La mutación que somos

Posted on: mayo 23rd, 2014 by Super Confirmado No Comments

Si tan sólo fuera una crisis económica el país no experimentaría esta angustia tan honda. Al fin y al cabo, los problemas financieros siempre pueden resolverse en períodos relativamente cortos. Por más dolorosos que lleguen a ser, los ajustes en esa materia terminan dando resultados más o decorosos… Sin embargo, todo nos va indicando que no estamos delante de complicaciones tan sencillas de remediar. El miedo con que transcurren nuestros días es producto de la degradación que a diario atestiguamos con asombro.

 

Lo que nos aqueja trasciende al pesar que nos causa nuestro violento empobrecimiento. Trasciende a la inquietud por la ineficiencia gubernamental, a la ruina de la clase media y a las complicaciones que se le han ido añadiendo al conjunto de calamidades con las cuales conviven nuestros cinturones de miseria. La decadencia en la que estamos envueltos lo ha tocado todo: Venezuela está hundida bajo un acopio de escombros, donde yacen los restos de un Estado desmoronado, cuya ausencia nos está condenando a la barbarie; al salvajismo que, en lo cotidiano, se expresa de múltiples formas y con toda su saña. Hace años, un amigo advertía que la desestructuración del arbitraje estatal -previsible desde los primeros pinitos del «proceso»- nos dejaría hasta sin semáforos. La imagen describía el gran caos que ahora mismo prospera entre nosotros, y cuyos rasgos se asemejan a la estela devastadora que los huracanes van dejando tras su paso.

 

La paradoja del Estado híperpoderoso, que limita cualquier derecho civil, contrasta con ese otro que reposa convertido en despojo, aplastado y sin capacidad de administrar mínimamente nada de cuanto le atañe. La autoridad no existe entre nosotros, salvo para recordarnos la altanería con que disfrutan y ejercen el poder. Pero la mutación que vamos siendo escapa de la mirada de la clase política dominante, cuya actuación nos confirma cada minuto cuán desconectada se halla hoy de las entrañas de la sociedad. El monstruo que ha surgido a la luz del experimento revolucionario está fuera de todo control y no será doblegable, a menos que se imponga la racionalidad de un acuerdo nacional de amplia aspiración histórica. Uno donde las ideologías, con todos sus tartajeos inútiles, tendrían que engavetarse para detener este pavoroso círculo de destrucción.

 

Los ciudadanos deben imponerle al gobierno la necesidad de un diálogo auténtico y sin propósitos ocultos; de uno distinto del que hemos presenciado. De un diálogo ambicioso, escrito en mayúsculas, para encarar al engendro que amenaza a la nación. A la revolución hay que obligarle a aguzar la mirada, hay que forzarle a que vea la dimensión exacta del desastre. Hay que exigirle y mostrar humildad. No deberíamos desechar esa quimera.

 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

Por Argelia Ríos

El quiebre necesario

Posted on: mayo 16th, 2014 by Super Confirmado No Comments

El colapso del modelo no necesariamente conduciría al derrumbe del Gobierno: no estamos ante un axioma irremediable, tal y como lo supone tanta gente inclinada a incurrir de nuevo en el error de subestimar al oficialismo. La verdad es que siempre se puede estar peor, sin que la desmejora signifique un desmoronamiento del estado de cosas. Para que eso suceda, deben ocurrir quiebres dentro de las instituciones; rupturas que, al menos en este momento, no lucen a la vuelta de la esquina, porque todas se encuentran «rodilla en tierra», intentando salvar al «proceso» de un naufragio definitivo.

 

La revolución podría impopularizarse hasta rozar límites intolerables y, aún así, seguir contando con un resuelto soporte de sus instituciones. El rol que ellas desempeñarían en un escenario como ese, lo definiría todo. El 27 de febrero de 1989, Carlos Andrés Pérez experimentó una revuelta popular de grandes dimensiones; luego consiguió superar dos intentonas golpistas, pero su final se selló más tarde, cuando los factores de poder de la democracia puntofijista intervinieron para darle una luz verde a su salida. Distancias aparte, el ejemplo es un boceto útil para entender el tipo de situaciones que un conflicto debería generar para convertirse en el disparadero de los cambios.

