La última astracanada de Putin
mayo 24, 2023 6:38 am

El honorable Josep Tarradellas, veterano político español que fue presidente de la Generalitat de Cataluña, solía decir que a un político le estaba permitido hacer de todo, menos el ridículo. Así que la estrafalaria decisión de Vladimir Putin, al ordenar a su perruno poder judicial dictar orden de detención al fiscal de la Corte Penal Internacional, va más allá del ridículo y se convierte en una astracanada

 

 

Según la Real Academia de la Lengua española, la astracanada se define como la acción o comportamiento públicos disparatados o ridículos. En efecto, el señor Putin no solo ha hecho el ridículo, sino que lo proclama a los cuatro vientos, lo que agrava el entuerto. Esa “boutade” de Putin podría mover a risa, si no fuera por la tragedia diabólica que encierra. En efecto, los dóciles tribunales de Putin lo que persiguen es igualar la comiquísima “justicia rusa”, con la seriedad institucional y el prestigio de la Corte Penal Internacional y, más que igualación, es una degradación con un despropósito inconmensurable.

 

 

En efecto, el Ministerio de Interior de Rusia declaró en busca y captura al fiscal de la CPI, que dictó el 17 de marzo una orden de arresto contra Putin por la deportación de niños ucranianos a Rusia, lo que se traduciría en un crimen de guerra penado por el Estatuto de Roma, el tratado fundacional de la CPI.

 

 

Milan Kundera, el famoso novelista checo, expulsado del Partido Comunista por oponerse a la invasión soviética a su país y escribir su famosa novela La Broma, que es una sátira al estalinismo, señala que el mundo está dominado por ángeles y por diablos, y que es necesario un cierto equilibrio entre ambos poderes, pues si hay en el mundo demasiado sentido indiscutible provocado por el gobierno de los ángeles, el hombre sucumbe bajo su peso. Pero si el mundo pierde

 

 

completamente su sentido y gobiernan los diablos, tampoco se puede vivir en él.

 

 

Así, que el oprobioso régimen de Putin calza, como ningún otro, en el concepto de Kundera sobre el gobierno de los diablos, porque cuando Kundera lo hace, refiriéndose a Stalin, está haciendo un vivo retrato de este remedo del dictador ruso, quien quiere comportarse como los más estrafalarios y ridículos gobernantes de ese país, del pasado reciente y lejano.

 

 

En efecto, Vladimir Putin, al invadir injustificada, cruel y criminalmente a Ucrania, está tratando de imitar, alocadamente, a los peores tiranos que gobernaron Rusia, como el zar Pedro el Grande o Josef Stalin. Al primero, porque se anexó parte de Suecia y Polonia y, al segundo, porque quiso engullirse a toda Europa en sus propósitos imperiales.

 

 

Si hubiera existido, en vida de Pedro o Stalin, la Corte Penal Internacional y mantenida la pena de muerte, para los criminales de guerra, a bien seguro que estos no hubiesen fallecido en sus respectivas alcobas, sino frente a un paredón de fusilamiento.

 

 

Es posible que Putin quiera parecerse a Pedro el Grande, pero muy seguramente, cuando muera, tendrá un epitafio parecido al que el famoso historiador ruso Pierre Kovalevsky hizo de aquel zar execrable: “Pedro al crear, destruyó. Causó dolor a todos con los que entró en contacto. Destruyó la seguridad, paz, prosperidad, intereses, fuerza, bienestar, derechos y dignidad de todo aquel que tocó. Hizo cosas desagradables a todo el mundo. Dañó a todos. Tocó los intereses intelectuales, políticos, sociales, financieros, familiares, morales y espirituales. ¿Es posible amar a un político así? De ninguna manera. Esos hombres son odiados”.

 

 

El odio del pueblo ruso, del ucraniano y de todo el mundo, perseguirá a Vladimir Putin durante su vida y, aún, después de su muerte. Es un tirano sanguinario, corrupto, que será juzgado por la Corte Penal Internacional como “criminal de guerra” y la humanidad entera lo recordará, como el ridículo de la astracanada contra la justicia internacional.

 

 

Editorial de El Nacional