«Era una ciudad muy bonita. Quince de mis dieciséis hijos han crecido en esta sala», recuerda Ameth Diagne, un pescador de 52 años, señalando un muro azul golpeado por las olas. De la ciudad de Doun Baba Dièye, situada a algunos kilómetros de Saint Louis, la antigua capital del África Occidental francesa, no queda nada o casi. Fue arrasada por las aguas del océano Atlántico.
Saint Louis podría conocer la misma suerte. «Se estima que a lo largo de nuestras costas, el océano avanza un metro por año. En cien años, si no se ha hecho nada, el Atlántico habrá mordido 100 metros de la ciudad», explica el profesor Boubou Aldiouma Sy, experto en Geografía de la Universidad de Saint Louis.
En un informe publicado en 2008, Alioune Badiane, director de Hábitat de la ONU para África, señaló a la ciudad como la más amenazada del continente por la subida de las aguas. La causa, según él, es el cambio climático, pero también la apertura de un canal artificial.
En 2003, la parte histórica de la ciudad situada sobre el río Senegal, a 500 metros del continente y llamada la Venecia africana, estuvo amenazada por una crecida fluvial. Las autoridades decidieron entonces cavar una brecha en la lengua de Barbarie, una franja de arena de 40 kilómetros de largo y 300 metros de ancho paralela a la costa, que protege el litoral de Saint Louis y Doun Baba Dièye del océano.
El objetivo era rebajar el nivel del río que no dejaba de crecer por las inundaciones cada vez más frecuentes, con el fin de permitir su salida al Atlántico a través de este canal de 4 metros de anchura.
Sin embargo, al importante caudal del río que transcurre en la brecha se añade por el otro lado de la lengua, las embestidas del océano. Dos fenómenos que van engullendo la franja de Barbarie y ensanchan el canal. Desde 2003, este último ha ido aumentando cada día y hoy su desembocadura mide 2,3 kilómetros.
Doun Baba Dièye, a merced de las olas
Situado a dos kilómetros de la playa hace diez años, Doun Baba Dièye, abandonada por sus 800 habitantes, se encuentra ahora a merced del asalto de las olas.
Ameth Diagne, alcalde de la ciudad, fue el último en salir. la noche del 17 de noviembre de 2012, cuando las olas entraron en nuestra habitación, tuve que abandonar la casa», rememora. «Lo que más me entristece es que no podré transmitir a mis hijos lo que me enseñaron mis antepasados sobre la flora y la fauna, que ya no existen».
El descenso del río en beneficio del océano ha hecho desaparecer a los peces de agua dulce. Una transformación brutal de los ecosistemas, que se tradujo en pérdidas para los pescadores. También para los agricultores, para los que la salinización de las tierras acabó con cualquier actividad de jardinería o agricultura. «Aquí es donde nos desprendemos de los caballos», dice Diagne Ameth, señalando la arena que reemplaza a la hierba reservada en otra época al pastoreo.
A pesar de los daños que ha provocado el canal, ninguno de estos refugiados climáticos ha recibido ayuda económica del Estado, que había prometido a los habitantes nuevos alojamientos.
Peligros sobre Saint Louis
El canal ha librado a Saint Louis de las crecidas del río desde 2003, pero la solución solo es provisional. Y la «Venecia africana» aún se ve amenazada por peligros mayores.
«El este de la ciudad fue construida en parte sobre antiguos humedales, donde el agua se acumula y donde proliferan los mosquitos. Debido a esto, vemos un resurgimiento de la malaria en St. Louis. Este es un gran problema que la ciudad no ha sido capaz de controlar», dice el profesor Boubou Aldiouma Sy.
A las inundaciones y los daños provocados por el canal se añade un tercer fenómeno natural: la erosión de las costas acentuada por el cambio climático.
El profesor Sy hace sonar la alarma y aboga por la construcción de obras de protección para evitar que el océano engulla la ciudad. «Cada año, muchas casa de derrumban. Algunas zonas están muy amenazadas. Saint Louis debe reaccionar con rapidez, antes de que sus habitantes se encuentren con los pies en el agua».
Fuente: Abc.es