Hay hambre pareja, y no es una exageración. Eso ocurre en Venezuela, un país inmensamente rico, cuyos gobernantes se corretearon por el mundo regalando a manos llenas nuestro petróleo y firmando convenios para importar hasta caraotas, que ahora son difíciles de conseguir en los mercados, por lo que está vigente la paradoja de vivir en un país con tanto petróleo y donde es difícil hasta hacer un “pabellón criollo”, y la tradicional arepa está más cuadrada que nunca.
En este mismo espacio escribí el pasado mes de marzo que Venezuela había sido lanzada a un abismo, y en ese vacío los venezolanos confirmamos cómo están arruinando nuestro país. El estancamiento económico es indiscutible. Lo ocasionó este modelo inviable que devora las riquezas naturales y los dineros que les sacan del bolsillo a los contribuyentes; además, los diseñadores estratégicos se encargaron de espantar todo tipo de inversión, porque esa gritería “revolucionaria” aturde a cualquiera. Los enclaves industriales están desolados, son “cementerios de riqueza”. Da dolor oír las historias de pequeños, medianos y a quienes fueron grandes empresarios, hablar de sus galpones llenos de maquinarias y con decenas de operarios que ahora ven desde la distancia y con nostalgia, lo que en un tiempo cercano fueron portentos productivos, y hoy son despojos abandonados.
Igual pasa cuando recordamos que en un tiempo, aquí existía una sólida clase media que ahora está apaleada y arrinconada en la pobreza. Insólito, ¿no? Disfrutamos de una bonanza petrolera, y en vez de superar la pobreza lo que se hizo fue devastar capas sociales que habían superado esos estadios. Por eso vale la pena reiterar en la frase: un país infinitamente rico con una población inexplicablemente empobrecida. No hay harina de maíz precocida, ni azúcar, ni arroz, ni carne. Los precios de un cartón de huevos y de unas laticas de atún equivalen hoy a lo que valía un apartamento en los años 80 en El Cafetal.
Y ante este descomunal desastre, los voceros del régimen siguen con la cantaleta del “enemigo externo” o “guerra económica de los malucos de la oposición”. ¡Mentiras! Nadie les compra esos artificios, porque la realidad es la que se encarga por si sola de hacerle comprender a la ciudadanía lo mal que han gobernado estos personajes. Utilizan esos pésimos argumentos para tratar de justificar su incapacidad y negligencia que han dado como resultado este rotundo fracaso cuyas nefastas consecuencias afectan cada vez más a la población en general.
Por eso y mucho más, tal como lo dijimos el pasado lunes a la hora de anunciarle al país la integración del comando de campaña de la Unidad: vamos rumbo a una victoria irreversible el próximo 6 de diciembre.
Mitzy Capriles de Ledezma