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Venezuela 2040

Posted on: diciembre 21st, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

Hace dos semanas compartía en esta columna algunas ideas sobre las expectativas creadas por la COP21, la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Concluía con una reflexión relativa al cambio de visión que se imponía en los países productores de petróleo a raíz del esperable compromiso mundial para la reducción de gases de efecto invernadero. Si faltaba alguna razón para pensar que el futuro estaba cambiando para los productores de hidrocarburos, la cumbre de París se encargó de hacerla más visible. El compromiso de los 195 signatarios del Protocolo de París implica, sin lugar a dudas, una mayor atención a los efectos del consumo de combustibles fósiles y el impulso a una todavía mayor aceleración tecnológica dirigida a incrementar la eficiencia energética y a viabilizar el uso de fuentes alternas de energía.

 

 

La nueva realidad tiene que ser vista como un urgente llamado a repensar el peso de los hidrocarburos en la economía global, muy particularmente en la de los países altamente dependientes de los ingresos petroleros y, más aún, en aquellos que han alimentado una cultura de confianza ilimitada en esa única fuente de riqueza.

 

 

Cuando el mundo comienza a preguntarse por el futuro de los hidrocarburos, para Venezuela se impone la urgencia de repensar el proyecto del país que queremos ser. Siempre fue necesario mirar el país con dimensión de futuro, planificarlo, proyectarlo a largo plazo. Las nuevas realidades hacen esa necesidad todavía más imperiosa. Más que de proponer un gran plan económico, se trata de diseñar un proyecto de país, de armar una visión global, inspiradora, realista, con personalidad, pensada desde el presente y simultáneamente desde el futuro, capaz de concitar la adhesión y el compromiso de todos, de marcar el rumbo dejando abiertos espacios de flexibilidad para acomodarse a los cambios. No se trata de inventar un país sino de encontrar su potencial en lo que es y lo que tiene, y de proyectarlo con sentido de grandeza, de visión de las oportunidades, insertado en el mundo, con personalidad y capacidad de acción.

 

 

En la planificación de un país siempre es más fácil comenzar por definir lo que no se quiere ser. Nuestra propia experiencia y la de la región dejan para este propósito importantes lecciones. Nos dicen, por ejemplo, que la condición de monoproductor es cada vez menos sostenible, que la dependencia de las materias primas convierte a nuestras economías en especialmente vulnerables, que la apertura a los mercados solo se sostiene sobre la base de la competitividad, que la mayor riqueza de un país no está en la naturaleza sino en la capacidad de su gente, en su formación, en su preparación para la innovación y el trabajo.

 

 

Los expertos en la resolución de problemas o en la formulación de proyectos de país acuden, entre otros métodos de planificación estratégica, al de la definición de escenarios. Si atendiéramos a Adam Kahane, uno de sus promotores, diríamos que necesitamos algo más que compartir nuevas ideas, que hace falta compartir compromisos. Si escucháramos a Kees van der Heijden, otro de sus creadores, trataríamos de evitar del peligro de hablar del futuro en términos idealistas pero procuraríamos definirlo de acuerdo con nuestras más altas aspiraciones. Si observáramos las señales de cambio del presente diríamos además que hay que atender dos claves fundamentales: la del conocimiento, expresado en educación, tecnología, innovación, y la ecológica, de la que depende el futuro del planeta.

 

 

La atención a un tema de tanta importancia parece verse reducida en estos momentos por la que debemos prestar a nuestra presente condición de crisis. Es insoslayable hacerlo, pero sería imperdonable negarnos a levantar la mirada. Pensar el largo plazo tiene, además, la virtud de iluminar salidas para resolver la coyuntura. Las urgencias de este difícil presente no deberían impedirnos ocuparnos de un futuro, cada vez más cercano pero también más cargado simultáneamente de incertidumbre y esperanza, de riesgos y oportunidades.

