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El Viacrucis

Posted on: mayo 14th, 2024 by Super Confirmado No Comments

En todas las elecciones democráticas del mundo hay alguna incertidumbre en torno a los resultados. Si las de Venezuela fuesen democráticas, vale decir, absolutamente reguladas por la ley y transparentes en su realización, la incerteza en cuanto a quién las ganaría sería mínima. No siendo ese el caso, como bien se sabe, nada es seguro y nadie tiene idea de lo que va ocurrir antes, durante y después del 28J. Sólo queda echar mano de la especulación para intentar predecir ciertos cursos y estar, al menos mentalmente, preparados.

La primera incertidumbre, en términos cronológicos, es si Maduro y su régimen van a permitir que esta ola –que está levantando la oposición, con la candidatura presidencial de Edmundo González Urrutia y la emocionada movilización que promueve María Corina Machado por dondequiera que pasa– llegue, convertida en sunami, hasta la fecha de la cita electoral. ¿Serían capaces, con una sentencia del TSJ o por cualquier otro artilugio, de anular antes la candidatura de EGU? Por supuesto que sí y la prueba está fresca: ya lo hicieron dos veces, con las inhabilitaciones de MCM y de Corina Yoris.

Luego hay que preguntarse: ¿hasta dónde estaría dispuesto Maduro a llegar el propio 28J para convertir en triunfo una derrota en las urnas? Para muchos venezolanos, eso fue lo que hizo el 2013 contra Capriles y, por esa razón, para ocultar su trampa, negó la solicitud de revisar las actas electorales. También recurrió a un zarpazo, dado hasta con desfachatez, contra Andrés Velásquez, en Bolívar, en las elecciones regionales de octubre de 2017. Son muestras claras de un comportamiento determinado y el problema con los antecedentes es que, como decían los viejos de Margarita, “donde tembló una vez, tiembla siempre”.

Otra estación del viacrucis sería, por supuesto, en caso de que EGU resulte triunfador y sea reconocido, la larga espera de seis meses. Esta no sería una traspaso de gobierno como los de antes, con comisiones de enlace, residencia del presidente electo en “La Viñeta” y demás periquitos democráticos. Esta podría ser una playa de Iwo Jima, con trampas inimaginables. La más obvia, la aprobación de las leyes que quieran con su Asamblea y TSJ que permitirían ventajas institucionales para los poderes que controlan o grupos determinados de personas. Habría que pensar en lo que hicieron en 2015 con una Asamblea ya derogada por las elecciones de aquel diciembre. Podrían también colmar con leales las posiciones clave dentro del aparato del Estado, incluido el estamento militar. De hecho, los militares han sido sometidos a la mayor vigilancia y control por parte de los cuerpos de seguridad del régimen, cubanos incluidos.

Luego, debe estar preparado EGU para, en caso de haber asumido efectivamente la presidencia, no contar ni con un día de luna de miel. Desde la primera hora de ejercicio del cargo sería el blanco de una oposición desleal y pendiente de generar un ambiente caótico y desastroso. El objetivo sería hacer de Venezuela ingobernable. Lo peor es que, así como son pésimos gobernando, los izquierdistas suelen ser extraordinariamente buenos para sabotear cualquier política pública y generar desórdenes sociales mayúsculos.

El dilema para el liderazgo opositor es continuar con la misma determinación serena con la que han actuado en las primeras estaciones de este viacrucis o ser impaciente, salirse del carril y agotarse por intrascendencia (AN 2015). En algunas oportunidades habrá que hacer concesiones, en otras, pasar agachado, y vendrán también ocasiones en las que habrá que erguirse y plantarse ante algún atropello.

Aparte de mantener el espíritu y materia de la unidad más allá del 28J, es crucial volver al diálogo, aunque sea sin mesa. Lo importante es no dejar nunca de decirle y explicarle públicamente a los venezolanos, al chavismo y los factores internacionales que no hay intenciones ocultas en este esfuerzo por retornar a la democracia. Hay que entender, y hacerle entender al adversario, que ambos lados tienen que aprender (o volver a aprender) conductas democráticas. Que no es a Edmundo González ni a María Corina Machado a quien se está despojando de un triunfo electoral, sino al pueblo de Bolívar, cuyo hartazgo con este régimen fallido es cada vez más grande. Que como tanto se ha dicho a lo largo de la historia: las bayonetas (único medio con el que se podría ahogar esta rebelión democrática de millones de hombres y mujeres) no sirven para sentarse sobre ellas. Que si se impide que el cambio político opere, como es el deseo de una vastísima mayoría, la inestabilidad que crearía se llevaría por delante a todos, sin discriminar.

