Linda D’Ambrosio :¿Divorcio o nulidad?

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Linda D’Ambrosio :¿Divorcio o nulidad?

El proceso para determinar si un matrimonio es nulo pasa al menos por dos instancias y busca verificar si hubo circunstancias que invalidaran el enlace en el momento de su celebración. Para ello, como en todo juicio, se requiere la aportación de pruebas

En días pasados tuve la oportunidad de asistir a una conferencia impartida por una matrimonialista y abogada ante el Tribunal de la Rota, quien esclareció algunos puntos relacionados con la ruptura de parejas que han contraído matrimonio a través del rito católico.

Las razones por las que una persona decide no continuar con su vida conyugal pueden ser muy diversas y, en ocasiones, conllevan un alto grado de sufrimiento para quien se ve en la necesidad de dar ese paso. A ello se suma, en algunos casos, la inquietud de entrar en conflicto con los propios preceptos religiosos.

La abogada señaló como una “incongruencia jurídica” el hecho de que un juez pueda “decretar” la disolución del vínculo matrimonial, ya que el matrimonio no tiene lugar por la declaración de un juez, sino porque los cónyuges, libre y voluntariamente, se comprometen entre sí. El consentimiento —la aceptación libre del rol que cada uno asumirá en la vida de pareja— es lo que da origen al matrimonio. De este modo, tanto el juez como el sacerdote son únicamente testigos del compromiso mutuo de los contrayentes.

Cuando cesa la convivencia, la situación puede abordarse desde dos perspectivas: la civil, que contempla la separación o el divorcio, y la religiosa. Tanto la separación como el divorcio buscan establecer, ya sea de común acuerdo o mediante la intervención de terceros, las pautas que regirán la relación entre cónyuges que dejan de cohabitar. La diferencia esencial es que el divorcio implica la disolución del vínculo matrimonial, mientras que la separación no.

En el ámbito religioso, el divorcio no es posible, pues el matrimonio se considera indisoluble. En este contexto, el término nulidad alude a la identificación de alguna razón que invalide el matrimonio desde su origen: no se trata de disolver el vínculo, sino de reconocer que nunca existió, aunque se haya celebrado.

El proceso para determinar si un matrimonio es nulo pasa al menos por dos instancias y busca verificar si hubo circunstancias que invalidaran el enlace en el momento de su celebración. Para ello, como en todo juicio, se requiere la aportación de pruebas y testimonios.

Uno de los aspectos que más interés suscitó en el público fue el de los rumores que sostienen que la nulidad matrimonial es un procedimiento elitista, debido a su supuesto alto costo. Al respecto, la conferenciante aclaró que el tribunal eclesiástico solo percibe determinadas tasas o derechos, que resultan relativamente accesibles. Además, existe la figura del “gratuito patrocinio”, mediante la cual quienes carecen de recursos pueden acceder al proceso con respaldo económico de la Iglesia. Lo que sí podría representar un gasto considerable son los honorarios de los abogados, precisó.

La abogada subrayó que el divorciado no debe ni tiene por qué alejarse de la Iglesia; por el contrario, puede y debe seguir participando en ella, incluyendo la comunión. El verdadero conflicto surge cuando una persona divorciada inicia una nueva relación, ya que, desde la perspectiva religiosa, continúa unida a su cónyuge anterior, aunque haya obtenido el divorcio civil.

En cambio, quien ha obtenido la nulidad matrimonial es considerado como alguien que nunca estuvo casado y, por tanto, es libre de iniciar una nueva unión.

Finalmente, la conferenciante recordó que la persona más indicada para acompañar espiritualmente a los fieles en su relación con los sacramentos —especialmente en lo referente a la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de los Enfermos— es el sacerdote.

Más allá de los términos jurídicos o canónicos, la conferencia recordó que detrás de cada ruptura matrimonial hay personas que sufren y buscan respuestas. En ese camino, la Iglesia invita a la reconciliación, al discernimiento y al acompañamiento cercano, con la certeza de que la verdad y la misericordia siempre deben iluminar la vida de quienes atraviesan estas pruebas.

 

Linda D’Ambrosio

 

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