Omar Estacio Z: ¡Más loco será usted!

Comparte esta noticia:

Omar Estacio Z: ¡Más loco será usted!

 

El tema no es para reír, aunque en muchos casos la locura ajena provoque carcajadas.

Pese a que ha caído en cierto desuso en el mundo de la psiquiatría, la sabiduría popular rehúsa a abandonar el término, loco, y sus respectivas clasificaciones, para manejar mejor el flagelo.

Es que no hace falta saber tocar el violín ni ser un virtuoso del piano, para apreciar que determinada orquesta desafina y que sus integrantes, característicos intérpretes de “Los Maestros Cantores de Núremberg” del racista, Richard Wagner, estarían mejor clasificados en una de esas bandas buscadas por Interpol.

Entremos en las clasificaciones correspondientes:

“Loco de Cabuyita”, para aquellos casos que obligan a encadenar al afectado de una  de las patas de su cama clínica.

“Loco de Brinquito”, de acuerdo con las crisis diplomáticas, familiares, colectivas, sociales, que desencadenen su coprolalia, vulgaridad, su maltrato a  excompañeras –permanentes o supernumerarias– a excolaboradores, excompinches, jefes de Estado vecinos, exaliados y hasta con miembros de la realeza.

“Loquito”, así, en diminutivo, que se asimila a lo que los especialistas clasifican como pacientes borderline, de la más alta peligrosidad, porque son capaces de mimetizar sus dislates y hacerlos aparecer como geniales, hasta que desencadenan tragedias tumultuarias.

“Loco de metra”, “De bola” –de bola de basketball, no se piense mal– “Loco de Chimenea” son otras de las elaboraciones populares según los matices de frecuencia, furia, redondez absoluta de la chaladura o la compulsión por consumir bebidas gaseosas, conjuntamente con fármacos, patentados y no patentados, con o sin recetas médicas, para tratar de disimular esa madre de filtración en la azotea hasta la madrugada, para acabar por despertarse al medio día de la siguiente voladora.

“Loco de la Cabeza”, es aporte científico de los compatriotas margariteños, estado Nueva Esparta, Venezuela, que más allá de la aparente redundancia o cacofonía, enfatiza que llegó la hora de llamar al 911.

“La fuerza del loco” es, quizá, una de las expresiones más agudas que hay que abonar al ingenio popular. Es sabido que para dominar la ira de un individuo calificado como “de metra” se necesitan diez mozalbetes muy vigorosos, sin importar que el infeliz tenga la talla, peso y contextura de un jinete de caballos de carrera. En el mundo de la política, “La fuerza del loco”, se manifiesta con cierta originalidad, irreverencia, extroversión, que algunos electores –para su desdicha- confunden con la genialidad y el carisma. Allí reside la explicación de la pasajera popularidad de algunos locos de carretera, chabacanos, incendiarios, en sus papeles de fundadores de sectas, vendedores de productos contra la calvicie, de promotores de fórmulas mágicas para hacer grande un país o hacerlo grande de nuevo.

La distinción entre la inocente locura que demanda una camisa de fuerza, de la que constituye un caso de criminalidad lombrosiana que debe ser remitida a las colonias móviles de El Dorado, Venezuela o a la temible SuperMax, de Florence, Colorado, EE. UU., ha generado verdaderos quebraderos de cabeza a los gerentes de manicomios.

Pero en ese particular, nuestros modestos loqueros, también superan con holgura a los más reputados criminólogos ¿Loco? increpa la gente llana a quienes alegan demencia para quedar impunes. Para evitar semejantes artimañas la sabiduría popular ha elaborado su “locómetro” particular: Si de manera pública, notoria, recurrente, un caballero o una dama, no ha dado manifestaciones de coprofagia he aquí el dictamen inapelable: No es loco o loca, nada, sino que busca pasar como tal, con el objeto de sacar ventaja, con varios milloncejos en sus bolsillos,  preferentemente.

Nos venían a la memoria las anteriores consideraciones, ahora que el mundo de la política ha presenciado, sin mayor estupefacción, por cierto, los insultos intercambiados entre quien para muchos —el cronista, incluido, porque también le metemos a la demencia—  es el Salvador del Planeta y su más irrestricta seguidora, al menos, hasta minutos o quizás milésimas de segundos previos de una trifulca.

—Loca ¿Yo? Tal vez tenga usted razón, Señor mío –le replicó la matrona sin titubeos ni propósitos de enmienda– De otra forma no habría sido, la suscrita, la incondicional servidora e imitadora, de alguien que, como usted, no “aguanta ni un encefalograma.

Y hasta aquí nuestra modesta contribución en la materia, en lo adelante que cada lector amarre su loco. O su loca.

 

Omar Estacio

@omarestacio

Las opiniones emitidas por los articulistas  son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de Confirmado.com.ve