Es el día para dar gracias. Día para que los que viven instalados en la queja, o están demasiado absortos en sus problemas, se fijen en el vaso medio lleno, se reúnan con sus seres queridos y celebren la vida. Gratitud… algo que deberíamos sentir todos los días con una visión positiva
Por su carácter laico y transversal, Thanksgiving, la fiesta de Acción de Gracias, es la celebración familiar más importante de los Estados Unidos. Tiene lugar el último jueves de noviembre y la celebran los norteamericanos de todo credo y condición alrededor de una mesa en la que no falta el pavo. ¿Cuál es su origen?
En su libro Of Plymouth Plantation (Sobre la Plantación Plymouth), William Bradford (1590-1657), narra en primera persona el azaroso periplo de una congregación de puritanos ingleses que, después de exiliarse en Holanda, decidió cruzar el Atlántico a bordo del ‘Mayflower’ en busca de un lugar donde practicar su religión en libertad, lo que no significa que creyeran en la libertad religiosa en general.
La narración es una lectura recomendable para quienes deseen conocer, además del origen de esta colonia, las tensiones religiosas en Inglaterra tras la separación de la Iglesia de Inglaterra de la Iglesia Católica. Entre las escisiones posteriores a esta ruptura se encuentra la del grupo que nos ocupa, los Separatistas, de estricta observancia calvinista.
William Bradford, quien se convertiría en el segundo gobernador de la pequeña comunidad de Plymouth (en el estado de Massachusetts), escribe la Historia con el lenguaje claro y falto de ornamentos tan propio de los puritanos ingleses. Desde el inicio advierte de cómo Satán está presente para actuar contra el bien. Avanzado el relato, se refiere a los nativos como ‘bárbaros salvajes’, condición que les excluye de la Redención cristiana, reservada a los predestinados a ella. Es decir, ellos. Entre los pasajes que muestran el espíritu de esta comunidad, destaca el relato sobre un miembro de la tripulación del ‘Mayflower’, desconsiderado y poco piadoso con los autodenominados peregrinos. «Pero Dios se complació, a mitad de viaje, en mandarle a este joven una penosa enfermedad de la que murió de forma desesperada, por lo que fue el primero en ser arrojado al mar», tras lo cual —continúa Bradford— vieron sus compañeros «la mano justa de Dios sobre él». Así interpretaba esta buena gente las virtudes del perdón, la misericordia y la compasión cristiana.
El ‘Mayflower’ llegó cerca de lo que hoy es Cape Cod el 21 de noviembre de 1620. Tras los rigores del primer invierno y alguna baja en la travesía, sobrevivieron 53 personas de los 102 peregrinos y unos 30 tripulantes. Ello fue, en buena medida, gracias a la ayuda de los indios, quienes, entre otras cosas, les enseñaron a sembrar y cuidar el maíz que plantaron en primavera y cosecharon en el siguiente otoño. La celebración de esta primera cosecha se hizo junto a noventa indios wampanoag, que aportaron cinco ciervos al banquete. No fue una ceremonia religiosa, ni mucho menos tuvo un espíritu evangelizador. Fue un encuentro de confraternización dotado de cierta solemnidad tras la recolección exitosa del maíz. Un ágape considerado como la primera celebración de Acción de Gracias (Thanksgiving), que Abraham Lincoln declararía fiesta nacional en 1863.
En tiempos de quejas y reivindicaciones de una sociedad que vive con un nivel de bienestar que ya habrían soñado los primeros pobladores de lo que hoy es Estados Unidos (y sus contemporáneos europeos), es reconfortante saber que hay un día al año reservado para dar las gracias a lo que cada quien considere oportuno: al Altísimo, a la Vida, a la Diosa Fortuna, a la Madre Naturaleza o a la que nos trajo al mundo.
La gratitud es una actitud. Y es considerada por psicólogos y psiquiatras uno de los pilares para una vida feliz, junto al amor y la ilusión. Es un sentimiento de plenitud interior y satisfacción cuando valoramos lo que tenemos y tomamos conciencia genuina de ello. ¿Y qué tenemos? Además de la salud y cierto bienestar, como animales sociales que somos, agradezcamos lo cotidiano: una sonrisa inesperada que nos sale al encuentro, el cariño de los nuestros o la conversación y confidencias con un buen amigo; por poner solo algunos ejemplos de los pequeños gestos que a veces no valoramos suficientemente.
Al igual que con la Navidad, muchos han despojado a la fiesta de su verdadero sentido y en esta orilla del océano, tan proclive a imitar costumbres estadounidenses como Halloween, solo hemos copiado de este día la orgía consumista que es el Black Friday.
Thanksgiving es el día para dar gracias. Día para que los que viven instalados en la queja, o están demasiado absortos en sus problemas, se fijen en el vaso medio lleno, se reúnan con sus seres queridos y celebren la vida. Gratitud… algo que deberíamos sentir todos los días con una visión positiva. Bienvenida sea, al menos una vez al año, siempre que las irresistibles ofertas del Black Friday no nos nublen la visión y nos hagan olvidar lo que realmente es importante.
María José López de Arenosa es filóloga y miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles









