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Venezuela 2040

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Venezuela 2040

 

Hace dos semanas compartía en esta columna algunas ideas sobre las expectativas creadas por la COP21, la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Concluía con una reflexión relativa al cambio de visión que se imponía en los países productores de petróleo a raíz del esperable compromiso mundial para la reducción de gases de efecto invernadero. Si faltaba alguna razón para pensar que el futuro estaba cambiando para los productores de hidrocarburos, la cumbre de París se encargó de hacerla más visible. El compromiso de los 195 signatarios del Protocolo de París implica, sin lugar a dudas, una mayor atención a los efectos del consumo de combustibles fósiles y el impulso a una todavía mayor aceleración tecnológica dirigida a incrementar la eficiencia energética y a viabilizar el uso de fuentes alternas de energía.

 

 

La nueva realidad tiene que ser vista como un urgente llamado a repensar el peso de los hidrocarburos en la economía global, muy particularmente en la de los países altamente dependientes de los ingresos petroleros y, más aún, en aquellos que han alimentado una cultura de confianza ilimitada en esa única fuente de riqueza.

 

 

Cuando el mundo comienza a preguntarse por el futuro de los hidrocarburos, para Venezuela se impone la urgencia de repensar el proyecto del país que queremos ser. Siempre fue necesario mirar el país con dimensión de futuro, planificarlo, proyectarlo a largo plazo. Las nuevas realidades hacen esa necesidad todavía más imperiosa. Más que de proponer un gran plan económico, se trata de diseñar un proyecto de país, de armar una visión global, inspiradora, realista, con personalidad, pensada desde el presente y simultáneamente desde el futuro, capaz de concitar la adhesión y el compromiso de todos, de marcar el rumbo dejando abiertos espacios de flexibilidad para acomodarse a los cambios. No se trata de inventar un país sino de encontrar su potencial en lo que es y lo que tiene, y de proyectarlo con sentido de grandeza, de visión de las oportunidades, insertado en el mundo, con personalidad y capacidad de acción.

 

 

En la planificación de un país siempre es más fácil comenzar por definir lo que no se quiere ser. Nuestra propia experiencia y la de la región dejan para este propósito importantes lecciones. Nos dicen, por ejemplo, que la condición de monoproductor es cada vez menos sostenible, que la dependencia de las materias primas convierte a nuestras economías en especialmente vulnerables, que la apertura a los mercados solo se sostiene sobre la base de la competitividad, que la mayor riqueza de un país no está en la naturaleza sino en la capacidad de su gente, en su formación, en su preparación para la innovación y el trabajo.

 

 

Los expertos en la resolución de problemas o en la formulación de proyectos de país acuden, entre otros métodos de planificación estratégica, al de la definición de escenarios. Si atendiéramos a Adam Kahane, uno de sus promotores, diríamos que necesitamos algo más que compartir nuevas ideas, que hace falta compartir compromisos. Si escucháramos a Kees van der Heijden, otro de sus creadores, trataríamos de evitar del peligro de hablar del futuro en términos idealistas pero procuraríamos definirlo de acuerdo con nuestras más altas aspiraciones. Si observáramos las señales de cambio del presente diríamos además que hay que atender dos claves fundamentales: la del conocimiento, expresado en educación, tecnología, innovación, y la ecológica, de la que depende el futuro del planeta.

 

 

La atención a un tema de tanta importancia parece verse reducida en estos momentos por la que debemos prestar a nuestra presente condición de crisis. Es insoslayable hacerlo, pero sería imperdonable negarnos a levantar la mirada. Pensar el largo plazo tiene, además, la virtud de iluminar salidas para resolver la coyuntura. Las urgencias de este difícil presente no deberían impedirnos ocuparnos de un futuro, cada vez más cercano pero también más cargado simultáneamente de incertidumbre y esperanza, de riesgos y oportunidades.

 

 

Gustavo Roosen

nesoor10@gmail.com

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