Ni una crítica a Juan Guaidó, reconocimiento de la estatura política de Hugo Chávez y algo que, aunque improbable, dice que no es imposible: sentarse a tomar un café con Nicolás Maduro. Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), podrá ser combativo e incluso poco diplomático a veces, pero está convencido de que su deber es hablar con todos, de que no puede negarle el diálogo a nadie.
¿En serio no tiene nada que objetarle a Guaidó? ¿No lo considera acabado, tal como dijo recientemente Henrique Capriles? “No”, dice Almagro durante una entrevista con Infobae: “Lo hemos dejado prácticamente solo enfrentándose a ese régimen, y vemos que ni siquiera con la ayuda de (Henrique) Capriles”.
El diplomático uruguayo confía en trabajar con la administración de Joe Biden tan bien como lo hizo con la de Donald Trump, asegura que Cuba tiene una fuerte influencia en sectores clave del gobierno de Argentina y admite que en el futuro quiere ser una figura política en su país. ¿En el Partido Colorado tras haber pasado por el Nacional y el Frente Amplio? “Todo el mundo tendrá que esperar mucho” para esa respuesta, dice. Antes de eso, la posibilidad de otro café: con el ex presidente José Mujica, del que fue canciller y con el que hoy no hay diálogo.
– De la OEA, para bien y para mal, se habla mucho en los últimos tiempos, mucho más que en épocas anteriores. ¿Eso es algo que buscó expresamente?
– Era un efecto colateral que iba a ocurrir si la OEA asumía la agenda política del hemisferio en forma central. Ese era el objetivo. Cuando se asume centralmente una agenda política hemisférica de la manera que se ha asumido, con temas de derechos humanos en forma muy constante era obvio que la organización iba a recuperar su relevancia y se transformaría en motivo de presencia pública y de estar juzgada permanentemente por la opinión pública.
– Usted es un jugador fuerte en twitter, con 1,4 millones de seguidores. ¿Podría haber obtenido este perfil tan alto sin las redes sociales?
– Encontramos en twitter una forma de comunicarnos que era en el momento y con la precisión que queríamos comunicar. Y eso fue clave, sin twitter no hubiera sido lo mismo. Cuando yo hablo con el periodismo no puedo hacerlo permanentemente, por obvias razones. Y uno queda muy sujeto a la interpretación que haga el periodista, el medio, a como titule. La posibilidad de comunicar uno mismo hace una diferencia muy grande, sin criticarlos a ustedes y al trabajo que hacen. Pero ustedes son actores políticos como yo. Y yo necesito un lugar donde comunicar.
– La OEA señaló recientemente que con el covid como excusa se restringieron gravemente las libertades y los derechos en Venezuela, Cuba y Nicaragua. ¿No es algo que en realidad puede decirse de toda la región?
– Si, pero cuando hay controles y balances entre los diferentes del Estado y dinámicas institucionales sujetas a responsabilidad pública es diferente a lo que ocurre en una dictadura. Han habido limitaciones a derechos fundamentales, y lo hemos señalado: libre circulación, tránsito, reunión, manifestación… Todo eso está limitado, pero dentro de soluciones en el sistema democrático. Cuando tus libertades y tus garantías no valen nada y solo están sujetas a la arbitrariedad y tiranía del dictador es otra cosa.
– Suele decirse que locura es hacer una y otra vez lo mismo esperando resultados distintos. ¿No hay algo de eso en el abordaje de la crisis venezolana?