 

Es imposible saber las características que tendrían las próximas olas de descontento, pero de antemano se sabe que estas requerirían ser monumentales para desgarrar el cuadro de atrincheramiento institucional que la crisis ha causado hasta ahora. La represión procura evitar que ellas adquieran esa dimensión. Cuando los voceros de las instituciones bolivarianas mencionan la posibilidad de una guerra civil, lo hacen para anticipar lo que sería su conducta ante la situación límite que todos vislumbran, seguros como están de que Venezuela vivirá trastornos mucho más hondos que los actuales. Es cierto que las realidades pudieran terminar liquidando toda esa arrogancia con que el oficialismo está observando al país, pero nadie en su sano juicio debería desestimar la otra posibilidad.

 

Si desde el seno de las instituciones revolucionarias no surgieran reacciones favorables al hallazgo de una solución pacífica, aún en medio de una muy fuerte presión popular y de un hundimiento total de la economía, todos los cálculos alrededor del potencial de las protestas y de «la autoimplosión» del sistema, seguirían desconectados de la realidad… La oposición necesita pensar qué hacer para producir ese obligante quiebre que minaría la altanería socarrona del poder. Pero, nadie tiene la llave de San Simón, ni siquiera quienes le apuestan al 2019, presuponiendo que las instituciones bolivarianas cederán entonces en su empeño de impedir la alternancia.

 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

Por Argelia Ríos

Maduro patea la mesa

Posted on: mayo 9th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Este no es el diálogo que el país esperaba. A un mes de su inicio, nada indica que ocurrirán rectificaciones de fondo; no al menos en esta etapa. Ni siquiera la desesperación de la gente ha conseguido suavizar la soberbia del régimen: día tras día, sus autoridades demuestran que han perdido todo contacto con la realidad. El poder y sus usufructuarios viven en un mundo aparte, en un circuito cerrado donde las calamidades de los ciudadanos son historias lejanas.

 

Transcurridas estas cuatro semanas, los venezolanos han constatado que la convocatoria no ha sido más que un truco de Maduro en procura de ganancias inferiores, que no guardan relación alguna con la vida apesadumbrada del pueblo de a pie. El fracaso es tan monumental que hasta las ganancias contabilizadas en su favor están siendo relativizadas en los laboratorios del «proceso», donde las dudas escalan los peldaños más altos, ante la ominosa ineficiencia del Estado bolivariano. Ni los gestos de buena voluntad expresados por los empresarios y la oposición dialoguista han sido aprovechados: el desastre tiene vida propia, como la tiene el desencanto y el malestar extendido entre la población.

 

Una mirada al cuadro completo que presenta la Venezuela de hoy nos advertirá que no es cierto que Maduro haya logrado atenuar la crisis, porque ella es expresión de un conflicto social cuya evolución sigue su curso letal. Las tensiones que forzaron el diálogo no sólo siguen palpitando con fuerza, sino que se han incrementado al ritmo en que se diluye el anhelo de un cambio de rumbo. Poco a poco el país asimila que es la irresponsable terquedad de «la sucesión» lo que nos ha empujado hacia el precipicio.

 

El fracaso que la gente le adjudica al diálogo, por causa de la altanería de la nomenclatura, se añade ahora a las otras muchas frustraciones acumuladas; un desengaño que les confirma el origen de esta pesadilla en la que se mezcla el empobrecimiento vertiginoso de todos, la limitación de los más elementales derechos civiles y la represión monstruosa que condena a nuestros estudiantes a ocupar en las cárceles el lugar que corresponde a las delincuencia enseñoreada, cuando no a sus propios carceleros.

