La modestia de Cabrera

La modestia de Cabrera

 
En una entrevista para CNN en Español, nuestro grandes ligas Miguel Cabrera, héroe deportivo de tantos venezolanos, especialmente de los niños y los jóvenes, dio una lección que muchos jefes chavistas deberían hacer el esfuerzo de aprender de memoria si es que desean, Dios nos salve, seguir en el “negocio de la narcopolítica”.

 

 

Cabrera no va por allí de profesor improvisado y menos aún reparte mentiras con la finalidad de meterse en los bolsillos unos millones robados al tesoro público. Tampoco se disfraza de jefe militar y se dedica a negociar la compra de armas. Su pasión es más honesta y sencilla: se orienta hacia otros rumbos, los deportivos, y en especial hacia el beisbol profesional, un mundo muy competitivo que exige no sólo cualidades especiales sino mucho esfuerzo, disciplina y trabajo diario.

 

 

De manera que en este pantano construido por el régimen del socialismo del siglo XXI, donde la inmoralidad y la falta de ética reinan por doquier, resalta con brillantez inusitada este venezolano que, desde muy joven, encaminó sus pasos hacia el beisbol y no hacia la droga, el robo o el asesinato por encargo.

 

 

Miguel Cabrera nació en un barrio humilde de Maracay, la ciudad jardín (ya desaparecida) y también “la ciudad cuartel” por la proliferación de instalaciones militares. Allí el arquitecto Malausena diseñó unos cuarteles frente a la Plaza Bolívar, también Carlos Raúl Villanueva se atrevió a levantar el Hotel Jardín, frente a la misma plaza y lo convirtió en una orgullosa referencia de la ciudad.

 

 

En aquella época feliz ser integrante de las fuerzas armadas era un motivo de orgullo para una familia. Un oficial del Ejército o de la Aviación militar imponía respeto tanto por su dedicación a la defensa de la patria como por sus condiciones de vida, austeras en general, sin lujos o muestras indebidas de riqueza. Los militares habitan las llamadas viviendas en guarnición, o en espartanos edificios sin ascensores, exclusivos para el alquiler de la oficialidad de menor rango.

 

 

No tenían 20 escoltas como el ramplón Capitán televisivo, hoy apaleado públicamente por Henry Ramos Allup; carecían de choferes, guardaespaldas y camionetas lujosas, sus automóviles particulares eran casi siempre de segunda mano y comprados por cuotas.

 

 

Para su esparcimiento existían los casinos militares donde apenas se jugaba billar, luego llegaron los Círculos Militares con más comodidades. También había la posibilidad de acudir a la base naval en Turismo construida por Pérez Jiménez y pasar un día de playa. Eran hombres sencillos y honestos, alegres y rudos, pero a excepción muy conocida de ciertos altos jefes, eran poco dados a apropiarse de lo ajeno, como dicen que sucede hoy.

 

 

Pero volvamos a Miguel Cabrera y sus palabras. Miguel asegura: “Si yo me pongo a hablar de política es como decir que yo sé jugar fútbol como Messi. Sin embargo, no ignoro la situación que está pasando Venezuela. Yo creo que se puede hacer un mejor trabajo para que podamos salir adelante”. ¡Ay Nicolás!

 

 

 

Editorial de El Nacional

 

 

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