 

 

Gustavo Roosen

nesoor10@gmail.com

Diálogo necesario

Posted on: noviembre 12th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Cuando el 10 de diciembre se entregue el Nobel de la Paz al Cuarteto de Diálogo Nacional Tunecino, se estará recordando el valor de la conciliación y del diálogo, pero también la capacidad de las organizaciones civiles para promover el entendimiento, encontrar salidas a las crisis y encauzar la institucionalidad.

 

 

El Cuarteto recibirá el galardón por “su decisiva contribución a la construcción de una democracia plural en Túnez tras la Revolución de los Jazmines en 2011”. La organización, dice la resolución del Nobel, “estableció un proceso político pacífico y alternativo en un momento en el que el país estaba al borde de la guerra civil” y, añade, “”se convirtió en un instrumento para posibilitar que Túnez estableciera un sistema constitucional de gobierno garantizando los derechos fundamentales de toda la población, sin importar el género, las convicciones políticas o creencias religiosas”.

 

 

¿Quiénes conformaron el Cuarteto y cuál fue su estrategia? La iniciativa y la acción tuvieron cuatro actores singulares: la Unión General del Trabajo, la Confederación de la Industria, el Comercio y la Artesanía, la Liga Tunecina de Derechos Humanos y la Orden de los Abogados. La estrategia: promoción de un diálogo eficaz entre las partes, confianza en la sociedad civil, mediación desde la autoridad moral, la tolerancia y el respeto, orientación hacia la superación de odios y resentimientos, aplicación de la norma de que los consensos no se imponen, insistencia en la unidad de propósito, la disposición a ceder posiciones y la renuncia a la imposición, al miedo, al revanchismo y a la persecución.

 

 

Hay muchas cosas que aprender de este proceso. Una de ellas, para nosotros, la necesidad y la conveniencia de un mayor acercamiento entre los sectores laboral y empresarial. El espacio para el diálogo entre ellos es enorme, así como su capacidad para promover el diálogo entre otros sectores de la sociedad. Unidos en el amplio mundo del trabajo, del empleo, de la producción, de la satisfacción al mercado, del servicio a la sociedad, la búsqueda de acuerdos entre ellos solo puede acercarles a sus respectivos objetivos y, en definitiva, al beneficio de la sociedad.

 

 

Reflexionaba en un artículo reciente sobre la necesidad de tender puentes de comunicación entre patronos y obreros. El objetivo de este esfuerzo comunicacional no es otro que estimular el diálogo necesario y la concertación en aspectos claves para la sociedad. Así lo han venido entendiendo ambas partes cuando promueven encuentros entre sus líderes y la base, cuando coinciden en la defensa de las fuentes de empleo y de las condiciones para la producción, cuando hacen suyos los intereses comunes y asumen su protección, cuando desarrollan una relación franca y honesta entre empleado y empleador.

 

 

La búsqueda de acuerdos es siempre el comienzo de un buen camino. En Venezuela lo hemos probado con la aplicación de programas económicos, unas veces con éxito y otras con fracaso. Está el de 1961, cuando todas las fuerzas vivas estuvieron de acuerdo en desarrollar unas políticas públicas de sustitución de importaciones que produjeron un crecimiento sostenido del aparato industrial venezolano, pero está también el ajuste macroeconómico de 1989, más impuesto que consensuado, incluso confrontado por actores empresariales y políticos, y el de 1996, con limitada participación de los actores y frenado por los acontecimientos políticos que impidieron su desarrollo. Una de las claves que explica éxito o fracaso, no hay duda, hay que buscarla en el margen de acuerdo o de consenso.

 

 

La encrucijada actual hace urgente como nunca la búsqueda de acuerdos. No son pocos los documentos desarrollados seriamente como propuesta. Está, en concreto, el Planteamiento de Venezuela Industrial 2025 presentado por Conindustria. Están propuestas y programas elaborados por otras organizaciones empresariales o profesionales, las academias y los actores políticos. El ahora débil y fragmentado diálogo venezolano no termina, desde luego, en lo económico. Desconocerlo, sin embargo, solo nos alejaría de una solución sostenible y durable.