 

Esos cientos de jóvenes detenidos y esos casi dos mil que la revolución procesa judicialmente, tienen millones de dolientes que están viendo cómo se patea la mesa de diálogo en la que más de un 80% de venezolanos ha puesto sus esperanzas… Pero se trata de una prueba de resistencia; de un duro pulseo para atribuirle al contrario el costo que significaría levantarse. Por suerte, el país sabe que es Maduro quien escurre el bulto, que es él quien trata de abortar la visita de Parolin, enviado especial del Vaticano. También en el diálogo, el que se cansa, pierde.

 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

Por Argelia Ríos

Detrás de las bambalinas

Posted on: abril 25th, 2014 by lina No Comments

Todo apunta hacia un abordaje inquietantemente superficial del conflicto en la sociedad venezolana

 

Una idea domina entre algunos de los que han aceptado participar en el diálogo con el Gobierno. No es compartida por todos, pero sí domina en el ánimo de unos cuantos que creen ver en estos encuentros la posibilidad, aunque sea lejana, de abonar el terreno para una «transición pacífica». Visto así, el mecanismo que se activó el jueves pasado en Miraflores no sería únicamente importante por sus resultados tangibles, sino por las relaciones que se forjarían en los muchos cabildeos privados que se han venido dando, en medio de los preparativos de las reuniones públicas entre la MUD y el Gobierno.

 

Las conversaciones que no han estado al alcance de la opinión pública, son parte de un proceso que responde a la convicción que posee una parte de la oposición venezolana, en torno al valor intrínseco de estos acercamientos. En la MUD no sólo se espera cristalizar las muy modestas peticiones que el país ha conocido a través de su vocería. El empeño va dirigido, sobre todo, a tratar de descongelar la atmósfera política nacional, seriamente afectada por esta suerte de guerra fría doméstica que, por quince años, se ha desarrollado en Venezuela.

 

El propósito no declarado involucra nada menos que el deseo de comenzar a «viabilizar la alternancia», a pesar de que tal objetivo táctico no implica una respuesta directa al hondísimo malestar social contenido en las protestas de los últimos dos meses. Conforme a la evolución que están teniendo las cosas, el diálogo sería un fin en sí mismo: uno cuyas ganancias se ubicarían en el estricto ámbito de las relaciones interpersonales entre los dos elencos en pugna.

 

El objetivo de la MUD está preñado de buenas intenciones: es loable su deseo de construir los cimientos de una transición pacífica, que parta de la rehabilitación de las relaciones mínimas con la dirigencia del «proceso». Sin embargo, esa aspiración necesita tener un sostén en la realidad y no debería colocar a la plataforma unitaria de espaldas a las protestas populares, ni al clamor que en ellas se levanta. Omitirlas, del mismo modo como lo hace el régimen, sólo contribuirá a que la crisis se acentúe, expresándose como un descontento frente a la política y los políticos, en general, incluyendo a aquéllos a quienes el país debería comenzar a ver como las alternativas al liderazgo bolivariano.

 

Todo cuanto se ha sabido oficial y oficiosamente de las reuniones privadas sostenidas por las partes, apunta hacia un abordaje inquietantemente superficial del conflicto que late en la sociedad venezolana: una peligrosa negación, que también puede colocarnos en un camino incierto, tan aventurado como el que se le atribuye a Leopoldo López. La MUD no puede desenfocarse.

 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

La legitimación de la protesta

Posted on: abril 11th, 2014 by Super Confirmado No Comments

No hay diálogo inútil en estas circunstancias. Aunque todas las sospechas son válidas, explorarlo constituye una obligación. Una abrumadora mayoría de ciudadanos -cercana al 90%- aspira a que las partes se sienten para intentar rectificaciones que favorezcan la convivencia. La gente piensa que no necesariamente habrá resultados alentadores, pero cree que es preciso hacer el trámite, aún cuando sólo sea para constatar cuánto compromiso hay en «la sucesión» para adelantar cambios en su calamitosa gestión. Si el país comprueba la farsa, la revolución verá abultada las cuentas rojas de su contabilidad y, sin duda, encarará una ingobernabilidad más lacerante.