– Sí, hay mucho de eso, pero si uno cuenta los procesos de diálogo que han habido en Venezuela y los resultados que han servido para consolidar el status quo, uno no puede decir que eso había que dejar de hacerlo en determinado momento. Pensamos que era necesario seguir insistiendo en buscar esas oportunidades. Y también es cierto que aquellos que han ido al proceso de diálogo han ido viendo de manera un poco extraña la situación. Todo proceso de diálogo requiere de alguien que presione en algún lugar, en especial si es una dictadura. Aquellos que impulsaron los diálogos siempre lo que pidieron fue la eliminación de las variables de presión sobre las dictaduras. Ahora hablan de eso mismo, y eso ha sido uno de los problemas fundamentales. La presión nunca llegó a los niveles que debió haber llegado para hacer sentir al régimen incómodo o ver como conveniente buscar una salida. Es una dictadura denunciada en Nueva York por narcotráfico, acusada en La Haya por crímenes de lesa humanidad y de corrupción en Houston o el propio Tribunal Supremo legítimo. ¿Y cuál es el aliciente para que esos dictadores se vayan? Solo la presión. Los juzgamientos que penden sobre ellos son demasiado graves. Los crímenes de lesa humanidad no prescriben, los casos de corrupción son demasiado grandes. Toda la corrupción de Odebrecht son 800 millones de dólares en comisiones, cualquier negocio de Pdvsa son 1.500 millones. Eso es lo disparatado de la corrupción del régimen.
– ¿Hay algo que hubiera querido hacer en la crisis de Venezuela y no pudo?
– Los instrumentos políticos y jurídicos que tiene la organización han sido utilizados casi en su totalidad. Incluso los sistemas de sanciones del TIAR. Tenemos la potestad de declarar la ilegitimidad de determinado gobierno o la alteración del orden constitucional, también de impulsar denuncias de crímenes de lesa humanidad o de lucha contra la corrupción. Todo esto ha sido utilizado y llevado al máximo que esta normativa da. La organización ha cumplido con sus objetivos, y por eso el régimen ha sido declarado ilegítimo por la OEA. Cambiar el régimen no está en la normativa de la organización. Si no se cumple se lo suspende del sistema interamericano, que es la máxima pena prevista.
– Henrique Capriles dijo recientemente que Juan Guaidó “se acabó”, que “está fundido”. ¿Qué opina sobre esa afirmación de Capriles?
– Yo no puedo discutir con ningún político del hemisferio, yo no puedo opinar sobre eso. Sí debo elogiar el trabajo del presidente encargado Guiado, por una sencilla razón. Levantó expectativas muy altas de democracia en Venezuela. Pretendíamos que Guaidó solo se enfrentara a un régimen que disponía de miles de millones de dólares y un aparato represivo y sanguinario, con capacidad de avasallar las garantías y las libertades más esenciales que pueden existir. Con la capacidad de atentar contra la vida y la libertad de las personas, y lo hemos dejado prácticamente solo enfrentándose a ese régimen, y vemos que ni siquiera con la ayuda de Capriles. Podemos recriminarnos a nosotros mismos, pero nunca a Guaidó, que se ha jugado el pellejo enfrentándose a una dictadura completamente sobrepasado en medios en una proporción infinita. Mi reconocimiento por su discurso siempre claro en defensa de la redemocratización de su país.
El Tribunal Penal Internacional (TPI) ve delitos de lesa humanidad en Venezuela, que es lo que la OEA venía denunciando. ¿Cuán satisfecho está con ese paso del TPI?
– La justicia es el mejor instrumento para restablecer la democracia en Venezuela. Ya sea la internacional para los delitos de lesa humanidad, así como diferentes jurisdicciones para narcotráfico y corrupción. Si la justicia, con sus tiempos, puede alcanzar los resultados cumpliendo con el Estado de derecho, la justicia nos puede limpiar de dictadores. A veces la justicia llega cuando los dictadores no están en el poder, hoy creo que cabe la posibilidad de que se haga justicia con los dictadores aún en el poder.
– ¿Sigue sin tener diálogo con el presidente argentino, Alberto Fernández?
– No he tenido contacto, nuestros contactos son a través de las comunicaciones de la misión, y no hay ningún drama al respecto, para nosotros está bien.
– Usted dijo recientemente que Cuba influye en la Argentina pidiendo su cabeza. ¿Es realmente así?
– Mire, esto es algo que se vio mucho en la campaña (para la elección del secretario general de la OEA), y no solamente en Argentina. Rascando, rascando, llegando al final había siempre alguna queja o posicionamiento cubano respecto de la secretaría general de la organización. Ese fue un tema recurrente para ellos. Siempre ha sido su papel el de desestabilizar a la propia organización. Pero siempre hemos estado preparados para ello, como quedó demostrado con la propia reelección y los trabajos posteriores. Parte de la gente en el gobierno argentino le debe mucho a Cuba, y eso tiene verdaderamente una influencia política muy directa en las decisiones políticas que se toman. Pero listo, eso forma parte del paisaje político con el que debo trabajar, no hay ningún drama al respecto.