 

 

Gustavo Rossen

nesoor10@gmail.com

Derecho de producir

Posted on: junio 22nd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Derecho de producir
 

Son muchas las conclusiones que un observador podría sacar del reciente Congreso de Conindustria. Si hubiera que poner el acento en alguna de ellas sería para destacar tres respuestas a tres preguntas claves: cómo se miran a sí mismos los industriales, cómo no quieren ser mirados y qué exigen para hacer bien su trabajo.

 

 

La primera respuesta se concreta en pocas expresiones: un industrial es alguien con amor y pasión por lo que hace, comprometido con el producir más que con el hablar, dispuesto a competir, consciente de la necesidad de crear y de innovar, capaz de correr riesgos y entusiasmado con la posibilidad de renovarse y crecer. No importa si su campo de acción es la manufactura o el agro, su voluntad es producir, hacerlo con calidad, generar empleo, atender las necesidades y aspiraciones del consumidor. Afirma sus fortalezas en el querer hacer pero muy especialmente en la valoración de la iniciativa y del trabajo en equipo, en la persistencia, el conocimiento del mercado, la capacidad para pensar en presente y en futuro, de trabajar el día a día sin perder la necesaria visión de largo plazo.

 

 

La segunda pregunta tiene también una buena respuesta: no es ni quiere ser visto como un político. Cree en las libertades y en los derechos, pero no es la expresión de la oposición. Tampoco es vocero del gobierno. No obedece líneas políticas. Su trabajo se resiente en condiciones de inestabilidad política o cuando su actuación recibe una lectura contraria a su propósito fundamental de crear bienes y satisfacer a los mercados.

Se equivocan quienes creen que el industrial –el verdadero, el comprometido con su misión– espera concesiones. Aspira a algo más esencial: el imperio de un sistema de libertades, el respeto de los derechos al trabajo y a la propiedad, seguridad jurídica, apertura del mercado, espacio para la creación y la competencia. Espera que le dejen trabajar, que le permitan pensar el largo plazo a tiempo que atiende con eficacia lo inmediato. La presión política y la aceptación de la crisis como estado permanente reducen su capacidad de acción, limitan sus posibilidades de producir, de innovar, generar empleo y cumplir con el consumidor.

 

 

En el orden más inmediato las exigencias se reducen a condiciones básicas, recordadas algunas incluso por personas originalmente cercanas a las líneas oficiales. Víctor Álvarez, por ejemplo, economista, ministro de Industrias Básicas y Minería en el gobierno de Hugo Chávez, investigador del Centro Internacional Miranda, viene dibujando en sus artículos lo que describe como la “tragedia del sector industrial”, a la que contribuye, en sus palabras, “la creciente desarticulación ministerial”. Algunos de sus reclamos pueden reflejar muy bien un listado de condiciones básicas para trabajar: unificación cambiaria a un nivel que exprese la verdadera productividad de la manufactura nacional, eliminación de los ineficientes controles que congelan los precios de venta por debajo de los costos de producción, una política que conduzca a la reducción de las importaciones. Dice, entre otras cosas: “Crece el número de industriales venezolanos que se metamorfosean de productores en importadores y se transmutan en representantes de las compañías del gigante asiático que inunda y ahoga el pequeño mercado venezolano”, “importamos porque no producimos y no producimos porque importamos”, “salir de este círculo vicioso exige impulsar la industrialización de la economía venezolana”.

 

 

El nuevo presidente de Conindustria, Juan Pablo Olalquiaga, que coincide con Álvarez en la urgencia de contar con una política cambiaria definida, ha precisado, por su parte, otro listado de condiciones básicas: claridad en la política económica, respeto a la propiedad, menos controles y regulaciones, acceso a las materias primas y a divisas para importar, cronograma de pago de la deuda pendiente por liquidación en divisas, libre flujo de bienes y servicios, clima de confianza, seguridad jurídica.

 

 

En resumen, el reclamo de los industriales es por su derecho de producir. Nada más, nada menos.

