interés de la población, en general y de la oposición en particular, por el tema.

 

 

Participar en un proceso electoral parece ser la última preocupación que tiene el ciudadano común, agobiado como está por la crisis cotidiana, por la carencia de todo, de servicios públicos, de gasolina, de alimentos a precios asequibles, de empleo. Frente a todo esto, pensar en elecciones no pareciera que tiene ninguna prioridad.

 

 

Los argumentos de esta discusión, a favor o en contra de participar, realmente no han variado mucho, casi todo lo que se podría decir, lo que se podría argumentar, ha sido dicho; no hay nuevos desarrollos que valga la pena repetir.

 

 

Solo debo constatar que, lamentablemente, lo electoral parece que solo es una preocupación de algunos líderes políticos y de algunos partidos. Años de campaña del régimen por restarle importancia al voto −campaña a la que algunos sectores opositores han contribuido− más la abstención en algunos procesos electorales importantes, finalmente han hecho mella en el ánimo de la población con respecto al voto como vía de solución a la crisis del país.

 

 

Las formas en que caen las tiranías son muy variadas pero podríamos resumir en cuatro las vías por las que pienso que puede salir este régimen de oprobio.

 

 

– La primera es que se produzca algún “milagro” o acto de “iluminación” por el cual la élite en el poder decida retirarse y abrir la negociación para que se produzca un proceso de transición.

 

 

– La segunda alternativa es una combinación virtuosa de movilización popular interna −de todas esas protestas que hoy en día se dan por muy variados y justificados motivos− con una presión internacional que ahoguen al régimen y concluya en un quiebre del bloque hegemónico de poder, que los lleve igualmente a renunciar y a aceptar una negociación para salir de la crisis.

 

 

– La tercera posibilidad es obviamente un pronunciamiento militar o golpe de estado que deponga el régimen y abra el espacio para un proceso de transición.

 

 

– Y la cuarta alternativa −la tan esperada por muchos− es una intervención externa, de fuerza obviamente, que obligue al régimen a dejar el poder y se abra un proceso de transición.

 

 

Salvo que —en los dos últimos casos— los que depongan al régimen decidan aprovechar para “prolongar su estadía”, en todos los casos, más temprano o más tarde se concluirá en la organización de un proceso electoral para que el pueblo decida quien lo debe gobernar.

 

 

Por supuesto, sería un proceso electoral que reuniría todas las condiciones de los más exigentes puristas; como mínimo: No habría presos políticos; cesaría la intervención de los partidos y estos regresarían a sus directivas originales; los líderes serían rehabilitados y podrían regresar del exilio para participar en el proceso electoral que se realice; sería depurado el Registro Electoral; se llevaría a cabo el registro de los venezolanos en el exterior mayores de 18 años y por supuesto se les permitiría y facilitaría que puedan votar en las elecciones presidenciales; abría observación nacional e internacional de organismos especializados y multilaterales como la OEA, la UE, etc.; y se darían, en general, todas las condiciones que permitan unas elecciones libres, justas, equitativas y democráticas, tal como es la aspiración normal de cualquier venezolano.

 

 

Suponiendo que se resuelven todos los problemas de que adolece el sistema electoral venezolano y el nirvana electoral descrito sea posible, si es un proceso electoral libre, justo, equitativo y democrático, se supone que el Psuv, partido del actual régimen, podrá participar con su candidato, que aunque no sea el presidente actual, tienen otros candidatos con los cuales concurrir al proceso. Cabe preguntarse: ¿Estamos en la oposición preparados para concurrir a un proceso electoral en estas condiciones?, y más importante: ¿Estaremos en condiciones de derrotar al candidato del régimen?

 

 

Dicho en otras palabras, la dificultad real y más importante es cómo evitar que nos pase en Venezuela lo que ocurrió en Nicaragua con el sátrapa Ortega que después de ser derrotado el sandinismo militar y electoralmente, regresó al poder con mucha más fuerza y hoy está convertido en un tirano que amenaza con perpetuarse.