 

El amplísimo apoyo que el diálogo posee en la opinión pública es claramente un acto de fe en el que está involucrada una gran carga de angustia popular por la gravedad de la crisis. Ese espaldarazo representa una prueba irrefutable de la desesperación de los ciudadanos por el descenso vertical de su calidad de vida, eje esencial de las protestas. Es un respaldo surgido del pesimismo, de la idea de que «nada se pierde con intentarlo»… Un diálogo en el que Maduro niegue con terquedad el fracaso de su calamitosa gestión, reivindicará las razones de los estudiantes e indignados para sostenerse en la calle. El gobierno, con su conducta ante la aspiración de cambio, puede terminar legitimando aún más plenamente las manifestaciones.

 

A pesar de que la experiencia de 2002 fue una trampa cazabobos para el campo democrático venezolano, esta de ahora no tiene por qué serla. En este caso, hay un país muy decidido a no aceptar «mareos» que eludan el fondo del drama. Es demasiado amplio el consenso en relación a que «el proceso» debe emprender correcciones inmediatas y profundas, sin las cuales el empobrecimiento continuará erosionando la tolerancia que marcó el comportamiento de los ciudadanos por tres largos lustros.

 

Todos sabemos que «la sucesión» asiste a estos diálogos para intentar ganar tiempo y sin ningún ánimo de modificar el modelo cuyo colapso ha sido el desencadenante de las revueltas callejeras. Todos sabemos que lo que el gobierno busca es el cese de las manifestaciones, tratando de proponer un típico acuerdo de cúpulas de poca sustentabilidad práctica. Desde el principio, ha sido evidente que esas protestas carecen de control político y que encarnan un fenómeno social que la revolución se niega a reconocer. Era preciso darle al país el diálogo que apoya; era preciso dejar constancia, como es preciso demostrar que el gobierno podría hacer concesiones con los detenidos y los presos políticos, pero nunca, jamás, aceptará que su modelo es una eficiente fábrica de escasez, inflación, empobrecimiento, represión y abusos: las causas de la protesta.

 

Argelia.rios@gmail y @Argeliarios

Por Argelia Ríos

La ola del cambio

Posted on: abril 4th, 2014 by Super Confirmado No Comments

El brutal ajuste económico que Maduro está aplicando, plantea el fin del Estado robinhoodiano y, con ello, el comienzo formal del trabajo de parto del poschavismo. A este punto hemos llegado un año después de la muerte del comandante, cuyos herederos intentan abortar por estos días el inicio de una prudente transición democrática, a la que se resisten salvajemente.

 

Hoy, de hecho, ni el país chavista abriga grandes expectativas en torno al desempeño de «la sucesión». Los respaldos ya residuales que hoy posee la revolución están basados en la evocación de la última voluntad de Chávez, aunque éste se haya equivocado en la escogencia. Maduro trata de sostenerse sobre ese insuficiente soporte, apalancado por las bayonetas de la FANB y las balas de sus sicarios: con ellos intenta imponerse «por las malas», en medio de un clamor extendido -que ahora abarca poco más de dos tercios de la población, incluido un 20% del chavismo- a favor de su salida anticipada del poder, siempre que ella sea procesada por los conductos electorales establecidos en la Constitución.

 

El dramático viraje que está ocurriendo en la opinión pública revela que Venezuela está envuelta en una transición, en la que, por ahora, solo destaca el progreso de la brutalidad militarista. Por eso, hoy no queda sino combinar la calle con el diálogo, la única opción a la mano para contener el incremento de las restricciones a las libertades y derechos civiles, cuya evolución terminará suprimiendo por completo los estrechísimos resquicios que le van quedando al país democrático.

 

Así como la protesta ha servido para volver a evidenciar el talante de los sucesores -y para acentuar la frustración de sus bases de apoyo social-, el diálogo también puede servir para continuar prestigiando la protesta justa y honesta de los muchachos y para evidenciar la total desnaturalización de esos herederos que ni le sirvieron a Chávez en vida -como siempre lo hacía saber al acusarlos de incompetentes- ni mucho menos le sirven a la Venezuela empobrecida y oprimida de hoy.