 

Gustavo Rossen

nesoor10@gmail.com

La recuperación del talento

Posted on: junio 8th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

¿Cuánto tiempo tomará la recuperación? ¿Cuán difícil será? Preguntas complejas para las que no caben respuestas simples o únicas, menos aun respuestas inspiradas en posiciones ilusoriamente optimistas o destructivamente catastróficas, incapaces ambas de analizar con ajuste a la realidad y con posibilidad de impulsar las acciones necesarias por el tiempo necesario. Formulárselas ahora casi parece a destiempo cuando el país está más pendiente de lo urgente que de lo necesario. Dejar de hacerlo, sin embargo, sería irresponsable.

 

Cuando se plantean preguntas así, surge como resaltante el tema económico. Con todas las variantes como cabe en un asunto tan complejo, si en algo hay coincidencia entre los expertos es en la posibilidad de enfrentarlo de manera relativamente rápida. Difícil pero rápida, compleja pero manejable. Con enorme costo político, pero con resultados previsibles, y visibles, a corto y mediano plazo. Con medidas que restablezcan el orden, eliminen el gasto improductivo, recuperen los equilibrios, reduzcan la incertidumbre, impongan un mínimo de racionalidad. El regreso de la confianza significará también, o provocará, el regreso de las inversiones, de las iniciativas, de la producción.

 

No sucede así en todos los campos. No, por ejemplo, en la recuperación del talento perdido, de la capacidad nacional para alentarlo, para insertarse en la economía del conocimiento, para cimentar una cultura del saber, de la innovación. El sentimiento de pérdida en lo económico ha impedido percibir de alguna manera la realidad de una pérdida más profunda, la de la educación, la de su calidad, la de las oportunidades para el desarrollo del talento.

Pese a la presión de los problemas inmediatos –seguridad, presupuesto, intromisión del gobierno– la universidad venezolana y otras instituciones con interés en la educación no han dejado de pensar con visión de largo alcance en los temas vitales que tienen que ver con la función de las universidades en el desarrollo del pensamiento, de la innovación. No pueden dejar de hacerlo en un mundo aceleradamente cambiante, cada vez con nuevas exigencias, las que nacen de una realidad marcada por la globalización, la preeminencia de la sociedad del conocimiento, la revolución de la información y la comunicación.

 

Para cumplir con sus objetivos a la universidad venezolana no le será suficiente con actualizar los planes de estudio, diseñar nuevas carreras, mejorar la eficiencia del gasto y la distribución del presupuesto de modo, por ejemplo, que la nómina de los jubilados no afecte, como sucede ahora, su presupuesto global y reduzca la posibilidad de contar con docentes más preparados y más motivados. Deberá, además, abordar los grandes temas. Entre ellos, desde luego, el de su sostenibilidad, pero muy especialmente el de su adecuación a un mundo moderno y globalizado, a una sociedad que ha establecido como término de competitividad el conocimiento, la innovación, el talento. Asumir estos temas con visión de largo alcance establecerá el contraste con la pretensión de reducirla, de asfixiarla, de doblegarla, de convertirla en instrumento político-partidista.

 

La recuperación del talento –del que se ha ido, del desmotivado, del que no encuentra clima para su desarrollo, del que ve negadas las oportunidades– tomará más tiempo. Es, de por sí, un objetivo de largo plazo. Compromete a más de una generación. Implica un cambio cultural de sentido contrario al facilismo, a la mediocridad, a la reducción de exigencias y aspiraciones, a la nivelación por la cota más baja, a una concepción que olvida que la igualdad de oportunidades no garantiza la igualdad de resultados, que multiplicar los cupos no implica mejorar la preparación, que aumentar el número de titulados no reduce el desempleo ni asegura trabajo productivo y de calidad.

 

La recuperación económica pasa por la recuperación de la confianza pero no será duradera si el país no se ocupa desde ya de la recuperación del talento y de una cultura que valore la formación, el saber y la innovación.