Que el dilema existe para ambos y es agonizante. No solo por lo que está en juego sino también por su duración en el tiempo. La madre bíblica, ante la impostora que pretendía arrebatarle su hijo, prefirió concedérselo para salvarlo y, gracias a su decisión dolorosa, consiguió el premio de recuperarlo. Pero en Venezuela el juez no es el rey Salomón, quien haría verdadera justicia, sino un TSJ dirigido por Maduro. La sabiduría salomónica estará en la calidad de las decisiones que los líderes políticos demuestren en cómo se encara la situación y se negocia lo negociable. Será una gran ventaja contar con alguien como Edmundo en la Primera Magistratura.

 

Francisco Suniaga

 

De nuevo un diplomático

Posted on: abril 22nd, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

Los años transcurridos desde la llegada del chavismo han sido, para la mayoría de los venezolanos, un período de vergüenza que no valdría la pena recordar de no ser por algunos episodios. El último, el proceso para designar un único candidato presidencial para enfrentar a Nicolás Maduro el 28-J, es uno de ellos. Son muchas las incertidumbres y muchos los cabos sueltos aún por atar, pero el camino está claro porque la unidad brilló este otro 19 de abril. La unidad del pueblo venezolano es en sí misma la candidatura y se traduce en millones de candidatos, dentro y fuera de Venezuela.

 

Curiosamente, pareciera haber un patrón en esto de recurrir a un diplomático para salvar nudos transicionales en el curso de nuestra historia. En distintas circunstancias, y con resultados disímiles así ocurrió en 1945, cuando se pidió a Diógenes Escalante, a la sazón embajador en Estados Unidos, que ocupara la presidencia (pendiente tan sólo su aprobación por un Congreso que era tan afecto al gobierno como la Asamblea de ahora) e iniciara una transición.

 

En 1950, tras el asesinato de Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar, Pérez Jiménez y Llovera Páez llamaron a Caracas a Germán Suárez Flamerich, embajador de Venezuela en Perú. Lo necesitaban para que prestara su rostro civil a una dictadura en apuros.

 

Cuando en 1958, Wolfgang Larrazábal renunció a la presidencia de la Junta de Gobierno, el llamado a sucederle fue el doctor Edgard Sanabria. Cierto que no era diplomático, pero tenía las maneras y el estilo de los alfiles de la política internacional, y, además, lo sería, durante los gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera.

 

El único de ellos que ha sido diplomático de carrera es el embajador Edmundo González Urrutia. Egresó de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV y presentó concurso, en el que fue el primero, para optar al cargo de Tercer Secretario. Alcanzó el rango de embajador y se desempeñó con brillo en el exterior y en Cancillería, y tiene una hoja de servicios sin máculas. Realizó un trabajo efectivo y discreto en las estructuras de la oposición y se le consideró uno de los artífices del tramado organizativo de la victoriosa alianza para las parlamentarias de 2015.

 

La historia de su nombramiento tiene reminiscencias de muchos episodios similares en la historia de Occidente. Florantonia Singer, en El País, asegura que “costó varias horas” convencerlo de que aceptara la candidatura. Contraste enorme con otros políticos que por años han tratado, sin conseguirlo, llegar a ese momento cumbre en la carrera de cualquiera y que no habrían vacilado ni un segundo para aceptar. El reto que Edmundo González Urrutia tiene por delante es inmenso; alcanzar la meta del 28 de julio y concretar el triunfo de los demócratas, pero no cabe duda de que cuenta con las herramientas necesarias para lograrlo.

 

Ojalá el chavismo entienda, antes de tomar una decisión fatal para Venezuela, que su problema mayor no es quién será el candidato opositor a enfrentar (de hecho, para la hora de entrega de esta nota, EGU no había siquiera aparecido en los medios y millones de venezolanos nunca lo han visto. Sin embargo, en encuestas flashes, ya más del 50% de los votantes lo apoyan). El problema es el propio Nicolás Maduro, su autoritarismo y su estrepitoso fracaso en la gestión de gobierno. Es por eso que Venezuela unida lo quiere fuera de Miraflores.

