“Pero no quiero consuelo. Quiero a Dios, quiero poesía, quiero peligro real, quiero libertad, quiero bondad, quiero el pecado”.
“No hay estabilidad social sin estabilidad individual”.
Aldous Huxley
Se asume pacíficamente que el término ideología apareció a finales del siglo XVIII; fue anotado en 1796 por Antoine Destutt de Tracy (Mémoire sur la faculté de penser), para distinguir el estudio de las ideas, su carácter, su origen y sus leyes, así como sus relaciones con los signos que las formulan.
Claro que el vocablo ha conocido todo tipo de usos, abusos, enriquecimientos, alteraciones, adulteraciones, pero, conviene señalar que suele representar un sistema de ideas conforme a una visión del mundo y de los actores y elementos materiales y funcionales que lo integran pero que se instituye, en una valoración y una pretensión de realización o explicación de y para la realidad.
He sostenido que la idea y luego la ideología que nos trajo el Renacimiento y la Modernidad fue el hombre, como una veta inagotable a explorar y descubrir y luego a resaltar y convertir en el líder indiscutible de ese mundo coexistiendo con la asunción de Dios y la religión como fuentes originalísimas, pero, a lo que Gramsci llamaría el fruto del intelecto tradicional, en tanto que el homo actualis, supuso y aun supone para muchos, el producto del pensamiento orgánico societario de la modernidad.
Empero, en el siglo XX coincidirían, germinarían, reflexiones, constataciones, derivaciones que la meditación sobre el hombre había engendrado desde la paralela reflexión sobre cómo debía convivir el ser humano, seguro de si por estar seguro de los demás, a través del contrato social y el Estado como ideología envolvente que lo comprendería más allá del supuesto interprete natural el liberalismo que a su vez, perdía crédito y legitimidad por los excesos y deformaciones que el crudo capitalismo había generado. Una suerte de combate ideológico se ha cumplido desde entonces entre el liberalismo y sus derivaciones y las ideologías colectivistas.
Así surgen, como antes dijimos, otras perspectivas y entre ellas, el anarquismo, el socialismo, pero también el fascismo, el nacionalismo, el sionismo, entre otras reverberaciones y cuaja la disputa sobre el hombre individuo y el hombre fusionado, pero igualmente el Estado, como referentes y claves de bóveda.
Simultáneamente, en esa dinámica destacan como formas de gobierno aquellas incardinadas a las ideas de soberanía, libertad, igualdad y bien común. La república y la democracia o ambas en conjunto, reapariciones dentro de la Modernidad y conectadas con la progresión del mundo del hombre y por cierto luego de 20 siglos de eclipse, completarán el escenario y dejarán la mesa servida para otro período de forcejeo cuyas especificidades se alinearán en torno a la ideología, el autoritarismo y un modelo de hombre nuevo detrás del cual advertiremos las ideologías totalitarias como corolario.
Las dos guerras mundiales desnudarán las ideologías pervertidas y totalizantes que enfrentaron, a veces por interpósitas presentaciones, ideales constitutivos de desarrollos humanistas en teoría, pero también contrarios al ideal desiderátum, el del hombre centro del universo, con sus derechos y su dignidad como valor a preservar y asegurar por encima de cualquier otro.
La segunda mitad del pasado siglo trabajará para el ideal del hombre en sus dos dimensiones, vale decir, el individuo y el hombre comunidad, afirmando, como dijimos, sus derechos y su dignificación, institucional y normativa, avanzando significativamente en ambos espacios, pero sin lograr la estabilidad y la seguridad para ellos. El ensayo democrático admitido como modelo a seguir fue, como siempre lo ha sido en la historia, comprometido desde adentro.
La república y la democracia se verán afectadas por el populismo, el fanatismo religioso, el pragmatismo, la erupción de los autoritarismos de la más variada orientación y la llegada a una nueva época como dijo el Santo Padre Francisco I, caracterizada por la disminución de la espiritualidad que resulta de la confusión entre derechos humanos y derecho a la personalidad. La llamada ideología de género descolla en la dirección que visualizamos, contextualizada con el mimetismo despersonalizante de la sociedad matematizada.
¿Una nueva época? Este tiempo del siglo XXI nos introdujo en la nueva ideología emergente; la del pensamiento alterno, tecnológico, digitalizado, robótico, automatizado y sobre todo camino a una anhelada singularidad. El homo actualis se acerca a una suerte de simbiosis que ya se advierte con la IA y desde luego, concientatizante de ese fenómeno que nos irradia a todos por completo.
En Venezuela y en América Latina llegamos siempre un poco tarde, como si el pasaje del tren de la historia lo compráramos un poco después y así cabe constatar un cierto retraso que no impidió, no obstante, episodios alineados en la progresión que otros teatros nacionales conocieron.
En la entrega final, la semana próxima Dios mediante, abordaremos el tema ideología y Venezuela, un decurso vacilante, inconstante y peligroso en esta hora actual.
Nelson Chitty La Roche
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@nchittylaroche