Interpretando el papel de presidente a pesar de los pesares, Nicolás Maduro convocó a alcaldes y gobernadores de la oposición a dialogar por la paz. Sin que hayan transcurrido poco más de un mes desde entonces, ya las huestes aupadas por él y su partido han arremetido ferozmente contra pacíficas manifestaciones que sólo pretendían hacer sentir su preocupación por la crítica situación nacional.
“Si quieres paz, prepárate para la guerra” es el mensaje oculto en el ofrecimiento de diálogo del oficialismo. El entendimiento y la reconciliación no son objetivos gubernamentales, de lo contrario ya hubiesen desarmado a sus paramilitares y puesto a la orden de la justicia a esos matones que, encapuchados y encamisados de rojo, siembran el terror con sus incursiones en barrios y urbanizaciones donde el oficialismo no goza de simpatías.
Que la paz ofrecida por Maduro es una mera careta queda en evidencia cuando las autoridades se hacen la vista gorda ante los desmanes del hampa rojita y, abiertamente, propician desde los ministerios la coexistencia con pranes y bandas armadas sin que se les ocurra reprimirlos por sus innumerables asaltos y homicidios.
Ya nadie se traga el cuento del manso cordero o piensa que, como dijo alguien por allí, el lobo era vegetariano. Los estudiantes han salido a las calles pensando en un país democrático y han pagado muy caro con sangre, prisión, torturas y muertes el haber tomado en serio los gestos hipócritas de Miraflores.
Muertes, detenciones y heridos han sido el doloroso saldo de su apego a lo que se suponía juego justo. Mas no puede hablarse de justicia cuando la motivación es el rencor o el revanchismo; no puede hablarse de paz si el precio de esta es el sometimiento o la resignación por temor a la represión.
Si el gobierno, que ya ha gastado casi todos los cartuchos de su demagógica oferta de conciliación, quiere de verdad darle un chance a la paz, debe comenzar por ponerle freno a sus grupos armados y darle la orden a la Fuerza Armada para que los detenga, les quite el armamento de guerra con que Diosdado los ha abastecido, y se les lleve ante los tribunales para que paguen por sus delitos.
Según la Constitución, sólo la Fuerza Armada puede poseer armamento de grueso calibre, granadas, bazucas, cascos militares, fusiles especiales para francotiradores, municiones a granel y equipos de radiotransmisores propios de un ejército regular y no de unas bandas de matones que igual cobran vacunas en Catia, atacan a los partidos opositores o, en un momento dado, enfilarán sus armas contra los soldados y los oficiales de la FAN porque estas bandas del oficialismo sólo reciben órdenes de un partido y de centenares de cubanos muy bien adiestrados para practicar la guerrilla urbana.
Maduro ha perdido credibilidad ante la población y sólo le queda apelar a la FAN para que desmantele y mande a prisión a los matones que, en moto y encapuchados, matan a jóvenes desarmados.
Editorial de El Nacional