 

 

Si hacemos algunos números veremos que esta inquietud no es meramente retórica y ese 80% que las encuestas dicen que rechaza al régimen, se expresa en las urnas de una manera diferente. La abstención instalada en el país desde el año 2000, es de aproximadamente un 30%, que, bajo ninguna circunstancia, ni en los momentos electorales más eufóricos ha disminuido. Por su parte, el régimen con todos sus “trucos”, demagogia e intimidaciones, logra mover un caudal electoral, que en sus peores momentos, ronda el 20%. Los llamados “alacranes” y el sector chavista, no madurista y los ex chavistas, podrán movilizar un 5% del electorado; eso nos deja un 45% para ganar esas elecciones, que en el mejor de los casos se realizarán no antes de un año, en el que pueden ocurrir muchas cosas. Y eso si logramos ir unidos con un solo candidato. La gran incógnita es si lograremos llegar a ese proceso unificados, con un solo candidato para que tenga alguna opción real de triunfo.

 

 

Mas concretamente, ¿Cuántos candidatos “opositores” se enfrentarán al candidato del régimen, llegado el momento que se den unas elecciones libres, justas, equitativas y democráticas? Seguramente habrá uno o varios candidatos −ya lo vimos el 6D− del sector “alacrán” u “oposición participacionista”, como algunos de ellos se autodenominan; y es probable que algún sector de la izquierda, exchavista o no madurista, concurra también con algún candidato; y no faltarán los oportunistas de siempre que se anotan en estos procesos electorales, cuando hay libertad de concurrencia.

 

 

¿Lograrán Henrique Capriles, Leopoldo López y María Corina Machado “disipar” sus diferencias para que alguno de ellos sea el candidato único opositor?, suponiendo además que no surja otro candidato de AD, PJ o UNT en la competencia, sino que estos partidos, y otros menores, apoyen al candidato unitario.

 

 

La unidad, entonces, no es un tema teórico, de principios o filosófico, sino algo realmente practico y de naturaleza política, de estrategia fundamental para lograr un triunfo electoral que permita reiniciar el regreso a la democracia.

 

 

La tarea primordial, ya lo hemos dicho en otro momento es la reconstrucción de la oposición, en cuatro áreas fundamentales: primero, la reconstrucción de los partidos políticos; segundo, la reconstrucción de la base de apoyo de la oposición democrática, es decir esos millones de personas y las miles de organizaciones de la sociedad civil y grupos muy activos en la resistencia al régimen, hoy ligeramente dispersos y desmoralizados; tercero, dirigir una acción específica hacia es inmensa mayoría del país, que permanece más indiferente a la actividad política, que no se involucra y que incluso en determinados momentos ha apoyado la demagogia y el populismo del régimen; y cuarto, no descuidar y dedicar un esfuerzo importante a mantener contacto y relación con la comunidad internacional, que nos ha apoyado en estos dos últimos años y que comienza a dar señales de duda o “fatiga”.

 

 

Resumiendo, la tarea fundamental es la organización de la resistencia que durante más de 20 años se ha enfrentado al régimen y ha impedido que se consolide de manera definitiva un totalitarismo en Venezuela. En este contexto, la discusión acerca de abstenerse o participar en los procesos electorales que se presenten, adquiere otra perspectiva, pues la participación electoral tiene el doble papel que siempre se ha señalado: organizar a la oposición y defender el voto, que en algún momento volverá a tener un valor fundamental para restablecer la democracia.

 

Ismael Pérez Vigil

Las oposiciones

Posted on: enero 17th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

La oposición democrática es una fuerza capaz de organizarse, que resiste y que no está arrinconada por el régimen. Eso quedó de manifiesto en la Consulta Popular del pasado 12 de diciembre.