– ¿Entiende la postura de Argentina en la OEA en el tema venezolano?
– Yo no juzgo las posiciones de los países, no es la tarea de la secretaría general decir qué posición está bien o mal. Lo que sí espero es que los países, aun los que pierden las elecciones, respeten las resoluciones que se aprueben y actúen en consonancia con esas resoluciones, que son válidas para todos y no solo para los que votaron a favor. Uno espera que se respeten esas decisiones que son adoptadas por mayoría, eso es lo importante.
– La vicepresidenta argentina, Cristina Kirchner, lanzó días atrás un duro ataque a la Corte Suprema de Justicia. Un tema de este tipo, ¿puede llegar a la OEA?
– No hemos estudiado el tema y nadie lo ha planteado ni presentado en la OEA. Si alguien lo presenta haremos los estudios y consideraciones del caso. No lo hemos hecho. Siempre hay en diferentes partes del hemisferio conflicto entre los diferentes poderes del Estado, diferencias. Siempre esperamos que las mismas se resuelvan de manera democrática y de la mejor forma, y lo esperamos también en este caso. Creemos que la actuación de la justicia siempre es importante, pero no es nuestra tarea tomar posición en los conflictos entre diferentes poderes del Estado a no ser que haya una clara alteración del orden constitucional en función del artículo 20 de la Carta. Este tema me parece que todavía está lejos de eso, aunque no hemos entrado en el tema en profundidad.
– En su momento usted apostó por no obstaculizar el intento de Evo Morales por ganar un cuarto período como presidente, porque privilegió obtener luz verde para la Misión de Observación Electoral. Visto lo visto, ¿haría hoy lo mismo?
– Era absolutamente necesaria la presencia de la observación electoral de la OEA y la única forma de que podía haber garantías de que la decisión del pueblo boliviano fuera respetada por todos. Nuestro trabajo era ese, asegurar la presencia de la misión de observación.
– ¿Tiene la OEA algún reparo hacia el gobierno de Luis Arce?
– Para nosotros el proceso electoral ha terminado. Una vez presentados los informes de la misión de observación electoral y constatados los resultados no hay más para hacer desde el punto de vista de ese proceso electoral por parte de la organización.
– Con Trump, la OEA coincidió en muchos aspectos. ¿Cree que en una presidencia de Biden habrá divergencias en temas delicados como, por ejemplo, Cuba?
– No, nosotros esperamos que los niveles de cooperación se mantengan, para nosotros sería clave. Y así como con la presente administración coincidimos en buena parte de los temas y tuvimos también algunas divergencias, esperamos que los niveles de cooperación sean los más altos en función de los principios interamericanos, que son clave para nuestro hemisferio. El secretario general solo puede adherir a esos principios.
– En 2013 usted hablaba en Telesur del “extraordinario papel de estadista” Hugo Chavez, de la importancia de organizaciones como UNASUR y CELAC como legado, también daba un “viva la revolución” en Cuba. Su posición de hoy, ¿se trata de una evolución, estaba equivocado entonces y acierta ahora…?
– Mire, siempre hay algo evolutivo en la acumulación de información y de experiencia, es claro que hay cosas más permanentes ya que a nadie se le podría ocurrir en el 2013, ni ahora, decir que Cuba era una democracia cuando no lo es, cuando es una dictadura. En cuanto al papel de Chávez, yo lo reconocí en ese momento y muchas de las cosas que pasaron después, de alguna manera, me dieron la razón en muchos aspectos, en el sentido de lo necesario que era para ese proceso en Venezuela. Hay que ver el devastador resultado de la gestión de Maduro y compañía, llevando exponencialmente los niveles de corrupción y de crímenes de lesa humanidad y de narcotráfico en el país. Después, obviamente que sí hay elementos nuevos que no se hablaban de Chávez y en muchos casos no se sabían en esa época, que son relevantes hoy tener en cuenta y, obviamente, también es importante rescatar los presos políticos que tuvo Chávez y es importante saber las disfuncionalidades ideológicas que hubo en diversos aspectos y de polarización que trajo en el hemisferio, que han sido extremadamente negativos. Eso es algo que obviamente se ve con mayor claridad y vigencia hoy.
– ¿Usted entiende que de seguir vivo Chávez la situación sería diferente, sería mejor?
– No se puede cuantificar, pero vamos a decirlo en términos sociales. O sea, es fácil concluir que en términos de intuición política, en manejo político, Chávez es diez mil veces superior a Nicolás Maduro, eso es claro. Y, por lo tanto, un mejor político haría mejor el manejo de una situación, por peor que sea, siempre va a hacer las cosas mejor. También es cierto que es imposible hacerlas peor de lo que las ha hecho Nicolás Maduro. Esa es la realidad política, es una realidad demasiado evidente, porque nadie como Maduro ha sido tan devastadoramente incompetente antes, nadie ha creado la peor crisis humanitaria en la historia del hemisferio como la creó el régimen actual, nadie ha creado la peor crisis migratoria en la historia del hemisferio como lo ha creado el régimen chavista actual. Ese es el tema fundamental, y después las culpas que aparecen de Chávez en su legado se hicieron exponenciales en este mal manejo también de Nicolás Maduro. Si, las cosas probablemente no hubieran llegado nunca a este extremo con Chavez, porque nunca en la historia del hemisferio han llegado hasta este extremo y menos en un país tan rico como Venezuela.
– Dicen en su país que usted podría completar un camino ciertamente extraordinario. Del Partido Nacional al Frente Amplio y quizás al Partido Colorado, donde buscaría la candidatura presidencial. ¿Es correcto esto?
– No es correcto eso. Si es correcto que estuve en el Partido Nacional, sí es correcto que estuve en el Frente Amplio, en el Movimiento de Participación Popular, y yo estoy dispuesto siempre a trabajar políticamente en el espacio donde pueda. Usted se dará cuenta de que como secretario general de la OEA tengo algunas limitaciones institucionales, así que todo el mundo tendrá que esperar mucho para ese resto de las cosas. Pero no se empieza por el final, esas cosas no pueden ser planteadas en esos términos.
– En su momento el Frente Amplio lo expulsa, lo considera un traidor y se corta la relación con el presidente Mujica. ¿Cree que fueron justos con usted o injustos?
– Eso fue absolutamente injusto, cuando a alguien no se le da la posibilidad de presentar descargo, no se le da la oportunidad de responder las acusaciones, no se le da vista de nada, ni de conclusiones ni de investigaciones, porque no las hubo, todo el proceso es injusto e infame del principio al fin. Demuestra la bajeza del procedimiento, pero son etapas superadas y quizás debo estar agradecido que me ayudaron a superar esa etapa.
– ¿Se tomaría un café con Mujica?
– Yo me tomo café con todo el mundo, y tomaría café con Mujica y tomaría cualquier otra cosa. Ese no es el problema. Cuando uno es secretario general de la OEA todo el mundo se puede enojar con uno, insultar, decir las cosas más horribles, y el secretario general de la OEA nunca puede enojarse con nadie y nunca puede negarse a dialogar con nadie ni enojarse con nadie. Es claro que desde mi posición institucional siempre voy a estar abierto a cualquier instancia de diálogo y cooperación que se pueda plantear.
– Pero no se tomaría un café con Maduro… ¿O haría como hizo Trump que se reunió en la frontera de las dos Coreas con un gran enemigo?
– Es que yo no tengo la posibilidad, yo no puedo como secretario general de la OEA decir que no me reúno con Maduro. Sé lo que le debo decir, lo que debo hablar, cuáles son los temas y sé cuáles son las soluciones para los temas que hoy afligen Venezuela, y soy plenamente consciente de las convicciones que están firmemente asentadas en el sistema interamericano. Así que yo no puedo decirle a nadie en este mundo “no, no me reúno con usted”. No existe esa posibilidad, estaría faltando a mis deberes institucionales.
Sebastián Fest //Infobae