 

Son los estudiantes -con su 80% de reconocimiento positivo- quienes, exigiendo un diálogo genuino, podrían imponerle al poder una transición inequívocamente democrática. Nadie como ellos para intentar viabilizar una solución política-electoral que silencie los tambores de la guerra. Solo los jóvenes, con la tremenda autoridad moral obtenida en la calle, están en condiciones de evitar que se pierda el terreno ganado en estos últimos sesenta días. No es poca cosa que una abrumadora mayoría favorezca hoy la necesidad de un cambio pacífico: hay que montarse en esa ola lo más pronto posible. La experiencia de los diálogos fallidos del pasado será de gran utilidad para espantar las estafas.

 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

Por Argelia Rìos

Temor al fracaso

Posted on: marzo 28th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Un profundo viraje está ocurriendo. Quienes no lo ven están impedidos de hacerlo porque insisten en valorar la coyuntura a partir de verdades impugnadas por los hechos. Los fracasos acumulados en el pasado entronizaron toda clase de prejuicios alrededor de los métodos adecuados para ejercer la protesta. Chávez tuvo la destreza de inocular entre sus opositores la idea de la improcedencia de cualquier instrumento que ellos se dispusieran a emplear a la hora de expresar sus descontentos.

 

Durante quince años el país ha vivido la estigmatización del catálogo completo que en el mundo entero se usa en las luchas por reivindicaciones justas. En la Venezuela revolucionaria no hay manifestación «aceptable» ante los ojos de sus destinatarios: desde las más inofensivas hasta las de mayor impacto, son objeto de la reprobación de las autoridades que, poco a poco, han limitado el derecho de los ciudadanos a exteriorizar sus insatisfacciones.

 

La dirigencia del campo democrático está obligada a interpretar el fondo de estas protestas: objetarlas sin definir oportunamente las vías para corregirlas es un error que le generará un alto costo político. No basta señalar que los modos adoptados espontáneamente por los indignados son inútiles y riesgosos: si el tiempo sigue pasando sin que el liderazgo se ponga enfrente con su propuesta de «calle con dirección», las consecuencias resultarán tan terribles como las que desean evitarse cuando se advierte sobre los efectos perniciosos del voluntarismo.

 

En la acera opositora no se debería contribuir a la criminalización de la protesta, apelando a cuestionamientos que sugieren la ineficacia absoluta de la vanguardia que se ha conformado en las calles. Si se trata de evitar la frustración de quienes aspiran a un cambio en el país, poco se ganaría invalidando de plano los modos como se han venido dando las manifestaciones callejeras, sin aportar -en el plano de los hechos y no en el de las elaboraciones analíticas- las opciones que sustituirían a los métodos enjuiciados. Al fin y al cabo, la otra vía, la electoral, tampoco es una película libre de potenciales consecuencias frustrantes.

 

A la frustración -y a la rendición, que antecede al sometimiento- también puede llegarse por la vía de la invalidación de las iniciativas de la resistencia desmelenada. Nada como un país movilizado en procura de sus derechos y determinado a hacerse respetar por quienes buscan oprimirlo. El temor a fracasar podría abortar el profundo reajuste que hoy está teniendo lugar en la opinión pública venezolana, donde es amplia mayoría el respaldo a la protesta, aunque ella no sea garantía de un cambio inmediato. Los temores excesivos -y obsesivos- también pueden sembrar desesperanza. ¡Cuidado con eso!

