Mibelis Acevedo Donís: Fin de ciclo: algunas notas

Comparte esta noticia:

Mibelis Acevedo Donís: Fin de ciclo: algunas notas

Otro problema muy en sintonía con los tiempos líquidos que corren y su tendencia a convertirnos en meros espectadores, es la creencia de que puede haber relevancia política sin eficacia política

1. Más allá de la polarizante conversación que cunde en redes, hay una Venezuela real a donde no llega el revuelo de las “operaciones guacamaya”, las elusivas promesas de quiebres militares o los slogans producidos compulsivamente y a la medida de la democracia de los likes. Eventualmente llega, eso sí, el discurso de quienes armados de una visión con pies en tierra, se acercan a las comunidades y trajinan contra la comprensible (no menos suicida) desgana política. Hay que recordar que, a despecho de una actitud ahistórica que propone dejar varada a la sociedad en un hito temporal, uno convertido por obra de cierto pensamiento mágico en situación que no admite superación ni transformación, las demandas ciudadanas siguen y seguirán acumulándose sin pausa.

Si más que lucha carnívora y voluntad de poder, pura machtpolitik, la política debe ser medio para articular intereses en aras del bien común, ¿cómo confiar en quienes subvierten esa prioridad, los que decretan poner pausa a las urgencias de la población para empujarnos al mismo círculo vicioso, al regodeo en las peripecias de una heroicidad tan sublime como impráctica?

2. A un año del áspero desenlace del 28J, y en las antípodas de una narrativa que vende una organización y fortalezas presuntamente superiores, no podríamos afirmar que la oposición venezolana luce en posición de ventaja respecto al bloque de poder. Por el contrario: con consecuente saldo de impotencia y desmovilización, el entumecimiento y desgano para debatir soluciones, aquí y ahora, indican que hay consciencia de que las asimetrías se han profundizado. No sólo la política del miedo, la tenaz arremetida del Estado contra el ciudadano se despliega desde entonces sin mayores diques ni contrastes. También una gestión gubernamental cada vez más insolvente, extraviada y sin contrapesos deja a las personas totalmente expuestas a los cuerazos de la crisis socioeconómica.

¿Seguirán los ciudadanos cargando con el “daño colateral” de un conflicto irresoluto, de una presión sin rendimientos ni orientación clara? ¿Se ha definido, por ejemplo, una estrategia que apunte a la apremiante liberación de los encarcelados por razones políticas? Tras las gestiones de estrategas fallidos que siguen esperando a que la realidad se ajuste a sus previsiones, y no al revés, ¿cuánto más deben esperar los venezolanos para ser atendidos con políticas públicas responsables, con medidas que den respuestas a sus necesidades concretas y perentorias?
Anuncios

3. Los traumas colectivos suelen tender trampas fatídicas a las sociedades. Lejos de generar impulso vital o expectativas de transformación en presente, esa reconstrucción constante del trauma en la memoria del grupo, la renuencia a soltar las amarras del pasado para emprender la elaboración del miedo o la rabia, puede llegar a desactivar la voluntad, la autoconfianza individual y colectiva.

Una cosa es dotar de significación al “trauma elegido”, claro está: un hito que merece ser diseccionado para efectos de reflexión, aprendizaje y autoprotección, reconstruyendo una narrativa que promueva el “nosotros” mediante el reconocimiento de la valía colectiva, la comprensión intergrupal, el apoyo mutuo, la acción positiva. Eso que lleva no al olvido, sino a la superación del malestar invalidante. Pero otra cosa, muy distinta, es instrumentalizar la narrativa del evento catastrófico sin reparar en los destrozos que esto va generando en el tejido social, en el sentido de comunidad. ¿Acaso la crisis de significado, la sensación perenne de amenaza existencial, el socavamiento de la autoestima, la re-victimización competitiva y consecuente división podrían ser considerados insumos útiles para el restablecimiento de ese conatus social?

4. Otro problema muy en sintonía con los tiempos líquidos que corren y su tendencia a convertirnos en meros espectadores, es la creencia de que puede haber relevancia política sin eficacia política. Frente a los diversos dispositivos de legitimación interna y externa, a los recursos no convencionales de control social y represión con los que cuentan los autoritarismos del siglo XXI -regímenes que, según ratifican informes como el de V-Dem, hoy se amoldan mejor a las zonas grises y torean las etiquetas binarias o absolutas del pasado: “dictadura”, “tiranía”-; y contra esa probabilidad que exhibe el otro de imponer la propia voluntad en una relación social, aun contra toda resistencia (Weber), la sola acción discursiva/simbólica tiende a depreciarse.

Como se ha dicho en innumerables ocasiones, la beligerancia sin acción ni resultados oportunos en circunstancias tan desiguales sólo hace más palpable la carencia y el vacío, sólo abona al desgaste. Quienes desde lejos se aficionan a los espejismos de las redes deberían considerar que el sentido de realidad y su manifestación como razón práctica, son elementos que no pueden soslayarse en las dinámicas políticas. ¿Acaso es realista pensar que un liderazgo con influjo pero severamente limitado para capitalizar un “espacio de aparición” -ámbito donde, según Arendt, el individuo tiene posibilidad de manifestarse públicamente, actuar y ser reconocido por otros- podrá asumir unilateralmente esa labor de re-articulación que hoy pasa por defender la vida local?

5. Precisamente, el corolario de este séptimo mes y de un ciclo electoral que llevó de la máxima euforia y las loas al voto, a la máxima frustración y el estigma del “participacionista”, será el de las elecciones de representantes en 335 municipios. Contra la impositiva seña del “No es no” -¿familia del “Sí o sí” que en vano encajó la oposición interina en 2019?- algunos que perciben los peligros de la angurria totalizadora se preparan, sin embargo, para lidiar con el desánimo general y el cinismo.

Sí: a pesar del miedo, del amargo barrunto de que la minoría oficialista se impondrá sin agobios frente al paradójico silencio de la mayoría, otros vecinos se organizan, alertan y convocan en Baruta o Los Salias, en Maracaibo o Iribarren. Seguramente al tanto del despropósito que sería entregar sin pelea la administración de sus calles y plazas, de sus escuelas y dispensarios, de los servicios públicos, de la seguridad y defensa ciudadana, sobrevive un terco sentido de corresponsabilidad y protagonismo en la gestión pública municipal que podría ser útil en lo adelante.

Con lo poco que quede tras el paso del temporal tocará replantear visiones en torno a la relevancia del quehacer político, a sabiendas de que problemas como el de las políticas públicas, tal como anunciaba el coordinador del Centro de Políticas Públicas del IESA, Víctor Carrillo, requiere ir mucho más allá de “una épica democratizadora”. ¿Cómo conjurar, por ejemplo, prácticas autoritarias como el sabotaje de la rendición de cuentas, la falta de contrastes, la imposibilidad de responsabilizar y cuestionar autoridades? Bregando con condiciones poco proclives a la cooperación y el consenso, y sin que ello implique sacrificar por un segundo la aspiración del cambio político, se trata de asumir una acción responsable, más valiente y humana en materia de nuevos arreglos político-institucionales a favor de la gente.

@Mibelis

 

Las opiniones emitidas por los articulistas  son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de Confirmado.com.ve