Bajo la atenta mirada de su predecesor y en medio de un país marcado por la violencia y los importantes cambios constitucionales diseñados por su mentor, Claudia Sheinbaum se convertirá el martes en la primera mujer en presidir México en sus dos siglos de independencia.
La científica y exalcaldesa capitalina de 62 años, que arrasó en la elecciones de junio con casi el 60% de los votos, ha prometido consolidar el legado de Andrés Manuel López Obrador, un mandatario que deja el poder con unos niveles de popularidad sin precedentes.
El traspaso de poder emulará el que tuvo lugar hace seis años, pero las expectativas ante el nuevo gobierno son muy distintas.
Si López Obrador simbolizaba el cambio y la puesta por dejar atrás un país marcado por la corrupción y l a violencia poniendo siempre por delante a los más desfavorecidos, su sucesora propone la continuidad absoluta tanto en los exitosos programas sociales como en los controvertidos cambios constitucionales que profundizarán la militarización del país o harán que los jueces sean elegidos por voto popular.
Sheinbaum recibirá la banda presidencial y dará su primer mensaje a la nación en la Cámara de Diputados para posteriormente darse un baño de multitudes en el Zócalo, la principal plaza capitalina, donde dará a conocer sus 100 compromisos de gobierno.
Una docena de presidentes y jefes de gobierno estarán presentes entre las distintas delegaciones internacionales, entre ellos, los mandatarios de Brasil, Chile o Cuba.
Pero el que Estados Unidos decidiera enviar una delegación encabezada por la primera dama, Jill Biden —cuando en 2018 quien llegó a la toma de López Obrador fue el vicepresidente Mike Pence— o la ausencia total del gobierno de España —indignado porque Sheinbaum no invitara al rey a la ceremonia con el argumento de que no quiso pedir perdón por la conquista— son una muestra de las incertidumbres ante el nuevo gobierno y de la tensión entre México y algunos de sus principales socios.
Estados Unidos ha hecho públicas sus preocupaciones ante reformas constitucionales que, a su juicio, van a politizar la justicia y pondrán en riesgo principios básicos del Estado de derecho a la vez que han aumentado las tensiones en temas de seguridad y lucha contra los cárteles.
Uno de los puntos más delicados en este aspecto se sitúa en Sinaloa, un estado donde dos facciones del cártel del mismo nombre iniciaron una lucha sin cuartel después de que dos de sus líderes fueran detenidos en Estados Unidos. Tanto las autoridades locales como el ejército -en el que López Obrador ha confiado para todo- han admitido que los enfrentamientos sólo terminarán cuando los jefes de los cárteles decidan ponerles fin.
Otra de las grandes incertidumbres tendrá que ver con el resultado de las elecciones estadounidenses de noviembre porque, de ganar Donald Trump, se abriría un escenario en el que el republicano podría tomar acciones radicales en la frontera o imponer aranceles que complicarían notablemente el gobierno de Sheinbaum.