 

 

Casi 7 millones de participantes en la Consulta, tres de ellos de manera presencial y a pesar de todos los factores en contra, es un capital social importante que no se puede despreciar. A esa suma hay que agregarle los miles de activistas –de partidos políticos y de la sociedad civil– que estuvieron en los centros de recolección o recorriendo el país apoyando a los que querían expresarse; estas son las bases para reconstruir la organización de la oposición para enfrentar internamente al régimen.

 

 

No obstante, el 2021 nos encuentra con una oposición fragmentada, aparentemente –espero– sin brújula ni política compartida, que luce irreconciliable en sus diferentes posiciones, por más que compartan el objetivo de rescatar la democracia y salir de este régimen de oprobio.

 

 

Para analizar esa oposición, si hacemos un “mapa” político del país, nos encontraremos con los siguientes grupos, distintos al oficialismo: Un sector constituido por los denominados “alacranes” e integrantes de la llamada “mesita de diálogo”; un sector “desprendido” del régimen, al cual se opone; y un sector al que podemos llamar “oposición democrática”.

 

 

El denominado sector de los “alacranes” o “mesita de diálogo” está conformado por individualidades y grupos que rompieron con la política unitaria de la oposición, aceptaron el despojo que hizo el régimen de los partidos democráticos, se apropiaron de sus nombres, directivas, recursos, símbolos y colores para participar en el proceso electoral parlamentario, sin poner condiciones, sin cuestionar el proceso y los resultados, e incluso algunos aceptaron las curules que el régimen les concedió, sin ni siquiera tener los votos para ser diputados. Son la oposición “leal”, la aceptable por el régimen, siempre que se mantengan en el rincón físico –y mental– en que los sumieron en la instalación de la irrita Asamblea Nacional que tomó posesión el pasado 5 de enero. Son una especie de parias u oportunistas de la política, que el régimen no considera “suyos” y tampoco se les ve como oposición.

 

 

Al que denomino el sector “desprendido” del oficialismo lo conforman individualidades o grupos, algunos de los cuales se han acercado a la oposición democrática y los podemos considerar parte de la misma; pero hay algunos en este sector que, si bien rechazan y se oponen al “madurismo”, no han roto ideológicamente con el chavismo y por lo tanto a estos últimos no los considero oposición, de la misma forma en que los otros lo son.

 

 

Por último, está el sector mayoritario y democrático; en él podemos distinguir dos posiciones o grupos, claramente determinados. Una mayoría que postula una opción unitaria, en tormo al Frente Amplio y al “gobierno interino”; y un sector con un discurso radical, que se basa en una supuesta intervención externa, de fuerza. Entre estos sectores hay coincidencias en objetivos y algunos insisten en que las diferencias son tácticas y no de fondo, pero no es eso lo que transluce a lo opinión pública y pareciera que es más importante sentar las diferencias, que encontrar puntos de coincidencia y de unión.

 

 

Comencemos por evaluar la propuesta del sector radical que, aunque minoritario sus seguidores son muy activos, sobre todo en redes sociales. La intervención externa que proponen ha sido matizada por ellos mismos, a tal extremo que en algunos casos aparece desfigurada, desdibujada, confusa, no terminan de definir de manera clara y univoca lo que postulan. Plantean una intervención externa, sin adherentes externos y asumen la doctrina de la responsabilidad de proteger –R2P– que no se ha implementado exitosamente en ninguna parte y menos se podrá en Venezuela mientras Rusia y China tenga capacidad de veto en la ONU. Esto me luce un tanto absurdo; pero sabemos que en política cuando se propone algo absurdo e imposible de realizar, nunca te equivocas, siempre tienes la razón, porque no hay manera de comprobarlo, precisamente porque es imposible de realizar. ¿Será que esto es lo que se persigue: tener, retóricamente, en la calle, una política que diferencie? ¿Será que es más importante tener razón –su razón– que cualquier otra cosa y disfrazar el rechazo, a la unidad, por ejemplo, con complicadas filosofías y argumentos de Perogrullo, con tal de justificar esa posición?

