Dice la RAE que vaivén es el «movimiento alternativo de un cuerpo que después de recorrer una línea vuelve a describirla en sentido contrario». También «variedad inestable o inconstancia de las cosas en su duración o logro». O, una más, «encuentro o riesgo que expone a perder lo que se intenta, o malograr lo que se desea». Cualquiera de esas definiciones pudiera encajar para tratar de entender la reciente visita del presidente de Colombia, Gustavo Petro, a Caracas. También pudieran ser desechadas las tres y dar por buenas las explicaciones que Petro ha brindado sobre su encuentro con Nicolás Maduro y, al parecer, también con Manuel Rosales.
Petro, a bordo del avión que movía su cuerpo de regreso a Bogotá, resumió parte de lo que había tratado con Maduro que, además de temas bilaterales siempre pendientes y complejos de la relación vecinal, fue, en sus palabras, fundamentalmente una intermediación colombiana, una mediación para lograr la paz política en Venezuela. “He hablado con el presidente Maduro de una propuesta que le he hecho, y con sectores de la oposición, quizás los más importantes en ese momento, para lograr que este país pueda tener paz política», dijo. Nicolás Maduro, que habló al terminar la reunión de los mandatarios, solo se refirió a generalidades del tipo «pueblos hermanos para siempre», «la paz de uno es la paz del otro». Hasta ahora, sin embargo, nada en el campo opositor venezolano.
La visita de Petro ocurre después de un agrio intercambio sobre el bloqueo de la candidatura de Corina Yoris por el Consejo Nacional Electoral, que obligó a la Cancillería colombiana a expresar su preocupación y al propio Petro a señalar que la inhabilitación de María Corina Machado «indudablemente es un golpe antidemocrático». La Cancillería venezolana acusó a Colombia de complacer a Estados Unidos y de cometer una «grosera injerencia». Pero la sangre no llegó al río, ni tampoco es deseable, porque ya bastante ha corrido a un lado y otro del Arauca.
Resultaría interesante conocer la propuesta que Petro le formuló a Maduro para lograr la “paz política”. ¿Se la habrá expuesto también a Manuel Rosales, si tal reunión se efectuó? No es de esperar que Maduro la revele porque alterar la oscuridad del comportamiento del poder va en contra de su ejercicio cotidiano, que le rinde beneficios al disparar la incertidumbre a niveles exasperantes y suscitar todo tipo de comentarios especulativos. Nunca habrá constancia, por ejemplo, de por qué se rechazan algunas candidaturas, lo que es un procedimiento sencillo y usual en cualquier proceso electoral. Pero en Venezuela hay una autocracia, no una democracia.
Las idas y venidas de los mandatarios son comunes. De los latinoamericanos extremadamente frecuentes. Y Gustavo Petro es Gustavo Petro. En abril del año pasado el presidente de Colombia convocó a 18 países y al alto representante europeo de Relaciones Exteriores, Josep Borrell, a una conferencia en Bogotá sobre la crisis política venezolana, de la que salió un esbozo de una ruta de trabajo para alentar la realización de elecciones libres y en esa vía levantar las sanciones que pesan sobre el gobierno de Maduro, que pareció truncarse al nacer cuando una delegación llevó los resultados a Miraflores.
Petro en las semanas siguientes hizo una visita oficial a España y en entrevista con El País cambió la ecuación: levantamiento de sanciones y luego elecciones. El orden de los factores en política sí importan.
Ahora se reserva con cuáles sectores de la oposición se reunió y en virtud de qué los escogió, cómo se tramitó la reunión y qué se trató en ella. En un clima de debate político en el campo de los adversarios al gobierno, parece obligante esclarecer esos aspectos para evitar el riesgo de que se malinterprete la fulana reunión.
En todo caso, en ruta al 28J la “paz política”, aunque un concepto un tanto difuso en el plano nacional, es urgente en toda circunstancia. Nada indica que Venezuela avanza hacia unas elecciones pulcras y respetables.
Editorial de El Nacional