En 2005 se estrenó una de las películas venezolanas más taquilleras de entonces: Secuestro Express ; su director era un joven egresado de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela que había trabajado como comentarista cinematográfico en Radio Caracas Radio, de nombre Jonathan Jakubowicz.
Descendiente de judíos polacos lo que le convierte en potencial blanco del antisemitismo chavista este cineasta ha sido noticia en estos días con motivo de la presentación en Cannes de su film Hand of Stones , biopic basada en la historia del púgil panameño Roberto «Mano de Piedra» Durán, uno de los mejores boxeadores, libra por libra, de todos los tiempos.
Hasta aquí estas líneas no pasarían de ser crónica farandulera; sin embargo, dejaron de serlo porque la aparición de Jakubowicz en la Croisette, al lado de Edgard Ramírez y Robert de Niro, le sirvió al novel guionista y director para llamar la atención sobre la precaria situación del país, con una referencia a la escasez de pasta dental, producto que, dijo, aprovechó para comprar en Cannes y enviarlo a sus familiares.
El hecho, más que noticioso o anecdótico, es una voz de alerta sobre el desastre nacional y una manifestación de solidaridad y compromiso con sus compatriotas que, dada la significación del escenario donde emitió sus declaraciones, es contrapeso necesario a la idiota alineación acrítica de la intelectualidad europea con el realismo mágico chavista.; y, sobre todo, a la comparecencia (pagada generosamente en dólares) de pícaros como el taimado Danny Glover, que se embolsilló 18 millones de dólares generosamente suministrados, en 2007, por el galáctico para que produjese una película sobre Toussaint Loverture, de la cual no se ha rodado aún un solo pie.
No olvidemos al cínico Sean Penn, a quien Oswaldo Guillén mediante un aviso en la prensa estadounidense desafió a visitar el patio en su compañía para que se enterara de cómo era en realidad la vida bajo el yugo de la revolución bonita; a la ex supermodelo Naomi Campbell o el grotesco promotor y ex presidiario Don King, que se dieron un baño de socialismo del siglo XXI a la vera de Hugo Rafael, esa curiosidad o extravagancia castrobolivariana que regalaba dinero a manos llenas.
El dentífrico, al igual que papel higiénico o el jabón de baño, que han devenido en rarezas u objetos de colección gracias a los motores productivos de Maduro, son símbolos del estruendoso fracaso que la dirigencia roja se niega a reconocer y cuyo inri es el alarmante estado de gravedad que atraviesa el sector salud.
Por eso, gestos como el de Jakubowicz son reconfortantes, pues ponen en guardia a la comunidad internacional frente a los síntomas de una enfermedad que amenazaba con propagarse por el continente (que, afortunadamente está siendo tratada a tiempo con la vacuna de la sensatez). Y no se trata de lo que opinen artistas e intelectuales, porque, se dirá, son sujetos excéntricos, sino de lo que piensa, por ejemplo, Almagro conocedor del trajín político latinoamericano, para quien Nicolás estaría al borde de convertirse en un «dictadorzuelo».
Editorial de El Nacional