La sala de imitaciones

La sala de imitaciones

 

 

La nueva sala del Museo del Prado es una reflexión sobre los artistas relegados de la historia.

 

 

En estos días se ha estado dando al mundo la noticia de que el Museo del Prado ha abierto una sala permanente dedicada a esos grandes talentos que, desde el siglo XV hasta el siglo XX, cuando no era visto como algo delictuoso, se dedicaron a copiar a la perfección ciertas obras maestras del Renacimiento: en la exhibición, titulada ‘En los límites de la creatividad: copias, versiones, pastiches y falsificaciones’, pueden encontrarse obras de Rafael, Rubens, Tiziano, el Greco, Velásquez, pintadas de modo magistral por artistas astutos que encontraron ese modo de sobrevivir. Resulta increíble, pasmoso, ser testigo de semejante talento para imitar el talento: están lejos las inteligencias artificiales de lograr esos pliegues y esos matices.

 

 

 

El tema de los falsificadores brillantes ha estado rondando el mundo del arte desde viejos tiempos. Las listas de los mejores comienzan con el inmortal Miguel Ángel y con su copia de la estatua de mármol del Eros durmiente, entre muchos trabajos más. Es sabida la historia de cómo Hitler robó dos Vermeers apócrifos pintados por el holandés Han van Meegeren para reírse del esnobismo de los críticos y probar que el público era capaz de creer cualquier cosa. El cineasta norteamericano Orson Welles, por su parte, en un ensayo cinematográfico titulado F de falso dejó narrada la extraordinaria historia del copiador húngaro Elmyr de Hory.

 

 

La nueva sala del Museo del Prado, la 40, es una bella reflexión sobre todos los artistas que se quedan en los márgenes de los libros de historia como extras en los relatos de los grandes maestros; sobre todos los talentos que compensan la mala suerte con la maestría; sobre todos los renegados ingeniosos que las épocas del arte dejaron atrás, pero, amparados por su estudioso riguroso de la pintura de tantas épocas, consiguieron sobrevivir gracias a un modo asombroso del rebusque –la falsificación– que de cierto modo resulta una constatación de lo humano.

 

 

Editorial de El Tiempo de Colombia

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