 

 

Gustavo Roosen

nesoor10@gmail.com

De rentista a industrializado

Posted on: julio 22nd, 2014 by Super Confirmado No Comments

Dejar de ser un país dependiente de la renta petrolera y convertirse en un país industrializado ha venido afirmándose cada vez más como una aspiración y una necesidad. La idea dominó de algún modo el reciente Congreso de Conindustria. No es la primera vez que se plantea. En esta ocasión, sin embargo, tuvo la fortuna de venir acompañada de una hoja de ruta, un análisis bien sustentado y un conjunto estructurado de propuestas y compromisos. Ese es el gran aporte de Visión Venezuela Industrial 2025, el documento central del congreso.

 

El primer valor de la propuesta y la razón por la que merece una amplia difusión y discusión es que no se trata de una visión para Conindustria sino para el país. Su naturaleza y alcance justifica el interés de todos los actores, tanto de quienes están llamados a orientar la economía a partir de la definición de políticas públicas como de quienes tienen como función activarla sobre las bases de productividad, competitividad e innovación

 

En su confección, fruto de estudios y discusiones sostenidos desde el año 2011, el documento destaca la perspectiva de futuro, pero simultáneamente ofrece un fundamentado análisis del pasado y del presente, de lo construido y lo destruido, de las causas y las complejidades. Marcado por el compromiso y la definición de propuestas concretas, presenta una agenda capaz de contribuir a la reconstrucción de un marco institucional eficiente e inclusivo, de avanzar en acuerdos y de promover las políticas y necesarias para el doble propósito de recuperar lo logrado en otro momento en materia de industrialización y de impulsar un proceso abiertamente industrializador, coherente, sistemático y profundo.

 

La constatación de un amplio acuerdo en torno a la necesidad y a la urgencia de activar la producción nacional no resulta suficiente si paralelamente no se trabaja en las condiciones básicas para hacerlo efectivo. Tendría, de hecho, futuro muy limitado una propuesta que no incluyera –como lo hace el documento de Conindustria– los temas clave de la productividad, investigación y desarrollo, educación y promoción del talento. Es en estos terrenos donde finalmente se decidirá el juego.

 

Se impone, en efecto, un concepto de productividad que incorpore las dimensiones tecnología e innovación y conjugue calidad de los bienes y servicios con calidad de gestión y de gerencia. Investigación y desarrollo determina cada día en más alto grado la posibilidad de agregación de valor. El desarrollo de un avanzado proceso de industrialización se afirma sobre la base de una sólida educación técnica y de un esquema de negocio capaz de ser simultáneamente un reto y una oportunidad para el talento de nuestros técnicos e ingenieros. A este propósito, debería ser motivo de preocupación la incapacidad que se viene percibiendo para retener en el país el talento formado en nuestras universidades o el abandono de su experticia técnica y de su capacidad innovadora por funciones administrativas o gerenciales.

 

La ruta para desarrollar una industrialización sustentable, como la definió José Tavares, director del Centro de Estudios de Integración y Desarrollo de Brasil, ha sido trazada en el documento de Conindustria. Es el comienzo necesario. El éxito tomará su tiempo y su esfuerzo. Lo demuestra el ejemplo reciente del nuevo campeón mundial de fútbol. Si alguna coincidencia se ha dado entre los analistas a la hora de explicar las razones del triunfo del equipo alemán es en el esquema empleado: planificación y dedicación para formar un equipo joven y competitivo, búsqueda y promoción de talentos, creación y mantenimiento de infraestructura para la promoción del deporte.

 

El documento de Conindustria es una buena guía para asegurar un equipo ganador, que para el caso es un país industrializado, competitivo, generador de riqueza. Para alcanzarlo hay que comenzar hoy. Los primeros pasos para la meta de 2025 no pueden esperar a mañana. Se trata de un cambio profundo en la visión del proceso económico, pero también de un cambio de mentalidad: la rentista por la productiva.

 

 Gustavo Roosen

nesoor10@gmail.com

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