 

 Francisco Suniaga

Parque del Este Rómulo Betancourt

Posted on: julio 31st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Hace unos años, en 1983, a finales de su período constitucional, el presidente Luis Herrera Campins decretó que el Parque del Este llevaría el nombre de Rómulo Betancourt. Era una decisión que exaltaba la tolerancia y el respeto como valores democráticos, puesto que se trataba del líder fundador del gran adversario político del partido Copei. En aquellos años la política criolla no era la guerra por otros medios, como en el presente, sino un sistema fundado en las reglas universales de la democracia.

 

 

 

La escultora venezolana, Marisol Escobar, realizó para tal ocasión una obra de gran plasticidad. Una suerte de perfil de Betancourt y su pipa humeante, tan familiar a los venezolanos, se confundía con las letras del nuevo nombre del parque y formaba un conjunto armonioso que daba la bienvenida al visitante que entraba al parque por la avenida Francisco de Miranda. Una creación artística elevada que se correspondía con el gesto de vincular el nombre del fundador de la democracia a su obra más humana y más caraqueña.

 

 

 

El Parque del Este había sido inaugurado por el presidente Rómulo Betancourt el 6 de enero de 1962. Fue, como él mismo lo dijera al ponerle título a sus breves palabras de apertura, un regalo de Día de Reyes para los niños de Caracas. “Este es un día de verdadero júbilo para mí. Sentí una extraordinaria satisfacción cuando su eminencia el cardenal Quintero estaba bendiciendo este Parque del Este, en cuya construcción ha puesto su mayor desvelo el Gobierno que presido”.

 

 

 

Fue diseñado por “un brasileño, poeta, arquitecto y músico; un hombre interesado por la belleza del paisaje y por el cumplimiento de funciones sociales de las áreas verdes, el señor Roberto Burle Marx”. Hay que añadir a su nombre el de los venezolanos John Stoddart y Fernando Tábora, y el de Leandro Aristiguieta, botánico. Reconoció, además, Betancourt la participación de ciudadanos caraqueños que fueron fundamentales para que se concretara lo que era ya un viejo proyecto. “Quiero dar sus nombres porque merecen bien de los caraqueños y bien de los venezolanos. Son ellos: Gustavo Wallis, Carlos Guinand, Armando Planchart, Eduardo Mendoza Goiticoa, William H. Phelps, hijo, y el doctor Enrique Tejera”.

 

 

 

Casi veinte años después del bautizo, en 2002, en uno de los actos de mezquindad política mayores de la Venezuela moderna, el gobierno de Hugo Chávez Frías, quitó el nombre de Betancourt al Parque del Este y lo denominó Generalísimo Francisco de Miranda (más por el título que por el nombre, seguramente). En el fondo, aparte del reconcomio contra los adecos, contra la figura del fundador de la democracia venezolana y mostrar la intolerancia al adversario como forma de hacer política, la decisión comportaba esa vieja costumbre a denominar las obras públicas con los nombres de los héroes de la independencia. No tanto para honrar a aquellos próceres como para negarles reconocimiento a nuestros héroes civiles, en particular a los del siglo pasado.

 

 

 

Ojalá, con el renacer democrático que casi puede palparse en el aire, cambie esa tradición y nuestros héroes civiles sean honrados poniendo sus nombres a las obras públicas. Tendencia que debería comenzar, en mi opinión, rebautizando Rómulo Betancourt al Parque del Este y colocando de nuevo en su puerta la escultura que en su honor hiciera Marisol Escobar (esperemos –los milagros ocurren– que esté bien conservada en algún depósito gubernamental). Sería, además, un acto de elemental justicia.

 

 

Francisco Suniaga

Política en serio

Posted on: marzo 26th, 2014 by lina No Comments

La política es como la caja de bombones de la que hablaba Forrest Gump: nunca se sabe con qué te vas a encontrar en ella. Nada auguraba que febrero y marzo de este año iban a constituir el marco de una ola de protestas tan importante; gobierno y oposición fueron sorprendidos por su consistencia y magnitud. Tan solo el sábado pasado se realizó en Caracas una de las concentraciones más grandes de las realizadas por la oposición en todos los tiempos.