 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

Por Argelia Ríos

La hora de Diosdado

Posted on: marzo 21st, 2014 by Super Confirmado No Comments

La crisis lo ha revelado en toda su amplia dimensión: mientras los estudiantes e indignados ensayan en la calle su versión de la desobediencia civil, puertas adentro del oficialismo, se desarrolla lo que también parece una rebelión. Silenciosa, pero igual de agria, la insubordinación endógena luce cada vez más nítida, aunque ella esté escenificándose tras bambalinas. El mutismo en que se encuentran hundidas muchas de las voces de la revolución describe su incertidumbre ante el rudo barajo que Diosdado Cabello intenta producir puertas adentro del proceso, donde se mueve con salvaje determinación para reivindicarse, una y otra vez, como el verdadero jefe de «la sucesión» y de la lucha contra «la guerrilla» opositora.

 

No sería correcto señalar que Maduro es el bueno de esta historia saturada de intrigas palaciegas: siendo el consentido de los Castro, no caben dudas acerca de su indiscutible rol dentro del teatro represivo que hoy se desarrolla en Venezuela. Los relatos que se cuentan para hacerle ver como la cabeza de los «moderados» dentro de la disputa, son muy poco creíbles, a pesar de que, en efecto, su contrincante destila una evidente superioridad en el plano de los comportamientos más crueles. Maduro y Diosdado son, en realidad, dos caras de una misma moneda, aún cuando cada cual se reserve su propia brutal metodología para «salvar el legado» del Chávez.

 

Lo que sí es perfectamente aceptable, entre los tantos incidentes que estarían ocurriendo dentro del campo revolucionario, es lo que los episodios en sí mismos desnudan: Maduro administra una herencia que Diosdado y sus milicos consideran mal habida; una herencia en cuya adjudicación Chávez se habría equivocado, al desestimar al componente febrerista del que Diosdado sería, si hubiere habido un testamento justo, el indiscutible sujeto clave… Del forcejeo -expresado en una ristra de desacatos públicos contra Maduro- queda en evidencia que «los hijos» del comandante conforman un cardumen de pirañas feroces, en el cual la convivencia siempre estará comprometida.

 

Las protestas han desenmascarado la profundidad de los desencuentros dentro del oficialismo; un conflicto que debe ser muy agudo, a juzgar por el mutismo de buena parte de los cuadros del PSUV y de la alianza patriótica. Todos ellos callan -en plan de «cuide» o de miedo- porque saben que la evolución de la disputa puede derivar en algo grueso y diferente. Tratar a la oposición como a una guerrilla alzada en armas traerá graves consecuencias. Pero Diosdado cree que su hora está llegando, e impugna el testamento de Chávez, actuando con la ira de Zeus frente a Prometeo… La trama de este ajuste de cuentas no pinta bien para Maduro y mucho menos para el país.

 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

Por Argelia Ríos

Represión outsourcing

Posted on: marzo 14th, 2014 by Super Confirmado No Comments

El mundo ya ha visto la desesperación de los estudiantes y ya ha constatado su agobio. Ya sabe que la juventud venezolana se ha lanzado con arrojo a las fauces de sus salvajes represores, del mismo modo como tantos miles de cubanos se han arrojado al mar infestado de tiburones. La revolución de Maduro está ahora expuesta en las vitrinas internacionales con todas sus miserias al desnudo. Ha quedado revelada como una satrapía inescrupulosa, cuya defensa descansa en el trabajo sucio de los grupos de exterminio. Lo que ocurre en Venezuela ya no causa indiferencia, porque ha sido demasiado evidente la liquidación de todas las formas de convivencia respetuosa.

 

Convertida en una outsourcing internacional contratada para el ejercicio de la violencia dentro del Estado revolucionario venezolano, Cuba ha introducido en él los elementos cismáticos que hoy nos separan tan dramáticamente. A los Castro les debemos el abajamiento de la política, que llegó de la mano de la aniquilación del sentido de las palabras y, con ella, de la discrepancia civilizada entre opuestos. A ellos les debemos la innoble inoculación del odio y la confiscación de la ciudadanía a quienes hoy solo exigen su derecho a ser y a existir. Lo que hemos presenciado en el transcurso de este mes es una secuencia estremecedora de actos de desesperanza; una demostración suficiente de que el país necesita con urgencia la restitución de la cordura que los cubanos nos han arrebatado.

