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Niños de Las Brisas, crónica de sueños truncados

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Niños de Las Brisas, crónica de sueños truncados

Como una suerte de crónica visual, el documental Niños de Las Brisas, dirigido por Marianela Maldonado y en competencia en el Festival del Cine Venezolano, abarca un período de 10 años, entre 2009 y 2019, a través de la mirada de tres músicos de El Sistema, que comienzan en la historia siendo unos adolescentes soñadores y terminan como unos adultos jóvenes con responsabilidades y una crisis a cuestas que les obliga a tomar decisiones complejas.

 

 

 

 

 

 

Dissandra, de 12 años; Edixon, de 15, y Wuilly, de 17, tienen algo en común además del amor por la música. Todos son del peligroso sector Las Brisas de Valencia, estado Carabobo. Desde el inicio, el documental, que se estrenó el lunes en el Teatro César Rengifo de Mérida, se mueve entre las pretensiones de estos tres adolescentes por ser grandes músicos y el contexto político, social y económico del país, así como sus circunstancias particulares determinadas por la vida en un barrio muy pobre.

 

 

 

 

 

 

«Las Brisas, en Valencia, es un lugar peligroso. Aquí todas las noches se escuchan tiros: ¡ta, ta, ta, ta!, es como si fueran semicorcheas», dice en los primeros minutos de la película Dissandra. Luego señala que la música es entrar a un mundo de emociones y magia. La música para ella, y sus compañeros, como ha pasado con tantos miembros de El Sistema, es su gran oportunidad para intentar una vida diferente.

 

 

 

 

 

 

Mientras a Dissandra la música le quitó la tristeza que le generó la muerte de su dos hermanitas, para Edixon fue la opción que encontraron su mamá y su abuela para alejarlo de la violencia: a su papá lo mataron en el barrio cuando estaba pequeño.

 

 

 

 

 

Wuilly, que proviene de una familia muy religiosa y conservadora, cuenta en el documental que avizora un futuro como solista; años después, en 2017, Arteaga se convirtió en ícono de las protestas al salir a tocar su violín en las calles, donde fue detenido y luego liberado. En ese período se viralizó un video en el que el músico aparece llorando porque supuestamente un militar le rompió su violín, lo que despertó una ola de apoyo de artistas como Shakira, Marc Anthony, Chyno Miranda y Oscarcito. Luego el músico migró a Nueva York, ciudad en la que se le vio un par de veces tocando en la calle. No se supo más de él. Cerró su cuenta de Instagram en 2020 tras publicar una foto desnudo en la que alegó que su decisión se debió a que la red social no era «un mundo feliz» para él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al ser un documental que ocurre entre 2009 y 2019, hay muchos momentos históricos que destaca de la Venezuela contemporánea, como la época de la bonanza petrolera, la enfermedad de Hugo Chávez y su posterior muerte, la escasez de alimentos, medicinas y productos de higiene; los apagones, la falta de gasolina, la llegada de Nicolás Maduro al poder, las protestas de 2017, entre otros. En ese período los tres harán lo imposible para lograr ingresar a una orquesta profesional, lo que les garantizaría un sueldo y estabilidad.

 

 

 

 

 

 

La historia, a través de una narración en off, también asume una posición crítica no solo con el gobierno, sino con El Sistema, que define como uno de los grandes logros educativos de la democracia venezolana que luego fue convertido por Chávez en la bandera de éxito de la revolución bolivariana.

 

 

 

 

 

 

Maldonado, que vive en California, Estados Unidos, explicó que rodar el filme fue un desafío enorme, pues, durante una década, ella y su equipo siguieron la historia de los tres músicos para registrar sus experiencias y evolución. En principio, siguieron a seis niños y un profesor después de haber tenido a más de una docena que mostraron interés y le abrieron las puertas de sus casas a la directora.

 

 

 

 

 

 

«Al final, tuvimos que centrarnos en los tres personajes que son quienes ahora están en la película. Este proceso fue difícil y complejo, ya que filmamos alrededor de 500 horas de material para una película final de 85 minutos», explicó la cineasta, que actualmente trabaja en nuevas ideas para documentales que aborden temas sociales y culturales de América Latina, siempre comprometida con utilizar el cine para generar conciencia y fomentar el diálogo respecto a tópicos como el abuso de poder y la recuperación de las víctimas de esos abusos.

 

 

 

 

 

 

Destaca Maldonado que durante el proceso de rodaje se vieron afectados por la situación del país. Por ejemplo, dos de los personajes de la película y todo el equipo técnico migraron. «Esto sin contar con la complejidad de levantar fondos para un proyecto como este, que tomó mucho tiempo y muchas organizaciones internacionales, dos coproducciones y hasta la television pública de Francia y de Estados Unidos», recordó.

 

 

 

 

 

 

A pesar de todo, lograron realizar el documental, lo que para Maldonado es casi un milagro: «Estamos sumamente agradecidos con toda la gente que nos ayudó en este largo viaje, la lealtad y compromiso del equipo técnico, el acceso y apoyo de las familias, muchos individuos y organizaciones dentro y fuera de Venezuela que nos apoyaron de manera determinante para hacer esta película».

 

 

 

 

 

 

Además, el proceso de filmación, dijo, fue un viaje emocional de aprendizajes en el que se acercaron a las familias de los músicos con respeto y empatía para explicarles su intención de contar sus historias de manera honesta. «Establecimos una relación cercana con los protagonistas, lo que nos permitió capturar momentos íntimos y vulnerables en su vida cotidiana. Fue importante para nosotros ser sensibles a sus emociones y experiencias, y trabajar en colaboración con ellos para transmitir su historia de manera fiel», detalló.

 

 

 

 

 

 

Para la directora, las historias de Wuilly, Edixon y Dissandra, aunque distintas, representan el destino de la generación que creció en la Venezuela de los últimos años, es decir, la que tuvo que migrar: «El destino de enfrentarse al gobierno y ser reprimido, y el destino de quedarse y desentenderse de la política y la situación que les rodea para poder sobrevivir».

 

 

 

 

 

 

«Y a pesar de que la historia musical se ve truncada, la música sí ayudó a los muchachos a crecer, formarse y tener un futuro. Niños de Las Brisas es al final una historia de sobrevivencia y redención a través de la música», expresó.

 

 

 

 

 

 

Respecto a la posición crítica que asume la voz en off del documental, Maldonado afirmó que la falta de alimentos y medicinas, el colapso de los servicios públicos, el menoscabo de las instituciones públicas, entre otros problemas, son una realidad palpable.

 

 

 

 

 

 

Por tanto, como directora fijó una posición clara porque sintió la responsabilidad de retratar la vida que estos músicos enfrentan en su día a día. «Me pareció importante utilizar esta historia filmada a lo largo de tantos años para reflejar la situación del país. Quería que el documental fuera una plataforma para el diálogo y la reflexión».

 

 

 

 

 

El Nacional

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