 

En otra época, esta protesta habría llamado al gobierno de turno a dar una respuesta política y satisfactoria a las demandas de la gente. Mucho más si las razones que motivaran las sacudidas estuvieren ligadas a la política de la propia administración gubernamental. Pero Venezuela no goza de ese privilegio en los tiempos que corren, los chavistas adoran que la lucha siga, pero la de ellos, la de los demás es por lo menos traición a la patria.

 

En Venezuela esto no siempre fue así. El sacudón callejero del 27 de febrero de 1989 en protesta por el programa económico de Carlos Andrés Pérez, produjo respuestas no solo de su propio gobierno sino además del partido Acción Democrática. Aun cuando el Gobierno comenzó de inmediato a reconsiderar el programa económico y buscar atenuantes a sus rigores, fue el partido, a través de su sector sindical, el que canalizó la protesta por cauces institucionales. Juan José Delpino, líder sindical de AD y de la CTV, incluso convocó un paro general de trabajadores el 18 de mayo de 1989.

 

No se movió ni una hoja, como adelantó Delpino que iba a pasar y el gobierno de CAP, demócrata donde los haya habido, no pretendió ejercer represión alguna sobre el paro ni sus promotores. El juego fluido de la época y los balances del sistema político permitieron adoptar entonces un plan económico con mayores protecciones para los sectores sociales más golpeados por el ajuste. Para 1992, es cuestión de ponerse a ver las cuentas del Banco Central, el país comenzaba a transitar con paso firme hacia la recuperación económica. Así funcionan las cosas en una democracia y aquella lo era.

 

En el presente, es obvio que el cuadro que originó las protestas sigue estando allí, incólume, transcurrido mes y medio de su inicio. La inflación, el desabastecimiento, el desempleo y la devaluación monetaria, por el lado económico; junto a la inseguridad, el desconocimiento de la oposición, la coerción de las libertades políticas, las violaciones flagrantes a la Constitución, por el político, constituyen razones más que suficientes para salir a protestar. ¿Cómo no va a protestar la gente ante semejante cuadro? ¿Cómo llamar la atención de un gobierno autista como este?

 

Cierto que, como les dijera el presidente Maduro a los cancilleres de Unasur, en todos los países hay ciclos de protestas cuando hay dificultades. Absolutamente, pero en los países democráticos no matan a decenas de ciudadanos, ni maltratan o encierran a centenares para aplastar las manifestaciones.

 

El brutal tratamiento dado a la protesta ha sido muy costoso para el oficialismo y no lo ha sido menos para la oposición. Es tiempo de la política, claman los moderados de ambos bandos. Lo será, pero hasta ahora el Gobierno no ha hecho sino darle vuelta a la tuerca y los venezolanos de buena fe se preguntan cuáles son sus propósitos, a dónde quieren llegar. Mala cosa esta cuando los gobernantes, los primeros responsables de lo que ocurra en un país, pierden la cabeza. Son esos los momentos cuando una chispa incendia la pradera.

 

Es en el plano comunicacional, usando su hegemonía de medios, donde más se nota la pérdida de la sensatez gubernamental. Como buen gobierno comunista (digan lo que digan para disfrazarlo, el modelo, después de casi cien años sigue siendo el “padrecito” Stalin), suelen recurrir a la propaganda para tratar de destruir moral y políticamente a sus adversarios, pero hasta en eso hay que tener alguna sindéresis. No se puede pretender responsabilizar a María Corina Machado, en ese momento en Perú, del asesinato, por parte de un paramilitar armado, de una ciudadana en Los Teques. O acusar a los opositores de ser responsables de incendiar el Ávila (hecho recurrente en el verano) y causar un apagón en Caracas.

 

Esos cuentos son viejos, malos y se convierten en auténticos bumeranes en cuestiones más importantes. Después de afirmaciones como esa no se puede salir a anunciar el lanzamiento del Sicad II, a convocar un diálogo político, a designar una comisión “de la verdad” ni a afirmar que hay en curso un golpe de estado y esperar que se les crea. Por lo menos, sean serios.

 

Francisco Suniaga

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