 

 

Concluyo el punto con una frase del periodista Alonso Moleiro, extraída de un artículo suyo del pasado mes de diciembre:

 

 

La tesis de la coalición internacional para restaurar la libertad en el país, presumiblemente militar, expresada en instrumentos como la Responsabilidad de Proteger, o las cláusulas de la Convención de Palermo, no pasan de ser esbozos generales e hipótesis de conflicto con muy pocos adherentes en el terreno internacional. (“María Corina Machado, una oposición de nicho”, La Gran Aldea, 16/12/2020)

 

 

El otro sector opositor, sin duda el mayoritario, se agrupa en el Frente Amplio y su estrategia fundamental es mantener la unidad, aunque no parece tener aun una opción clara para cruzar el desierto en el que se encuentra. Lo que está claro es que este sector por el momento ha desechado la vía electoral sin proponer tácticas alternativas o formas de hacer de la abstención un instrumento de lucha eficaz, que vaya más allá de una demostración poco activa e inoperante de rechazo al régimen.

 

 

¿Significa esto que es la vía electoral la vía fundamental para luchar contra el régimen? No, y no ha sido esta la vía que se ha seguido siempre; en momentos importantes –las parlamentarias en 2005 y 2020, las elecciones de alcaldes y presidenciales en 2018– ha sido la abstención la opción política fundamental. Pero, lo que está planteado, en este momento, es sí se va a continuar con esa política, ahora que tenemos por delante procesos electorales para elegir gobernadores y alcaldes y que –como hemos visto– serán llevados adelante de cualquier manera por el régimen. De lo que se trata es que evaluemos con cabeza fría la eficacia de esa opción, los resultados obtenidos, y que si nos vamos a seguir absteniendo, que no sea para confundirnos en la indiferencia con ese 30% que ni pincha ni hiede y que una buena parte se aprovecha de las prebendas del régimen o de sus enchufados. No se puede continuar con políticas de abstención como una posición pasiva, como ha sido hasta el momento, pues se sume al país opositor, muy numeroso, en un peligroso quietismo, que se confunde, como he dicho, con la indiferencia.

 

 

¿Significa esto que creemos en que saldrá el régimen con un proceso electoral en el que gane la oposición? No parece que esto esté claro; hemos visto que en el 2015, cuando ganamos la Asamblea Nacional, el régimen desconoció ese resultado y anuló su actividad con decisiones judiciales írritas; lo vemos también cada vez que a un gobernador o alcalde le nombran un “protector” y lo despojan de recursos, atribuciones y hasta del espacio físico para ejercer su cargo; lo vemos también con la cantidad de trampas, abusos y fraudes que despliega el régimen cada vez que hay un proceso electoral. Lo que postulamos es que la electoral sigue siendo una oportunidad para organizar a la población, a los partidos, a la sociedad civil y para seguir demostrando al mundo y sobre todo a nosotros mismos que somos mayoría y tenemos capacidad de organizarnos. Nunca se sabe por dónde se va a romper el dique de contención. Comparto con muchos que esa es precisamente la base de la estrategia.

 

 

Sin embargo, a pesar de lo dicho más arriba, no todas las secuelas de haber participado en las elecciones de Asamblea Nacional en 2015 –y otras– fueron políticamente negativas; esos procesos nos dejaron también cosas positivas, organización política y cívica, reconocimiento internacional y demostración de nuestra capacidad de resistencia. No hay duda que hoy somos más los venezolanos, y más los habitantes de otras tierras, que estamos conscientes que solo un cambio político, profundo, que deje atrás como mal recuerdo este régimen de oprobio, es la única solución a la profunda crisis, al desastre que nos agobia. Pero se hace también necesario la adopción de políticas más activas, de las cuales debemos seguir hablando.

 

 

Ismael Pérez Vigil