 

Hacia allá debe ahora encaminarse el movimiento estudiantil: hacia una resistencia que reclame con determinación un diálogo desprovisto de vicios y de cartas marcadas. Uno que, en sí mismo, ya sea expresión de una decidida resistencia contra los modos cubanos que han pretendido «amansar» -como lo ha dicho Maduro- a quienes aspiran una Venezuela distinta… Si el Gobierno no quiere convencer con argumentos, porque los suyos se han devaluado y porque los ha sustituido con las balas, les toca a los jóvenes ondear las banderas de la unidad nacional, en un movimiento que interpele al poder para reclamarle su intención de domesticar, como a bestias, al país que le reclama.

 

Sí, resistir es sacudirse la resignación; es atizar el espíritu para que en él no tenga cabida la docilidad; es vapulear todo atisbo de sumisión y renuncia y estar en la calle sin descanso. Pero resistir es también pensar para ordenar adecuadamente las ideas y hacer de ellas el asiento que conecte con la victoria y el éxito sostenible. El régimen bolivariano no quiere un diálogo sincero ni entre iguales: los estudiantes tienen la fuerza moral para imponérselo; solo ellos pueden erradicar los métodos cubanos que le aconsejaron a Maduro el amansamiento y la supresión.

 

Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios

Por Argelia Ríos

La resistencia

Posted on: marzo 7th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Al persistir con la violencia, el gobierno confirma que no ha comprendido la telúrica complejidad del reclamo popular. El país que está en las calles es la expresión de una impotencia que perforó los límites de la paciencia ante tantos años de ultraje. La naturaleza de estas protestas desborda la influencia de los radicales en las redes sociales; desborda a los estudiantes, a Capriles, a la MUD, a Leopoldo y a todo el reparto político venezolano, incluyendo al campo bolivariano. Lo que estamos presenciando parece algo distinto, novedoso; algo que no acepta comparaciones.

 

Mientras pasan los días, los rasgos de esta revuelta se distancian más del libreto de 2002 y de los otros tantos ensayados hasta ahora. Su esencia transpira una convicción que no repara en consecuencias. Lo que pareciera estar emergiendo al fragor del traqueteo de las metrallas, es una lucha de otro orden, carburada por un deber moral.

 

Si apartamos los nubarrones, podemos ver la insistencia de un paisaje emergente, en el cual las herramientas tradicionales de la política se enfrentan a un ajuste forzado y exógeno a ella: un reacomodo que procura adecuar esos mecanismos a las características inescrupulosas del régimen… Los indignados están convencidos de que una dictadura desacomplejada y envilecida no admite únicamente el empleo de métodos opositores convencionales. Todos ellos son considerados insuficientes, porque las instituciones del Estado bolivariano clausuraron todos los caminos para la canalización de las demandas ciudadanas.

 

La proscripción del debate civilizado -y su sustitución por las jaurías salvajes que entronizaron la vulgaridad y la ruindad en el lenguaje público- le está abriendo las puertas a lo que va configurándose como un movimiento de resistencia, decidido a reivindicar un sueño democrático y a trastornarle la tranquilidad al gobierno, desde donde ya se ha identificado el fenómeno. La terquedad de la protesta, que no está cediendo a la brutalidad de las balas, asoma una voluntad que no habíamos conocido y que ha tomado por sorpresa a toda la dirigencia del país: a la del PSUV, a la de los estudiantes, a la de la MUD y a los propios proponentes de «la salida», que nada tienen que ver con la aparición de esta nueva dinámica.

 

De ese movimiento de resistencia civil brota una decisión cada vez más explícitamente principista: no los frustra la permanencia de Maduro en el poder, porque ello no es sino un motivo para continuar aturdiéndole la vida. En la lógica de ese giro profundo, si no hay paz genuina para Venezuela, tampoco la habrá para quien se la niega… Sin duda, otro actor en el tablero, otro ingrediente del violento caldo generado por un régimen empecinado en escarnecer a sus contrarios.

 

Por Argelia Ríos