“Hay una cosa más terrible que la calumnia: la verdad”. Talleyrand
“La ceguera biológica impide ver, la ceguera ideológica impide pensar”. Octavio Paz
Metidos ya en la tercera década de gobierno del chavismo, cabe hacer una consideración aunque superficial, sin embargo, sobre el balance de la política exterior que resulta de la experiencia de los períodos de Chávez y Maduro para Venezuela.
Para disciplinar un tanto los comentarios hacia la siempre pretendida objetividad, lo haré recordando “ab initio”, el texto del artículo 152 de la CRBV, ubicado en el Capítulo Primero del Título Cuarto, Del Poder Público y relativo a las Relaciones Internacionales, cuya letra es “Las relaciones internacionales de la República responden a los fines del Estado en función del ejercicio de la soberanía y de los intereses del pueblo; ellas se rigen por los principios de independencia, igualdad entre los Estados, libre determinación y no intervención en sus asuntos internos, solución pacífica de los conflictos internacionales, cooperación, respeto de los derechos humanos y solidaridad entre los pueblos en la lucha por su emancipación y el bienestar de la humanidad. La República mantendrá la más firme y decidida defensa de estos principios y de la práctica democrática en todos los organismos e instituciones internacionales.” (negrillas nuestras)
Si entonces hacemos un paneo rápido por lo que han sido las ejecutorias de los gobiernos de Chávez y Maduro en cuanto a la materia de la dirección de las relaciones internacionales, resulta notoriamente visible que no se ha cumplido con la normativa en cuestión y por el contrario, no solo no se ha trabajado en función de la soberanía, sino que, tampoco por y para los intereses del pueblo.
Innumerables factores han simultáneamente coincidido e incidido sobre las nuevas líneas implementadas a partir de la llegada de Chávez a Miraflores y, nos referiremos apenas y entre otras, a tres de ellas. La primera es el cambio de orientación de las alianzas y de la perspectiva de los intereses que la Venezuela chavista incardinó a sus políticas sectoriales y también a la redefinición de sus objetivos. Lo que el líder militar engendró fue, la demolición del legado puntofijista desde el comienzo de su gestión y no siempre con claridad de propósitos.
Ya nos advertía el 23 de enero de 1998 Luis Castro Leiva sobre la perniciosa tendencia de los que llegan al poder en Venezuela, de declarar imprescindible la refundación institucional, la transformación del Estado y el remodelado del orden jurídico.
Tuvo razón el profesor y ciudadano y, para afirmarlo, basta detenerse y apreciar el legado de Chávez y sus pretendidos epígonos. Destruyeron a la república que llamándola civil redundamos, su economía interna, su educación, sus servicios públicos, su industria petrolera, sus instituciones, su equilibrio macroeconómico, sus fortalezas sociales, su capital público y, pugnan inconscientes, por sustituirla, no sabemos si realmente lo saben o les importa, por una suerte de dictadura ideologizada o aparentando serlo.
De alguna manera, considero que la entropía psicológica que caracterizó el desempeño de Chávez desde que asumió el poder y, pretendiendo iniciar una revolución cuyas líneas brotaban más de su emoción y espontaneidad que de una programación o planificación, se trasladó a la conducción de la política exterior. También en ese aspecto el resultado fue y sigue siendo catastrófico para el país.
De perseguir los fines del Estado, la soberanía y el bienestar del pueblo, deberes a cumplir dado el nuevo dictado constitucional que, por cierto, ya supuso el primer descalabro contra la constitucionalidad, la legalidad y las formas de legitimidad, veremos qué se logró en este ciclo y, más que a guisa de reflexión que de exhaustivo balance, el costo de oportunidad perdido, gravoso, pesado, racionalmente impagable, pero lo ensayaremos desde la semana próxima.
Nelson Chitty La Roche
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